"Estoy muy viejo para sufrir preguntándome qué piensan de mí"

Antonio Villa-Toro ha regresado esta semana a Córdoba con motivo de la inauguración de la exposición que revisa los 60 años de arte contemporáneo en la ciudad, en la que participa con un cuadro que puede verse en la sala Vimcorsa. Lúcido, irónico, libre, Villa-Toro tiene entre sus proyectos la exhibición en Riad (Arabia Saudí), a comienzos del próximo año, de su reciente serie pictórica sobre Medina Azahara.
-¿Qué le parece la exposición de los 60 años?
-Me parece fenomenal, ya es hora de que en Córdoba se empiecen a mover y de que cuiden a sus artistas. En Córdoba hay mucha gente, joven, menos joven y gente vieja, incluso agonizante como yo, que pinta muy bien, y muchos artistas que han tenido que dedicarse a otra cosa: es una pena, una pérdida terrible para la cultura. Me parece muy bien que esté cambiando esto porque Córdoba ha sido siempre muy Medea. Si cambia ahora y se hace, en vez de una madrastra asesina, una buena madre, será fantástico y se mostrará que vamos por el buen camino.
-Quizá Córdoba no se ha llevado tan mal con la modernidad como hemos pensado hasta ahora...
-Córdoba tiene un pasado de los más importantes del planeta y eso pesa mucho, es muy difícil de vencer. El pasado de Córdoba romano, islámico..., quién supera eso. A Córdoba no le hace falta ser capital de la cultura de nada, es Córdoba por sí misma, no hay que mendigar ningún título. Con ese pasado tan abrumador, no se ha preocupado demasiado del futuro, creía que podía vivir de eso. Ahora empieza a cambiar. Yo envidio un poco a los sevillanos, que se levantan y dicen: "Qué bonita está Sevilla". Eso me parece fantástico. Deberíamos ser nosotros, que somos más importantes que ellos culturalmente, los que dijésemos: "Qué bonita está Córdoba, qué ciudad tenemos".
-¿Cómo ve usted Córdoba desde fuera?
-Córdoba se ve como lo que es, y yo la adoro y la echo mucho de menos. Echo de menos todo: el desayuno de pan con tomatito y aceite de oliva, ir a Castro del Río y meterme por la parte de los molinos de aceite, el Museo Arqueológico, las Tendillas... Me fui con 23/24 años a Madrid: hice Bellas Artes en Sevilla e inmediatamente me fui a Madrid. Después estuve en Londres haciendo un curso de restauración. Llevo 40 años fuera y todavía, cuando sueño, estoy en una calle, en un rincón de Córdoba. Fíjate qué fuerte es para mí como punto de referencia. Yo estoy en Madrid por mi trabajo, y tengo un buen estudio en la sierra, pero si no tuviese preocupaciones profesionales viviría en Córdoba; no en la ciudad, porque mis pasiones son dos gatos, un perro y un caballo y eso no se puede tener en un piso: viviría en un pueblecito cercano o en la sierra. A mí me encantaría morirme en Córdoba.
-En su juventud, ¿cómo era el ambiente artístico de la ciudad?
-Había muy poca comunicación y los grupos teníamos todos muchas ganas de luchar. No era como ahora, que tocas una tecla en el ordenador y puedes ver el museo del mundo que quieras; antes tenías que acceder a los libros, que cuando yo era pequeño empezaban a ser en color. Yo aprovechaba cuando podía para escaparme, para ir a Madrid a ver el Prado, a París... No había tanto artista bueno como ahora. Yo he visto en Córdoba gente muy joven y muy buena, instalaciones muy bonitas y arte conceptual muy interesante. A mí me interesa todo en el arte, desde el Paleolítico hasta lo que se va a hacer pasado mañana. Y en Córdoba he visto cosas muy buenas, ahora mucho más que cuando era joven.
-En esta exposición está usted en el capítulo de la posmodernidad. ¿Se considera un posmoderno?
-No me considero nada. Cuando tenía 20 años me preocupaba la moda en el arte; ahora que tengo 60 [confidencia cómplice en voz baja sobre su verdadera edad], me preocupa hacer lo que me gusta, y lo mío con el arte es un encuentro gozoso, es disfrutar. Yo no concibo que un artista lo tenga que pasar mal: el arte es un encuentro con la belleza. No me interesa la moda para nada.
-Va a mostrar su obra reciente sobre Medina Azahara en Arabia Saudí. ¿Cómo afronta este proyecto?
-Yo conozco Medina Azahara desde que empezó a surgir. Cuando fui por primera vez, el salón de embajadores no estaba ni siquiera en pie. Con el dinero que está desapareciendo misteriosamente en Andalucía, miles de millones, que se dedique un poquito a un patrimonio de la humanidad parece pertinente. Medina Azahara ha sido uno de los palacios más importantes de la humanidad: Versalles, comparado con Medina Azahara, era una habitación de realquilado con derecho a cocina. Que tengamos eso ahí tan cerca y que ahora se esté poniendo en pie me parece fantástico. Para mí es mágico. Me transmite mucho el encanto de las ruinas. Yo me fijo mucho en los pequeños detalles, un yeso perdido, el encuentro casual con la magia...
-¿Paseando por las ruinas surgió el proyecto de la serie pictórica?
-Son cosas que nunca premedito. Lo de Medina Azahara lo tenía en mente desde hacía tiempo, trabajar con arenas del desierto y coger anécdotas que para mí representaran la totalidad de Medina Azahara. Creí que había terminado la serie pero ese trabajo inicial me ha dado pie para otra serie de formatos mucho más grandes, con un concepto más matérico y más escueto.
-Es una visión interpretativa muy personal del yacimiento y de sus elementos arquitectónicos y decorativos...
-Todo está ahí: no es una interpretación de mi subconsciente. Los elementos de los cuadros están en la realidad.
-Un ejercicio creativo reforzado por la memoria y la imaginación...
-Sí, pero basado en bocetos, porque estuve en el museo maravilloso que han hecho, que me parece un callejón de Bagdad y La guerra de las galaxias a la vez, me compré un bloc pequeñito y me puse con un rotulador a hacer bocetos como un loco: no sé si son buenos o malos, o precipitados a lo mejor, pero son el punto de referencia para los cuadros. Vine tres o cuatro veces, me perdí y de ahí salieron los cuadros.
-¿Cómo surgió el proyecto de exponer en Riad?
-Nos lo propusieron por medio de un mánager. Ahora nos han propuesto también exponer en un palacio en Cuenca y yo en realidad ya estoy muy cansado de exponer y de llevar cuadros para arriba y para abajo, pasear obra... Yo soy un currante del arte y vivo de vender obra, y cuando hay una buena galería en Londres o donde sea, allí estamos, y también vendo a coleccionistas en mi estudio. Lo de Arabia Saudí fue un poco de carambola y nos lo pensamos muy bien, porque yo me preguntaba: ¿y si nos sale mal? Ya se han llevado 20 cuadros y se van a llevar más. Hay una cosa que para mí es una perversión: hacer pequeños paréntesis para hacer arte clásico, pintar muy figurativo, como un pintor del Renacimiento, y a partir de un retrato que le hice a Encarna [Castillo, su representante], me han salido muchos retratos, al principio me daba pudor pero los voy a hacer. A ver si soy capaz de hacer un buen retrato como Julio Romero de Torres o como Rafael.
-¿En qué momento de su trayectoria se encuentra?
-En un momento feliz. Mi encuentro con el arte es gozoso. El día que no pinto me encuentro fatal. Por fin me he podido liberar del pensamiento de si estoy haciendo algo correcto o no correcto, moderno o no moderno..., y al liberarte de eso ya todo va sobre ruedas. Yo estoy ya muy viejo para sufrir preguntándome qué piensan de mí y qué voy a hacer. Lo que hago, lo hago, y si no está bien ya es tarde para rectificar.
-¿Piensa en el futuro o sólo en el presente?
-Pienso en el presente, en vivir a tope, y en que no me debería morir nunca, seguir pintando toda la vida, siendo rico y famoso y terriblemente poderoso.
-Esa relación con la materia pictórica, con el lienzo, el pincel..., ¿cómo evoluciona con el paso del tiempo?
-Cuando yo era pequeño, escuchaba: "Mira, ese es un cuadro hecho a mano". Y me gusta ese concepto. Me gusta ese concepto de lo artesanal, con utilización de los pinceles, las espátulas, los dedos... No me interesa como opción personal, aunque la respeto y hay cosas que me gustan, el arte digital. Lo he hecho y no me ha convencido. A mí me gusta la etnia, tocar el arte.
-¿Cómo ve la relación arte-tecnología?
-La tecnología es buena para la formación de cualquier tipo de artista, pero no para que un pintor sea un pintor. Un pintor como yo utiliza la tecnología para informarse, para estar un poco al día. Para completarse. Yo siempre estoy aprendiendo y en este sentido Internet es un vehículo fantástico. Internet es Dios.
-¿Cómo se consiguen las arenas del desierto...?
-Yo, que como te he dicho soy muy viejo, un anciano agonizante, coleccionaba arenas, me traía saquitos de Egipto... Y no sabía qué hacer con ellos. Ahora sí lo sé: parece que lo hubiera premeditado durante tantos años.
-¿Cómo ha vivido el arte esta crisis?
-Es un tema delicado, porque si digo que yo la crisis no la he sufrido parece una frivolidad, pero no la he sufrido porque no he dependido de España sino de galerías de fuera, de marchantes de Alemania... Sé que hay pintores mucho mejores que yo que lo han pasado mucho peor que yo.
-¿Qué tipo de respuestas o de alivios ha encontrado en la pintura?
-Si no pudiese pintar, no sería nada. Para mí la pintura se ha convertido, más que en un trabajo, en una confabulación. Cuando pinto me lo paso tan bien... Tengo mis ritos: me pongo mi música, mi café... Cuando era pequeño me preocupaba que se manchase el sueño y ahora tiro la pintura al suelo a conciencia y guarreo. Creo que cuando pinto estoy haciendo algo indebido, malo. Y lo malo siempre es bueno, claro. Pintar para mí es vital, casi tanto como comer y respirar.
-¿Qué le interesa más de un cuadro: la belleza, el misterio, la ejecución...?
-Yo creo que es un todo. La composición es importantísima. A mí me ha llegado un artista muy importante y muy amigo mío y me ha dicho que en una pincelada suya está resumido todo Velázquez. Y le dije: "Estás muerto". Con lo alucinante que es la aventura de empezar un cuadro y no saber... Yo tengo la sensación de que cada cuadro es el primero que pinto. Hay como una búsqueda, a veces se encuentra y a veces no, pero cuando consigues algo parecido a lo que tienes en la cabeza te sientes enormemente feliz. Esas dudas y esas ganas de trabajar son fundamentales.
-¿Cómo ve el panorama artístico actual en España?
-Había jurado no decir esto, pero..., así como en Córdoba veo muchos pintores jóvenes estupendos, que me han enseñado cosas muy interesantes, el panorama español de los artistas importantes, excepto tres, es un producto de marketing. Los grandes artistas ahora mismo en España se preocupan más de dónde va a estar su obra colgada que de la obra en sí. Pero el tiempo es un justiciero y a todos estos los va a quitar de en medio. Es un catalizador perfecto. Si hubiese nacido en París, Nonell habría sido tan importante como Van Gogh, pero no era nada, el importante era Ramón Casas, y sin embargo ahora a Casas no lo conoce nadie y Nonell se está reivindicando. Fíjate en el caso de El Greco. El tiempo pone a cada uno en su sitio.
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