"El pesimismo es necesario para caminar con cierta sensatez"
Seix Barral reedita 'La noche feroz', novela "de transición" de una de las voces con más carácter de las letras españolas actuales · Su nueva obra llegará en 2012
Un ser humano cruel, con el alma podrida. Un pueblo con el cielo nublado y teñido de negro. Y una noche en la que un terrible asesinato desata lo peor de cada uno de los vecinos. Así es La noche feroz (Seix Barral, 2011) que retrata el escritor asturiano Ricardo Menéndez Salmón, un libro "apasionado y arrebatado".
-La reedición de una obra antigua, en este caso del año 2006, debe ser una buena noticia para un escritor...
-La verdad es que sí... Llevo publicando con Seix Barral desde 2007 y se nos ocurrió que sería bueno tanto para mí como para la obra que toda estuviera bajo el paraguas de la misma editorial. Ellos han adquirido los derechos de toda la obra previa a La ofensa y que había publicado en pequeñas editoriales de Asturias. Así, los años en que no haya obra nueva, como es este 2011, iremos recuperando textos antiguos. Creo que para un escritor es un sueño tener toda su obra en un mismo catálogo, porque si no se vuelven imposibles de encontrar...
-¿Qué le está brindando esta segunda vida de La noche feroz?
-La vida de este libro en Asturias fue prácticamente invisible; publicar en provincias casi que condena a los libros a la invisibilidad. A mí me daba pena porque, en concreto, La noche feroz me gusta mucho, es un libro de transición hacia otro tipo de escritura, pero me parece que todos mis intereses y todo mi mundo están reflejados ahí.
-¿Qué lugar vendría a ocupar entonces en el conjunto de sus textos?
-Es una novela de transición pero no a nivel temático, porque en ese aspecto han cambiado muy poco mis intereses. A nivel estilístico sí que creo que es un libro distinto; es muy arrebatado, con muchas imágenes y metáforas, es un libro muy cargado... A partir de La ofensa la prosa se vuelve más fría, más distante, y las miradas se hacen más clínicas, casi de forense. Aquí el lenguaje es todavía muy poderoso.
-El cuidado extremo del lenguaje es uno de los grandes aciertos de este libro; ninguna palabra está de más, todo suma su preciso significado...
-Es un libro que agota casi un camino... No quiero decir que en los siguientes libros el lenguaje no sea protagonista, para un escritor siempre va a ser máxima la exigencia del idioma, pero sí que los textos después son más fríos. La noche feroz, en ese sentido, es un libro más caliente, con mucha pasión.
-Parece incluso que casi tiene una vocación teatral, remite a imágenes muy nítidas y poderosas...
-Se puede leer casi como obra de teatro, ya que tiene una unidad de acción, de tiempo y de espacio: un pueblo, una noche y un drama. Los capítulos son como estampas y sí que admite ser contemplada con cierto aire teatral.
-¿Por qué presenta a un ser humano tan ruin y cruel? ¿Tanto le ha defraudado el ser humano?
-Digamos que no soy una persona demasiado optimista sobre la especie. Luego, a nivel de personas y de individuos y en mi vida cotidiana sí que me siento feliz y satisfecho, pero mi imagen y mi idea del ser humano como especie es bastante negativa y pesimista. Entiendo el pesimismo como una escuela de realismo, no creo que precisamente el pesimista viva fuera del mundo, sino todo lo contrario. El pesimismo es necesario en la vida para caminar con cierta sensatez.
-¿Cabe pensar en algún hilo de esperanza que haga posible la redención del ser humano del mal?
-En mi literatura siempre hay motivos para el refugio, sobre todo en mis dos últimas novelas, El corrector y La luz es más antigua que el amor. Ahí se dibujan dos horizontes de refugio: uno es la propia literatura o el arte en general, y otro es el amor. En La noche feroz todas las manifestaciones del amor son amores fracasados, tanto el amor entre hombre y mujer como el amor filial, pero en mis últimos libros el amor se suele dibujar como un lugar en el que los conflictos, si no se resuelven -porque tampoco es que el amor resuelva gran cosa-, sí que ayudan a hacer la vida más tolerable.
-Los personajes de esta novela casi ceden su protagonismo individual al del tópico del personaje al que representan...
-Son personajes arquetípicos, escritos con trazo grueso. Quería que cada uno simbolizase una idea porque el espacio de la novela apenas me permitía caracterizarlos de un modo muy profundo o atender demasiado a su psicología. El personaje central, el maestro, surge de un personaje real que se daba en los años 30. En la frontera entre Asturias y León existían ferias de maestros, igual que las de ganado, en las que la gente de la montaña podía escoger al maestro que se llevaba a los pueblos y cuyo jornal era la comida que hacían cada día y cada noche en las casas de los padres de los niños a los que daba clase. Me pareció curiosa esa figura que está tan cercana pero que parece que remite a una España de hace cientos de años. Me apetecía mucho que el personaje del maestro saliese de esa realidad fidedigna e histórica.
-La guerra cede por primera vez protagonismo a otro hecho atroz para situarse casi como mera espectadora. ¿No le interesaba relacionarla demasiado con la acción?
-Es una especie de marco que no cumple un papel decisivo en el libro, son otros elementos los que ayudan a generar ese clima de negrura, de violencia, de ignorancia, de la brutalidad del entorno... El campo y la montaña asturiana realmente eran así; Asturias es un país detrás de las montañas y la vida en el campo y la montaña estaba llena hasta hace poco de lugares oscuros y atavismo.
-¿Cuánto de Asturias tiene ese lugar, Promenadia, que ha creado?
-De ese mundo rural, mucho, pero la palabra Promenadia en mis libros la utilizo casi como un talismán. Frente a lo que hacen muchos escritores, que generan un espacio reconocible que permanece de un libro a otro, en mis libros queda solo el nombre, porque Promenadia cambia de uno a otro, ha aparecido en cuatro o cinco libros y nunca es igual. Es una palabra que me gusta y que ha quedado como talismán; cuando lo escribo es como si estuviese en casa.
-Cuando termina un libro y empieza la vorágine de crear algo nuevo, ¿le cuesta desprenderse de la historia o de los personajes que deja atrás?
-No mucho: quedan ahí y dejan de pertenecerme directamente para formar ya parte de los lectores. No siento nostalgia de los libros que termino; al contrario, me desprendo de ellos gustosamente.
-Medusa, su próxima novela, ya está prácticamente lista...
-Sí, aparecerá el otoño que viene. Desde que llegué a Seix Barral en 2007 he publicado mucho. He seguido mi rutina de trabajo y no sé si se mantendrá, porque a este ritmo cuando tenga 60 años tendré publicadas 30 novelas y no creo ni que tenga tantas cosas que contar ni que eso sea lo más saludable.
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