Oddity | Crítica
Interesante terror gótico y bizarro
Por las venas de Lila Downs (Oaxaca, México 1968) corre sangre de todos los mundos posibles. De padre gringo de origen escocés y madre indígena mexicana ha sabido exprimir la riqueza de ambas procedencias, instalarse en Nueva York y acercar su potente garganta a otras sonoridades. Comprometida con las comunidades olvidadas de su México natal, en su noveno disco, Ojo de culebra, se arrima aún más a la diferencia para hablar de su propia "transformación".
-Acaba de editar un nuevo álbum, ¿el más ecléctico de su carrera?
-Puede ser. La intención era buscar raíces de diferentes estilos musicales. Yo he estado muy influenciada por la música del sur de EEUU y de ahí parte esa inquietud. Pero he tratado de componer versos que traten de la transformación que he pasado, de la necesidad de sanarme, también en el espíritu. En Guaxaca y siendo una mexicana en EEUU he pasado situaciones difíciles. Y eso sale en mi música.
-El tema que abre el disco, Ojo de culebra lo interpreta con La Mari de Chambao. ¿Cómo fue la experiencia?
-Nos conocimos hace dos años en España pero las dos estábamos muy ocupadas recuperándonos de enfermedades. Gracias a que ella vino a México pudo grabar en el estudio con nosotros. Fue una maravilla verla trabajar. Yo cuando voy a cantar tengo que concentrarme mucho, calentar la voz antes, respirar... Pero ella llegó, entró por la puerta, empezó a cantar e hizo el tema en diez minutos. Me impresionó mucho su capacidad y la luz que desprende.
-Con Bunbury comparte otro tema, y otra experiencia diferente...
-Siempre me ha interesado buscar personajes de áreas muy distintas a las mías. Tuve la oportunidad de conocer a Enrique en un concierto en Madrid. Yo me había traído a mi madre y se puso a hablar con él. Al día siguiente me dijo: "¿Tú sabes que Enrique conoce a los chamanes de México?". Él llevaba tiempo queriendo hacer algo con nosotros y fue una buena oportunidad.
-¿Por qué llamarlo Justicia?
-Que te puedo contar de las historias encontradas que tenemos con respecto a la corrupción y la burocracia que todos sufrimos. Espero que al cantar estos temas uno sane de algún modo la desesperación.
-Dedica el disco "a los culebreros hombres de fe". ¿Con qué fin?
-En Guaxaca y Veracruz existen unos chamanes que curan de las picaduras de serpientes venenosas y que lo acompañan con un ritual de un misticismo parecido al prehispánico, que en muchas partes la Inquisición prohibió. Pero, afortunadamente, ha sobrevivido y adquiere algunos simbolismos culturales de los africanos que llegaron a México. Creo que la sanación de los curanderos es muy legítima. Claro que hay charlatanes en todas partes, pero vale la pena reivindicar estas tradiciones milenarias, y no mirarlas como algo del pasado que nos hace daño, todo lo contrario.
-Una forma de reivindicar la identidad indígena, tan presente en su música...
- Claro. Aún en México existen prejuicios incluso en países como Colombia, Perú y Venezuela. Hay mucha ignorancia acerca de la riqueza que aportan las comunidades indígenas. Vale la pena no olvidar que hemos sobrevivido, que estamos vivitos y coleando. No somos piedrecitas en los libros de arqueología. En EEUU ves a jóvenes indígenas que hablan perfectamente inglés, se mueven por el mundo y tienen una visión muy diferente de lo que significa ser indígena hoy.
-En uno de los temas rinde tributo al Black magic woman de Peter Green, ¿por qué esa elección?
-Viene a raíz de esta misma inquietud de la sanación. Lo escuché cuando estaba en la universidad y me dije, ¿qué está pasando aquí, qué dice la letra?, me pareció un poco misógina. Pero retomarla me da poder, fuerzas. Las mujeres podemos ser buenas y un poco malas también. Y estar orgullosas. Una pizca de maldad no hace daño.
-Y, por encima de todo, Mercedes Sosa y ese canto compartido a la tierra...
-Cuando compuse el tema pensé en esa nostalgia que tenemos todos los que andamos fuera de nuestro país en donde muchas veces se viven cosas con las que no estamos totalmente de acuerdo, como con los gobiernos, por ejemplo. Una tierra que se extraña y que a la vez es difícil estar con ella porque va pasando por cambios difíciles. Y ella también comparte ese deseo de cantarle a la tierra.
-Desde Nueva York, y con las inminentes elecciones, ¿dónde queda su esperanza de cambio?
-Yo en el momento que vi a hablar a Obama me identifiqué mucho con él, que es mitad anglosajón mitad negro. Ha tenido que demostrar su habilidad como político y esa parte no me gusta tanto. No creo que la gente vuelva a votar por el mismo tipo de gobierno que Bush.
-En los directos prácticamente se deja el alma, ¿le ayuda a sobrevivir en esta industria?
-Tiene mucho que ver que uno se identifique con el público y sea verdadero también. Vivimos ciclos de vida en los que a veces es más importante la apariencia que lo que hay por dentro. Será también la necesidad humana supongo, pero a veces no me encanta tanto.
-Se ha ganado un público fiel y a artistas que veneran su capacidad camaleónica. ¿Siempre ha sido así?
-Al principio, sobre todo cuando empecé a cantar temas en dialectos indígenas había mucha gente que no lo recibía bien y sigue pasando. Hay un público que no se identifica bien con esta corriente tan especial que es la identidad, muy importante para mí. Pero nadar a contracorriente nos hace más fuertes.
-¿Qué le queda de sus estudios de Antropólogía?
-Me queda la inquietud de buscar más en la música desconocida, incluso para los mexicanos y ponerla en el lugar que se merece con honor y orgullo. Hay aún mucho que aprender en el México profundo en la raíz africana y en toda su esa diversidad. En mi país se hablan 64 idiomas diferentes.
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