Luis J. Pérez-Bustamante

El rey desnudo

Desde la ribera

NO sé si será el frío que corre en la Ribera los días de partido o lo incomodo de los sillones, pero lo cierto es que el palco de El Arcángel otorga una personalidad especial a quien lo ocupa. Tenemos ahora en el sillón noble del Arcángel a un canario, sin plumas, que ha decidido revelarnos la verdad absoluta. Que vaya si es listo el tío, que hasta quiere que le recalifiquen por la cara unos terrenos para hacer la ciudad deportiva y nada más... Será que cuando llegó encontró las instrucciones de la prima pelá de Gómez sobre cómo hacer unas naves ilegales sin pasar por caja ni por oficina alguna. Porque Carlos González, don Carlos -no se me enfade-, es el nuevo Mesías de Córdoba. Que es una mente preclara la suya y los demás somos todos unos catetos. Los primeros los medios -casi todos, que siempre hay palmeros genuflexos-, los políticos municipales y provinciales, los banqueros traidores, los empresarios rajaos, los aficionados que no pagan 80 euros en un play off, las peñas díscolas, y el párroco que no se pone la estola blanquiverde al dar misa. Vamos, que menos mal que don Carlos tiene a su alrededor a su séquito que si no, no sé cómo sobreviviría el pobre en esta ciudad.

Así es don Carlos. El clarividente, el que humilla (o intenta) a los profesionales que llevan visto mucho aquí; el que sabe cómo hacernos grandes porque una vez se hizo una foto con un presidente frustrado de un gran equipo; el que se encanta en el espejo; el que nació sabiendo más que la Espasa Calpe; el hombre. El que disfruta vetando al que no le toca las palmas, el que hace de la amenaza cutre forma de ser, el que sueña con la Champions y ficha nombres de relumbrón que luego acaban en Segunda B. El que despelucha a los socios cada vez que ve el brillo de la moneda. El que si no subimos saldrá corriendo porque no verá negocio. (Por cierto, ¿ha pagado ya?).

Menos mal que usted, lector, y yo estamos ya espantados de salvapatrias blanquiverdes que intentan taparnos la boca porque no les estiramos la chaqueta. Como Gil, como Lopera, como hace don Carlos. El que más sabe de Córdoba. Bienvenido sea.

Ya de paso hágase alcalde, don Carlos, que seguro que nos lo arregla todo, que necesitamos mentes como la suya hombre. Que mientras usted nos gobierne seremos felices con el dedo metido en la boca. Y dé gracias a Dios de que su plantilla, aunque no le soporte, es muy profesional. Y de paso haga un vídeo para los Patios, que eso de aparecer ante la cámara parece que le gusta más que comer con las manos. Que es usted un campeón y los demás somos todos unos paletos. De esos a los que tanto denuesta en privado. Y siga soñando, que a lo mejor de mayor es presidente del Madrid, que para eso siempre le quedarán la Wii o la Play. Gracias don Carlos por enseñarnos a ser grandes. Los liliputienses mentales le rendimos pleitesía.... Gloria a Carlos I de Córdoba, el hombre de la reconquista. El rey desnudo. El nuevo Califa.

stats