Voto nulo en el plebiscito
Córdoba - tenerife · el otro partido
En el día elegido para mostrar el apoyo público a Villa y el desacuerdo con la gestión de Carlos González, El Arcángel decidió centrarse en lo único que realmente importaba, la victoria del CCF.
Al filo de las seis de la tarde el panorama que rodeaba al partido era el siguiente: en caso de victoria el Córdoba empataría a puntos con el sexto y se metería otra vez de lleno en la lucha por el play off; en caso de derrota volvería a bajar un par de puestos en la clasificación y se colocaría a sólo dos puntos de los puestos de descenso. Casi nada.
Y como si no fuera suficientemente importante de por sí, el choque ante el Tenerife se había visto rodeado por cierto tufo plebiscitario, una oportunidad para que la grada se posicionara en ese frentismo tan español de conmigo o contra mí. Madrid o Barcelona, PP o PSOE... El caso es posicionarse, alinearse en un bando al que defender a muerte y odiar al otro hasta el extremo. Ayer tocaba demostrar si eras de Villa o de González, del entrenador o del presidente, del sufrido técnico que trabaja con lo que tiene o del dueño que quiere más.
Pero un referéndum es algo que suelen convocar los políticos para dirimir algo que sólo les importa a ellos. Generalmente, el pueblo es mucho más sabio y sabe diferenciar lo real de lo postizo, lo que importa de lo que no. Y ayer lo único importante era que el Córdoba sacara los tres puntos, que rompiera su racha y volviera a engancharse a la ilusión en el último partido del año en casa antes de la visita al Real Madrid Castilla. Eso y nada más. Todo lo demás era accesorio, y una vez más la grada dio un ejemplo de sabiduría. Voto nulo.
Y eso que el que más y el que menos echaba un vistazo furtivo al marcador a la espera de que llegara el minuto 10, ése que desde principio de semana se había anunciado como el momento en que la grada de El Arcángel iba a mostrar su apoyo a Pablo Villa. El número no era una casualidad. Era una alusión directa al dorsal que lució durante sus cuatro temporadas como jugador en la blanquiverde, una camiseta con la que se ganó el respeto de una afición y con la que terminó de destrozarse las rodillas. Entonces nació Gladiator, la imagen de un jugador que nunca destacó por su calidad, pero sí por su enorme compromiso. El mismo que ha demostrado en esta nueva etapa en el club, primero llevando al filial a cotas nunca logradas y ahora tratando de llevar al primer equipo a una categoría que sólo recuerdan los abuelos.
El 2-1 en La Romareda dejó tocado al técnico madrileño, que ya viajó a la capital aragonesa con Damocles blandiendo su espada. Sólo la forma en que se produjo la derrota sostuvo la cabeza del técnico, aunque el fondo seguía siendo igual de sombrío. Tres derrotas seguidas, 9 puntos de 30, sensaciones en franco descenso… Sólo la clasificación, que mantenía a los blanquiverdes a dos puntos del play off sofocó el incendio, aunque no apagó del todo los rescoldos.
Twitter se encargó de alimentar una campaña que comenzó con mucha fuerza apenas unos minutos después de la derrota en Zaragoza, pero que fue perdiendo fuelle con el paso de los días. La evolución de la semana siguió enfriando el gesto. El presidente dejó claro que Villa no se jugaba el puesto ante el Tenerife, "pero sí con los resultados, como todos los entrenadores", un mensaje ambivalente que restaba trascendencia al duelo ante los canarios, pero que mandaba un claro mensaje de la creciente preocupación que se estaba instalando en la zona noble de El Arcángel.
¿Qué pasaría en el minuto 10? ¿Estallaría la grada en un respaldo coral al técnico? ¿Habría división de opiniones? ¿Indiferencia? La respuesta llegó con un grito tibio y algo desacompasado por parte de la afición, aunque el "illa, illa, illa, Villa maravilla" se hizo audible durante poco más de 15 segundos. Sería difícil decir si el grito fue unánime, si el apoyo al madrileño fue mayoritario. Como suele suceder en estos casos, se impuso la mayoría silenciosa, ésa que nunca alza la voz pero que al final decanta la balanza en cualquier conflicto. Los miembros de las Brigadas Blanquiverdes tomaron el relevo con un "Pablo Villa no se toca" que cerró el breve repertorio de cánticos en 30 segundos que respondieron sin crispación a las preguntas que se habían generado durante los últimos siete días.
Paralelamente a esa iniciativa del minuto 10 nació otra con la directiva en el punto de mira. ¿Se rebelaría la grada contra la gestión de González al llegar al 40'? Si lo de Villa se había ido enfriando durante la semana, la crítica al dueño murió poco después de nacer, aunque había cierto morbo por ver la respuesta del estadio. ¿Y qué hubo? Nada. A esas alturas la gente estaba más pendiente del partido y de los problemas de los blanquiverdes para meterle mano al Tenerife que de buscar culpables. Tiempo habría después si llegaba el momento.
Y durante muchos minutos sobrevoló sobre el estadio la amenaza de que aquello se convirtiera en un polvorín. Pitos para el equipo al descanso, agravios para Pedro, silbidos para Xisco al ser sustituido, un incómodo murmullo en la grada alimentado con el paso de los minutos... ¿Qué hubiese pasado en caso de una nueva derrota? ¿Hacia dónde se habría girado la grada? ¿Habría mirado hacia el banquillo o hacia el palco? Ése si hubiera sido el auténtico referéndum, porque -al menos por el momento- en el fútbol los tiempos los marcan los resultados y no las redes sociales.
Al final el gol de Abel hizo que El Arcángel, que por un momento estuvo a punto de convertirse en el reflejo de las dos Españas, se uniera en un abrazo para celebrar el triunfo ante el Tenerife. Todo lo demás quedó en un ejercicio de fútbol ficción, de lo que pudo ser pero nunca fue. Debatir sobre qué hubiese pasado es un ejercicio tan libre como estéril. Como suele pasar en la política, el pueblo dio una lección al elegir qué era lo realmente importante. Sólo votó en blanquiverde. ¿En lo otro? Voto en blanco. Voto nulo.
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