"Me atrae mucho saber cómo será el planeta dentro de unos siglos"

¿Viajar a Cancún? El escritor gaditano prefiere inventarse una agencia de viajes en el tiempo en el Londres de finales del siglo XIX en la novela 'El mapa del tiempo', Premio Ateneo de Sevilla 2008

Félix J. Palma, premio Ateneo 2008.
Félix J. Palma, premio Ateneo 2008.
G. Cappa

02 de marzo 2009 - 05:00

De poder viajar en el tiempo, la gente iría a parar directamente a Palestina en tiempos de Jesucristo, según una reciente encuesta. Pero Félix J. Palma ha preferido trasponerse a la Inglaterra victoriana en El mapa del tiempo (Premio Ateneo de Sevilla 2008). En el Londres de 1896 aparece Viajes Temporales Murray. Y hasta el propio H.G. Wells sufrirá los viajes en el tiempo cuando un misterioso viajero llegue a su época con la intención de asesinarlo y arrebatarle la autoría de una novela. Y no se trata del propio Palma, gran admirador del autor de The time machine.

-Viendo los encendidos elogios de la crítica, ¿está ya ojeando chalets en Sanlúcar?

-Bueno, una cosa es la crítica y otra el público, que no siempre van de la mano. Pero estamos muy contentos con las ventas y en breve aparecerá una segunda edición.

-¿Pero no le sonrojan calificativos como "una maravilla de principio a fin... Una obra maestra", que en el suplemento 'Qué leer' le dedicó Manu González?

-Al principio tenía mucho miedo porque considero que la novela es tan distinta de lo que se está publicando ahora que el lector podría decir: "¿pero qué es esto?". Pero también, al ser algo distinto, podría ser atractivo. Y parece que los lectores se están posicionando en esta segunda opción y la historia está gustando.

-¿Ya era hora de que la 'dictadura del realismo' dejara paso?

-Sí, desde luego.

-De poder elegir en una agencia de viajes, ¿preferiría viajar al pasado o al futuro?

-Hay épocas muy interesantes del pasado como la crucifixión de Jesucristo o la misma época victoriana. Pero yo siempre preferiría viajar al futuro. Soy lector de novelas de ciencia ficción y me atrae mucho saber cómo será el planeta dentro de unos siglos. Viajar al pasado es como ir a un parque temático.

-Pero también tiene su público. Que se lo pregunten a J.J. Benítez...

-Sí, pero eso sería para conocer una época en concreto o como simple turismo.

-H. G. Wells, al que homenajea explícita e implícitamente en la novela, ¿se habría sentido decepcionado de conocer cómo fue el año 2000?

-Él tenía una visión de la ciencia bastante contraria a la de Julio Verne, que era bastante positivista. Pero Wells fue el primero en preguntarse si la ciencia era buena o mala. De hecho, en el viaje que su protagonista hace al futuro en la máquina del tiempo él estaba haciendo una profunda crítica a la sociedad de la época victoriana y exageró sobre cómo podía acabar la humanidad con esa base tan clasista. Supongo que habría cosas que no le gustarían de nuestra época.

-Otro personaje suyo, Alberto Ballesta de 'Las corrientes oceánicas', también fantasea con el suicidio como el protagonista de 'El mapa del tiempo'.

-En algún otro cuento pasa igual. No es que me interese el suicidio, sino ese tiempo que corre entre tomar la decisión de quitarse la vida y desechar la idea. Alberto Ballesta decreta su suicidio para dejar de sufrir tras la muerte de su hijo pero no llega a suicidarse porque, en ese tiempo, debe buscar una pieza para completa el puzzle que su hijo dejó incompleto. Me interesan los personajes que viven de prestado. esas personas que durante un tiempo deben vivir y nada les importa, pero no están muertos.

-¿Qué pensaba un inglés medio a finales del siglo XIX?

-He intentado que la documentación no sea tanto para describir el escenario, que con el cine es un trabajo que ya está hecho, pero sí intentar describir cómo era la sociedad y la religión para que los personajes actúen en consecuencia.

-Wells tildaba a los escritores de embaucadores. ¿Se deja a su vez usted embaucar por otros?

-En la infancia lees de manera ingenua para dejarte cautivar por la historia. Pero cuando escribes tú pierdes esa inocencia al encarar las historias de otros porque te reconoces como embaucador. Yo intento disfrutar como lector pero hay una parte de mí atenta a los recursos del escritor, a la construcción de la historia... Es inevitable.

-¿Se ha sentido desbordado en algún momento al escribir la novela por el difícil engranaje de las tramas?

-Hay dos formas de escribir: ponerte delante de un folio y ver qué surge o sentarte cuando tienes la historia cerrada con las piezas que encajan a la perfección. Todo está planificado.

-¿En la línea del Pérez Reverte de 'El club Dumas'?

-Claro. Esta novela, al hablar de los viajes en el tiempo, te hace llevar una planificación muy cuidada porque habla de cambios en el pasado que repercuten en el presente. Yo me he levantado a veces en mitad de la noche viendo que había piezas que no encajaban.

-Los best-sellers patrios se llevan al cine con mala fortuna. ¿Si le llega una oferta se echará a temblar?

-Al contrario. Necesitaría eso sí mucho presupuesto porque la veo en la línea de Hollywood. Hasta algunos de los personajes están descritos como actores.

-¿Qué actor encarnaría a Andrew Harrington?

-No lo puedo decir porque he organizado en mi web un concurso sobre esto para que los lectores opinen. Sí es verdad que Johnny Deep es el que más votos tiene para encarnar a cualquier personaje.

-En su trayectoria tienen una gran importancia los relatos cortos. En esta novela pulula un gran número de personajes secundarios de época como Jack el Destripador, Bram Stoker... ¿Una manera de evitar la monotonía a la hora de escribir?

-Claro. Sobre todo lo ha determinado el narrador. Mis cuentos siempre han estado protagonizados por un solo personaje, como mucho él y su antagonista. Pero esta novela me ha permitido manejar un gran número de personajes. Al encontrarme con una novela coral lo primero que tenía que decidir era quién iba a ser el narrador. Tenía muchos personajes, quería hablar de todos ellos, pero ninguno de ellos me servía, por lo que tuve que inventarme un narrador omnisciente que viera a los personajes desde arriba, como quien mira un tablero de ajedrez y sabe en cada momento la situación en la que está cada ficha.

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