Más vale ser cabeza de ratón...
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Con muchos abonados todavía apurando sus vacaciones, la grada de El Arcángel renueva ilusiones en el arranque de una temporada donde espera ver a su equipo pelear por todo

Agosto se marcha con parsimonia y con él otro tedioso y sofocante verano cordobés. Mientras los más privilegiados apuran sus vacaciones en la costa, los futboleros están de enhorabuena. El balón vuelve a rodar, con puntos ya de por medio, dejando atrás esos bolos estivales cada vez más difíciles de digerir. Lo hizo ayer en El Arcángel, para regocijo de una afición necesitada de recuperar sensaciones perdidas y de olvidar el turbulento y todavía demasiado cercano curso pasado para ponerse manos a la obra en pos del objetivo del ascenso. Arranca otra temporada y las ilusiones se renuevan sin la necesidad de tener sólidos argumentos a los que aferrarse.
Poco importan las dudas surgidas en los últimos amistosos de preparación y que en la competición se adivinen tantos rivales parejos que resulte quizás demasiado osado autoseñalarse como uno de los candidatos a dominar la tabla. A pesar de notarse todavía el período estival, El Arcángel presentó una entrada bastante decente. Había ganas de fútbol, pero sobre todo de volver a ver al equipo competir de tú a tú contra el rival. Y una vez más, la afición blanquiverde demostró estar al nivel de las mejores del país. El tifo que Incondicionales desplegó en Fondo Norte ("Juntos hemos caído, juntos nos levantaremos") emocionó al respetable y demostró que la gente ha entendido el mensaje a la perfección.
Y es que con una victoria en los últimos 23 partidos como local, al aficionado blanquiverde ayer ya le bastaba con ver a su equipo a la misma altura del contrincante. Un consuelo quizás insuficiente que es la herencia que queda del desastroso paso por la élite. Pero ni siquiera el despropósito vivido durante la última campaña puede con el aliento de una grada que se sabe grande en la categoría y que, tras el desengaño en la élite, se consuela con la posibilidad de vivir una nueva temporada instalados en la zona alta de la tabla.
Puestos a dejar el pasado atrás, el más reciente y el más distante, en la grada poco importó que el rival de anoche fuera el Valladolid, uno de esos equipos que copan las página más negras de la reciente historia blanquiverde. Ni aquel último descenso al que los pucelanos empujaron al Córdoba, ni la bofetada de realidad en el inolvidable play off que disputó el equipo de Paco Jémez parecieron importar. La atracción principal para el aficionado cordobesista fue la de observar a su propio equipo, al que hasta las pifias se le aplaudían.
Pocos detalles hicieron falta a los nuevos jugadores blanquiverdes para levantar a un público ansioso por volver a saborear las mieles del triunfo. Porque, a fin de cuentas, en el fútbol no hay mayor bálsamo que la victoria y quizás sea preferible sentirse importante en Segunda que ser una mera comparsa en Primera. Ayer volvió el fútbol al Reino y el Córdoba a su hábitat más natural. Ya saben aquello que dice el refrán de que en ocasiones es mejor ser cabeza de ratón que cola de león. Cuestión de perspectiva.
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