"La ludopatía no es un vicio"

Tomás Ramirez es un paciente de la asociación que ha conseguido recuperarse de la enfermedad y ahora también ayuda a otros enfermos

Tomás Ramírez, durante la entrevista.
Tomás Ramírez, durante la entrevista.
J. Flores

14 de agosto 2016 - 01:00

Las nuevas tecnologías han supuesto un incremento en los problemas de ludopatía, pero esta enfermedad es ya conocida por multitud de pacientes que acuden a Acojer para poner fin a su problema. Este es el caso de Tomás Ramírez , un ludópata rehabilitado que recuerda cómo fue la primera vez que jugó a las máquinas tragaperras. "Yo fui a comprar tabaco pero me confundí de máquina y eché el dinero en la que no era, que me dio 5.000 pesetas. Ahí comenzó mi ruina" apunta Ramírez.

Tomás explica que al comienzo no era consciente de lo que le sucedía y que incluso cuando acudió a la asociación negó al médico que él fuese un enfermo. Pero todo tiene un límite y el suyo llegó cuando gastó su sueldo en una tarde cuando "mi familia más necesitaba ese dinero". "Cuando ves que ya no puedes más es cuando te decides a ponerle freno", explica.

Desde hace ocho años este cordobés no ha vuelto a jugar y se muestra satisfecho. Por eso, ahora también es monitor en la asociación para poder ayudar a los enfermos que llegan y ayudarles a comprender que "de esto se sale", apunta. Para él no fue fácil , "se pasa mal, pero hoy por hoy me siento muy orgulloso de haber recuperado mis valores".

"Nos creíamos los más listos, yo me podía gastar 200 euros y ganar 50 y pensaba que había ganado porque no me daba cuenta", explica. Tomás comenta que hasta que dejó de jugar "mi vida ha sido una falsedad hacía mi familia". El ahora monitor manifiesta que se dio cuenta tarde y no disfrutó de la vida, pero que el papel que ha jugado su familia durante su recuperación ha sido "esencial". Así como el de la asociación que "le ha mentalizado para no tener más recaídas, puesto que no solo se trata de dejar de jugar". Ahora acude con frecuencia.

Desde el ángulo del recuperado, Ramírez apunta que hay que ser "persistente", que es una enfermedad que se lleva en silencio a la que no se le da tanta importancia, pero que es igual de relevante que otras. En muchas ocasiones se califica de "vicio" y esto perjudica a los enfermos que encuentran barreras para poder darse cuenta del problema que sufren, y "ser consciente" es la única solución para poder empezar a tomar medidas.

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