El sábado hay vidas en juego
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Hoy se presentará la novena recogida de alimentos de Cordobamanía para los niños saharauis · Dámaris Sánchez, una voluntaria, cuenta su experiencia entre refugiados

Hoy se presentará la novena edición de la recogida de alimentos de Cordobamanía a favor de la asociación cordobesa de amigos de los niños saharauis. Una vez más, se rogará que quien acuda a ver el partido ante el Valladolid porte junto a su bufanda una bolsa de lentejas, pasta, arroz... Palabras que, por repetidas, pueden sonar ya incluso huecas para el aficionado fiel al hábito o a aquel al que siempre se le termina olvidando.
Pero si una mujer que ha convivido durante dos semanas con ellos, que ha comprobado su miseria extrema, les dijera con énfasis a cada uno de ellos que para esos niños esa mínima bolsa es "la vida", la cosa cambiaría.
Dámaris Sánchez estuvo en el Sáhara gracias a un programa del Ayuntamiento (Jóvenes por el Sáhara, en colaboración con el grupo Jaima). La idea era cohabitar con familias de aquella castigada parte del mundo y luego dar charlas en colegios e institutos contando la situación desesperada de los refugiados.
Ella vivió en la parte limítrofe con Argelia, en los campamentos de Tinduf. Concretamente en Dakhla y Smara. Mientras estaba en este segundo asentamiento, Dámaris sufrió los altercados entre los refugiados y la policía marroquí. Su familia, claro, lo pasó mal: "Me enteré porque me levanté y tenía un mensaje de mi cuñado en el que me decía que estaban desmantelando el campamento de El Aaiún. Esa misma mañana fui a una manifestación. Mi familia estaba preocupada por mí y recibí otro mensaje desde la capital en el que me dijeron que había muertos y se estaba liando. En ese momento me dio un bajón muy grande y me hinché de llorar".
Y tuvo miedo, claro, porque en esos campamentos "no hay armas, están súper indefensos", y duermen "en jaimas, protegidos por un trozo de tela". Así que sabía que "si aquí quiere entrar alguien o a Marruecos se le ocurre tirar una bomba, no puedes hacer nada. Piensas de todo. Y no tienes dónde esconderte porque estás en el desierto".
Como suele pasar, de las cuitas políticas quienes siempre se llevan la peor parte son los niños, que viven en una situación que "tiene dos caras". Por un lado, la mala, la que provoca que allí "no hay nada. Arena, mucha mierda, mocos colgando, es como si estuvieras en un documental. Los niños sucios, descalzos…". Pero, por el otro, la buena, por la que merece la pena el esfuerzo: "Están siempre contentos, sonrientes, todo el día encima tuya, preguntándote cómo estás… y daba muchísima pena ver lo poco que necesitarían para ser felices".
Por eso es necesario ese paquete de harina el sábado, porque esos niños "viven de la ayuda humanitaria. Si nosotros no les damos alimentos, no tienen nada que comer. Fuimos a los hospitales y allí me dijo un médico que hay una desnutrición muy alta. Los niños, aunque los veas aparentemente bien, tienen un nivel de hierro muy bajo". Tanto que "si eso nos pasara a alguno de nosotros estaríamos para una transfusión de sangre, pero allí su cuerpo se ha acostumbrado a esto". Ella misma enumera el menú de sus dos semanas en el Sáhara: "Todos los días comí lo mismo. Arroz, más arroz, pasta... un día comí lentejas. Carne, muy poca, si acaso de camello o de cabra, que están muy flacos porque no hay hierba en la que pastar".
Que nadie dude de que el auxilio -por cierto, la Agrupación de Peñas y la Peña El Portal ya han aportado su solidario grano de arena- llega a través de la Caravana de la Paz, una vez al mes. Dámaris puede dar fe: "Yo me estuve alimentando con esa ayuda".
La joven aventurera es optimista. Sabe que hay crisis, pero confía en un colectivo, el cordobesismo, que "siempre ha respondido muy bien". Y ahora que se habla tanto de millones, de compras y de ventas, deberían saber lo que cuesta una bolsa de lentejas: exactamente lo mismo que una vida.
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