"El destino no está escrito por dioses caprichosos"
El madrileño hace mañana parada en Córdoba en su gira 'Todo empieza y todo acaba en ti', su octavo disco de estudio: una colección de canciones para recuperar la fe en el futuro
Entre la memoria de los peces y los paraísos desiertos, los sueños de un hombre despierto y las naves que arden más allá de Orión, Ismael Serrano propone mañana (20:30) en el Gran Teatro un recorrido por su trayectoria musical que tendrá como eje su último trabajo, Todo empieza y todo acaba en ti.
-Un disco que parece surgido de cierto combate o tensión entre la inquietud y la esperanza.
-Supongo que ese es el estado de ánimo inevitable en estos tiempos, la preocupación por la deriva de los acontecimientos, por el retroceso en derechos, los recortes brutales y la crisis en que vivimos, y la certeza de que tienen que existir alternativas y que la ciudadanía será capaz de asumir el protagonismo que le corresponde. Y esto se amplía a todos los ámbitos de la vida: tener fe en el ser humano, levantar la mirada aun cuando el mundo parece derrumbarse, supongo que es un instinto natural de toda persona y quizá algunas de estas canciones son un canto a ese ánimo.
-En una situación como la actual, ¿hay en este disco una búsqueda de refugios cada vez más personales e íntimos?
-No creo que se trate de refugiarse y de aislarse sino de, en tiempos de crisis, ahondar en uno mismo, revisarse por dentro para buscar en algún punto las responsabilidades que correspondan y, sobre todo, la llama que alumbre el futuro. Revisarse para ver qué puede hacer uno para cambiar las cosas y huir de la resignación. Es cierto que la música es un refugio en muchos aspectos y una terapia muy saludable, pero siempre la he entendido como un lugar de encuentro en el que establecer vínculos y buscarse en otras personas, en el reflejo que te ofrece el prójimo. Creo que son procesos compatibles: revisarse por dentro pero con el propósito de establecer lazos, porque la música sirve fundamentalmente para eso, para sentirse acompañado.
-Afirma usted en la canción Despierta que nada está escrito para siempre...
-Gran parte del discurso que trata de justificar la crisis intenta presentar como inevitables, casi como dogmas científicos, ciertos postulados políticos para los cuales existen alternativas. El destino no está escrito por dioses caprichosos. De lo que se trata es de quitarle a la ciudadanía su consciencia en lo que respecta a su capacidad para influir, que crea que poco se puede hacer, que escuche hablar de la crisis como si fuera un tsunami, un huracán, un fenómeno de la naturaleza. Hablar de los ajustes como algo obligatorio, como un deber ineludible, responde a la idea de desideologizar una postura política que responde claramente a un tipo de ideología, unos dogmas ideológicos que son además los que nos han traído hasta aquí.
-En la misma canción habla de un abril que llegará pero oscuro y sin claveles, y en Habrá que someter a referéndum afirma que quieren robarnos la primavera. ¿Quién quiere hacer eso?
-Ese abril llegará si no somos capaces de despertar. ¿Quién quiere robarnos la primavera? Estamos asistiendo al desmantelamiento del bienestar, de derechos que han sido adquiridos después de muchos años de esfuerzo y sufrimiento; creo que no somos muy conscientes del esfuerzo que nos ha costado llegar hasta ahí. Hace poco leía unas declaraciones del presidente de la patronal en las que decía que el hecho de que la gente joven no repare en las condiciones en las que está trabajando porque es un privilegio el simple hecho de trabajar, para él es una oportunidad, lejos de ser un problema. A mí me parece terrible, igual que escuchar a Rajoy decir que no ha cumplido sus promesas pero sí su deber. Se está vaciando la democracia de contenido cuando se dice que cumplir los compromisos adquiridos con los ciudadanos que te han votado no es lo prioritario y no es el deber del político. Entonces, ¿ante quién responde el político? Le están robando protagonismo a la ciudadanía. Esta crisis está revelando en muchos casos los déficits de esta democracia, y los está agravando.
-Luces errantes está dedicada a los niños de Gaza. ¿Cómo surgió esta iniciativa?
-La Agencia para los Refugiados de Palestina de Naciones Unidas nos propuso participar en un proyecto de solidaridad que recauda fondos para iniciativas que ellos desarrollan con niños en Gaza. Esta agencia se nutre de donaciones de los países, que en tiempos de crisis se han reducido dramáticamente, por lo que se ha visto obligada a buscar la complicidad de la ciudadanía y pedir a la gente que aporte. La agencia ofrece los servicios y coberturas propios de un estado a millones de refugiados repartidos por Palestina, Jordania, Siria…, distintos países. Nos invitó a ir a Cisjordania en lo que fue una experiencia maravillosa y muy impactante. Estuvimos grabando en Ramala con los niños del coro de un conservatorio. Fue una experiencia alucinante: trabajar con los niños, ver su realidad, que es terrible, ver su entusiasmo y el de los cooperantes...
-Además de las que cita en el disco, ¿hay más cosas que habría que someter a referéndum?
-Seguramente sí. Lo que uno viene a decir es que se nos consulta bastante poco. Se trata a los ciudadanos como si fuésemos niños con el juicio nublado y nula capacidad para saber decidir lo que nos conviene en el futuro. Creo que no es así y que en ese perfeccionamiento de la democracia que muchos reclamamos está el hecho de hacerla más participativa, tratar a los ciudadanos como adultos capaces de decidir por sí mismos en muchos aspectos.
-¿Cómo está yendo la gira?
-Con mucho esfuerzo estamos consiguiendo tener una gira en la que el público está respondiendo muy bien. Tengo que estar muy agradecido porque soy un privilegiado por el hecho sólo de tocar en las ciudades en las que estoy tocando. En el gasto del ciudadano la música o la cultura no son a veces prioridades porque tiene otras necesidades que cubrir de forma más urgente, y por otro lado toda la ayuda pública ha desaparecido y a esto hay que añadir la subida brutal del IVA de 17 puntos. Pero tenemos la posibilidad de estar girando, que es la esencia de este oficio.
-Regresa usted a Córdoba, una ciudad con la que tiene una relación muy especial.
-Sí, porque hemos tocado mucho allí, porque mi padre estuvo trabajando en Córdoba y hemos ido muchas veces y ha habido momentos muy especiales en mi vida. Siempre ha sido una ciudad generosa con nosotros. Volvemos al Gran Teatro y también hemos estado en el Festival de la Guitarra, y además un año compartiendo cartel con Silvio [Rodríguez], hemos tocado en el Teatro de la Axerquía, un sitio maravilloso al aire libre… He vivido allí momentos muy bonitos en lo personal y en lo profesional.
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