La tía Carmelita cumple 105
Carmen Ruiz Campos, residente del Centro Geriátrico municipal del Guadalquivir, sigue celebrando cumpleaños después de un siglo acompañada de los suyos
"Lo único que puedo resaltar es la dureza que se le ve en cada mirada, en cada suspiro", comentó ayer emocionado uno de los trabajadores de la residencia municipal del Guadalquivir. Allá por el año 1.906 nacía en la capital cordobesa Carmen Ruiz, mujer trabajadora y luchadora como tantas otras que han sufrido los avatares del complicado siglo XX. Miles de recuerdos se agolpan en la mente de esta anciana que ayer asistía a un homenaje preparado por sus familiares, el personal de la residencia y el Ayuntamiento.
Tras cantarle el cumpleaños feliz, Carmen bebió una pequeña copa de vino mientras miraba ensimismada el espectáculo que se cernía a su alrededor. Dos pequeños biznietos que se sentaron junto a ella soplaron las velas entusiasmados y los ancianos que residen con ella en el Centro aplaudían con alegría. "Es una persona muy afable y de buen corazón, es una verdadera alegría acompañarla hoy", comentaba Francisco, uno de los ancianos residentes.
A sus 105 años, Carmen sufre una leve diabetes y sus funciones mentales no responden del todo bien. Sin embargo, la dura naturaleza que demuestra en cada movimiento y en cada mirada hacen de ella un ejemplo de ser humano repleto de fuerza. Dedicada a cocinar y cuidadora de niños, Carmen lleva nueve años residiendo en este centro, en el que, a pesar del paso de los años, jamás se encuentra sola. Sus familiares muestran una implicación sobresaliente. En el homenaje que se celebró ayer no se separaron de su lado en ningún momento, pendientes de cualquier petición y ofreciéndole todo el cariño posible. "Para nosotros siempre será la tía Carmelita. Jamás dejó de cuidarnos, en aquella casa con patio andaluz en la que vivía. Ella está muy contenta por esta fiesta, pero denota cansancio por la edad. Es lógico, ¿no?", comentaba entre sonrisas la sobrina nieta de la homenajeada, Inmaculada.
Para completar la reunión familiar, el personal de la residencia proyectó un vídeo fotográfico con recuerdos y momentos puntuales de la vida de Carmen en celebraciones anteriores, acompañada de familiares y amigos de la residencia. "A pesar de que bajan sus facultades porque es algo natural, quiero acompañarla y animarla a que cumpla muchos más, porque esto no pasa todos los días", añadía ayer la delegada de Mayores e Inclusión, Blanca Córdoba. Es de notable dificultad intentar empatizar con una mente que acarrea una historia tan grande, quizás sea lo más complicado porque su memoria, aunque no funcione correctamente, pasa día tras día acumulando más de un siglo de momentos.
Sentada en un pequeño sillón y arrimada junto a la mesa donde se colocó el pastel con las tres velas, una para cada número, Carmen mostraba una mirada perdida. Parecía hacer caso omiso a todo el griterío y ambiente festivo que la rodeaba en aquel instante. "¡Mira, tita, mira ahí que es tu tarta!", le animaba su sobrina, sentada junto a ella. Al margen de la dificultad que Carmen tiene para expresarse, su rostro mostraba ayer deseos de tranquilidad, sosiego y reflexión. Son 105 años, más de un siglo de biografía en la que cada momento cuenta. Como ayer contaron todos estos años que entre canciones y abrazos le regalaron una sonrisa, al menos, un día más.
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