Una película estúpida de Tono y Mihura

Una película estúpida de Tono y Mihura
Una película estúpida de Tono y Mihura
Alfredo Asensi Córdoba

16 de mayo 2015 - 05:00

Hubo una vez el planeta Mihura. Santiago Aguilar y Felipe Cabrerizo presentan esta tarde (19:00) en la Filmoteca de Andalucía su reconstrucción de Un bigote para dos, película perdida que introduce una singular cuña de transgresión en el panorama de la primerísima posguerra española. Antonio de Lara Gavilán Tono y Miguel Mihura son los responsables de este experimento cuya propuesta reconstructora puede verse hoy en Córdoba con presentación de los autores del ensayo Un bigote para dos. El eslabón perdido de la comedia cinematográfica española, recién publicado por Bandaàparte Editores.

"Digamos que podría escribirse la historia del cine español sin Un bigote para dos, pero no es nuestro caso", aclaran los autores, irredentos codornizófilos, porque "para cierta vía de comedia sí es interesante" esta cinta "por su humor disparatado y porque tiene poco que ver con la línea general del cine español del momento. Y sobre todo es una rareza, una película que no tiene prácticamente antecedentes ni consecuentes".

1941. Mihura y Tono, que vienen de la revista La Ametralladora, germen de La Codorniz, proponen a Cifesa doblar desde cero una película austriaca sobre Johann Strauss II y sus líos amorosos, Unsterbliche Melodien, de Heinz Paul. El resultado es Un bigote para dos, experimento desopilante y canibalizador (en un momento en que el país estaba para pocos chistes) en el que Mihura y Tono cambian por completo el sentido de la historia original con unos diálogos que alteran el discurso. Utilizando los rollos de la cinta primaria como plantilla visual, idean un argumento y unas conversaciones que nada tienen que ver con ella.

Un bigote para dos es "el eslabón perdido de la comedia cinematográfica española", según recoge la portada del libo que acaba de editar Bandaàparte, en el que Aguilar y Cabrerizo desarrollan su investigación en torno al filme: "Un proceso divertido. En un principio, lo que nos planteábamos era reconstruir la película para nosotros. Nos tiramos muchos años localizando la película austriaca original y cuando empezamos a ensamblar las piezas vimos que la cinta era sustanciosa. Y el estudio surgió de manera natural porque mientras hacíamos la reconstrucción vimos que hacía falta un poco de contextualización, explicar quién era esta gente y qué estaba haciendo. No partíamos de cero, hay una parte que ya teníamos muy trillada porque eran aspectos que la habíamos estudiado, La Ametralladora, las relaciones de ellos con el cine, los cortos que Jardiel había hecho antes y durante la guerra, que tienen mucha relación con lo que hacen Tono y Mihura, y una película contemporánea, Mauricio o una víctima del vicio, otro doblaje que hace Jardiel a partir de una película muda española de 1916. Se plantea el derbi de los humoristas, una especie de carrera por ver quién estrena primero, porque Jardiel dice que la fórmula es suya, en 1933 había hecho Los celuloides rancios, dice que es pionero en esto de los doblajes".

El libro de Aguilar y Cabrerizo, en su apartado contextualizador, repara en esa rivalidad Jardiel Poncela-Mihura. "Es una historia que viene de lejos. Jardiel, Tono y Mihura se conocían desde los años 20, cuando habían coincidido en las revistas de humor de la época como Buen humor y, a partir de 1927, Gutiérrez. Jardiel, que era de una generación anterior, siempre los miraba con una especie de precaución, ya que él se consideraba pionero en un tipo de humor y en hacer las cosas de una determinada manera, y veía que iban siguiendo si rastro. El encono principal es con Mihura, que empieza como dibujante pero a partir de un momento comienza a escribir".

En esa España deprimida y doliente, Un bigote para dos fue recibida "a gorrazos" por el público y "muy bien" por la crítica, como revelan los textos de la época recogidos por Aguilar y Cabrerizo en la obra. "La película es muy aplaudida por el mundo de la crítica, el teatro, el cine. Pero es verdad que el público la recibió de otra manera. De cara al estreno, el empresario del cine Rialto" de Madrid, que es donde se proyectó por primera vez, "temía que le quemaran el cine. Y pide a Tono y Mihura que vaya alguien a presentar la película, para ponerla un poco en contexto. Aguantó dos semanas en cartelera, que no está mal para la época. No tenemos muchas referencias directas de la gente que la vio, pero en la revista Radiocinema, que era un poco el Fotogramas de la época, ya se hacía eso de realizar un listado de las mejores y las peores películas de cada año, y hay un espectador que dice que lo peor que ha visto, con diferencia, es Un bigote para dos, y lo mejor, Sin novedad en el Alcázar". La cinta de Mihura y Tono suponía "un formato muy nuevo para la mayoría de espectadores, y más en aquella España terrible de posguerra, y hay críticos que dicen que está bien como experimento pero que 70 minutos de esto es demasiado".

Un bigote para dos, según las proyecciones que los autores han hecho, "gusta mucho a un tipo de gente que se encuadra en lo que se llama poshumor", ese tipo de dinámica humorística que en los últimos años puede encontrarse, por ejemplo, en Muchachada nui. La propia productora, Cifesa, la promocionó como "una película estúpida de Tono y Mihura". Hoy es arqueología gloriosa del cine español.

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