Una pócima mágica (2-0)
Liga adelante
Una nueva demostración de pegada sirve en bandeja la victoria a un Córdoba que controló a su oponente sin tener el balón Los blanquiverdes duermen líderes a la espera de Osasuna.

Unas sirven para envenenar, otras para hechizar y algunas hasta para curar. Basta con mezclar un poco de magia con otro puñado de sustancias para preparar una poción con la que hacer que la vida parezca más sencilla. En las leyendas eran las brujas y los hechiceros los que, usando la palabrería, daban rienda suelta a sus pócimas mágicas para consuelo del pueblo. Hoy, para encontrar una fórmula que conduzca al éxito, hay que darle más vueltas al asunto. No vale sólo con tirar de perogrullo y jugar con la necesidad del prójimo. Es necesario sumar a las virtudes propias una buena dosis de trabajo de campo para que todo fluya con más facilidad en un entorno previamente escrutado. De eso sabe como el que más el bueno de Oltra, un hombre que con la normalidad por bandera se ha ganado el beneplácito de un cordobesismo al que ha devuelto la sonrisa en un par de meses. Es el tiempo que ha hecho falta para que el Córdoba se convierta en un equipo fiable, que agarrado a su enorme pegada, liderada ahora por el guerrero Florin, una buena labor de estrategia y una seguridad defensiva a prueba de bombas tanto con balón como especialmente sin él, se ha aupado al liderato de la clasificación, a expensas de lo que haga hoy Osasuna. Todo tras sumar su victoria más plácida del curso, la primera por más de un gol de diferencia, ante un Nàstic inofensivo pese a acaparar la posesión que naufragó en El Arcángel, un escenario que disfruta de y con los suyos como hacía tiempo que no recordaba. Porque el fondo importa bastante más que la forma, que puede ser más o menos linda, pero seguramente nunca llegará a ser tan placentera, sobre todo cuando se viene de sufrir tantísimo.
Oltra comenzó en verano queriendo casar unos elementos que no cuajaban. Los metió en una olla y el resultado fue infumable. Entonces supo adaptarse a lo que tenía entre manos, y poco a poco ha ido construyendo un equipo que desde la defensa se siente cómodo, consciente de que su fortaleza de mediocampo hacia adelante facilita el camino hacia la felicidad. Y eso, queramos o no, va de la mano de las victorias. Con la de ayer ya van cinco en casa, siete en total, lo que permite a este Córdoba ver a todos sus rivales desde lo más alto. ¿La fórmula? Ser una roca atrás y acertar casi en las dos primeras ocasiones. ¿El balón? Que lo amase el contrario, sobre todo si es incapaz de mirar de cerca a Razak, que hasta la hora de juego no vivió un susto de verdad. Ya entonces el partido estaba más que encarrilado gracias a una acción de estrategia y una arrancada de casta de Florin que retrataron a la endeble defensa tarraconense. No hizo falta más. De ahí que no hubiera que lamentar alguna de las ocasiones marradas en un segundo tiempo en el que con sólo adelantar las líneas ya dibujaron los de Oltra un escenario diferente, más abierto pero distinto, aunque al final todo se decidiera en el tostón táctico del periodo inaugural.
El partido, que ya avisó Oltra que iba a gustar poco, empezó a agitarse desde la pizarra. Xisco pifió la primera ocasión, tras un córner ensayado que todavía no ha terminado de salir por la falta de tino en el remate del delantero, mientras Fidel acertaba tras un balón puesto en el segundo palo por Stankevicius desde su casa. ¿La defensa tarraconense? Estaría aún disfrutando del ambiente o pensando en qué hacer en el viaje de vuelta. Todo menos seguir a una pelota que terminó en la red. A Vicente Moreno se lo llevaban los demonios, tanto que no dudó en entrar al campo para abroncar a los suyos. Con la ventaja, el Córdoba se tiró atrás, quizás demasiado, y dejó que el Nàstic se apoderara del balón bajo la batuta de Tejera. Pases a un lado y a otro, combinaciones largas, pero nada de peligro para Razak. Cierto es que a los locales les duraba un suspiro la pelota en los pies, y eso no terminaba de gustar a la grada, por mucho que el equipo transmitiera seguridad en cada acción defensiva. Faltaba un paso más, que no llegaba, lo que enfadó tanto al técnico que mandó a calentar a Pineda y De Tomás. Ambos se sentaron justo cuando Florin se marcó un golazo para terminar de romper el partido. El rumano, en vena goleadora -lleva tres jornadas seguidas viendo puerta-, cogió un melón de Markovic y lo llevó hecho tajadas a la portería de Reina tras ridiculizar a la pareja de centrales nàstiquers. Segunda llegada y segundo gol. Fácil, aunque no lo parezca.
Con el trabajo encarrilado, el paso por vestuarios sirvió para corregir detalles. El Córdoba salió diez metros más arriba, lo que bloqueó a Tejera y cortocircuitó por momentos el juego de toque visitante. El partido ya tenía más ritmo y alternativas, y eso precipitaba el juego en las áreas. Ríos lo intentó desde fuera, obligando a intervenir a un Reina que sacó lo mejor de sí acto seguido para desviar un latigazo marca de la casa de Markovic. Entre una y otra acción, por fin hubo noticias ofensivas del Nàstic, aunque Deivid sacó bajo palos el testarazo de Marí. Con el carrusel de cambios y el cansancio haciendo acto de presencia, las ocasiones brotaron con más asiduidad. La más clara fue para Xisco Muñoz, que mandó al limbo un balón en el área pequeña que olía a gol desde Tarragona. Incomprensible. El susto metió aún más chispa a la zaga local, que liderada por Deivid ya no sufrió más en un tramo final que pudo haber sido más plácido de dar en la diana Sasa y Pineda ya en el alargue. El efecto de la pócima se había diluido, pero la magia del triunfo estaba ya instalada hasta en la grada.
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