La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
La tribuna
LEER es otra forma de viajar. Sin necesidad de engordar maletas, sin llenar de combustible el depósito de nuestro automóvil, sin tarjeta de embarque. Gracias a la lectura nos adentramos en otras vidas, recorremos caminos que desconocíamos, representamos nuestros sueños, crecemos, sí, crecemos. Cuando me dispongo a preparar mis vacaciones, le dedico mayor tiempo a los libros que me habrán de acompañar que a los pantalones o camisas que me he de poner. Leo durante todo el año, pero en este tiempo disfruto más haciéndolo, sin una reseña pendiente, por puro placer, seleccionando aquellos títulos que realmente me apetecen. Quejica permanente, debo de reconocer que los últimos meses me han deparado lecturas muy atractivas, suculentas, y que algunas de ellas viajarán en mi maleta para volver a retomarlas sin esas prisas que la rutina nos mete en el cuerpo, y en nuestras vidas, con demasiado frecuencia. Comparto esas lecturas, por si acaso aún se sigue pensando ese libro que leer en las próximas semanas. Comienzo por Yo confieso de Jaume Cabré. Emotivo diario de los años vividos por Adrià, algunos de ellos bajo la tempestad de la Historia, desde una tienda de antigüedades. Novela de sólida arquitectura, que nos habla del dolor, de la emoción y del recuerdo. Telegraph Avenue, de Michael Chabon. Sigamos con las distancias largas, y en este caso detengámonos en este narrador de largo recorrido. Chabon es de esos escritores que muestran camino, un adelantado, un visionario tal vez. En su última entrega nos ofrece una visión radiográfica del mundo en el que nos encontramos a partir de una pequeña tienda de discos, en la que no cesa de sonar buena música negra. Recientemente traducida a nuestro idioma, The Wanderers es la novela que Richard Price, al que todos conocemos por ser el guionista de la exitosa The Wire, publicó con apenas 24 años. Pandillas, tribus, exclusión y juventud frenética en esta obra de pulso y latido grave.
El siguiente título que recomiendo, Medea en los infiernos, del joven autor sevillano Diego Vaya, debo reconocer que me produjo cierto estupor cuando lo tuve entre mis manos, ya que se trata del XVIII Premio Universidad de Sevilla de Novela, y yo tuve la suerte de ser el I, cosas del tiempo. Diego Vaya nos ofrece una estupenda y atrayente historia sobre el peso del pasado, las emociones insatisfechas y la construcción de un futuro a partir de la nada. Concluyo el apartado novelístico, a pesar de que lo publiciten como un libro de relatos, con Así es como la pierdes, del dominicano establecido en USA Junot Díaz. Una obra sensual y majestuosa, de experiencias a flor de piel, de melancolía y de relaciones, de sexo y juventud, de sueños por alcanzar. Ya sí propiamente un libro de cuentos, Las frutas de la Luna, del granadino Ángel Olgoso, una nueva lección de este maestro indiscutible de las distancias cortas. En los relatos de Olgoso podemos encontrar mundos imaginarios, tactos muy similares a los nuestros e historias inquietantes, todos ellos narrados con una precisión de neurocirujano.
Sigamos estas recomendaciones literarias con un título híbrido: Extremoduro, de Profundis, La Historia Autorizada, que no es sólo un homenaje para consumo exclusivo de los fans de la banda extremeña -que también-. Javier Menéndez Flores traza la trayectoria íntima y pública de Extremoduro, indagando en sus letras, en la inquieta personalidad de Robe Iniesta, en sus leyendas, etc. Y concluimos con poesía, que el verano y las vacaciones también son propicias para la poesía, y cordobesa, que nos puede servir para calentar motores para la nueva edición de Cosmopoética, a comienzos del otoño. Tras la luz es el título del nuevo poemario -¿aceptamos haikario?- de Nacho Montoto, y que como su propio título indica nos ofrece una selección de textos iluminadores, resplandecientes, marcados por la emotividad y los recuerdos de ese niño que, afortunadamente, nunca nos termina de abandonar. Y aún haga un hueco para incorporar a su maleta Fuera de campo, la antología poética de uno de los grandes nombres de las dos últimas décadas: Pablo García Casado. Precisión, concreción, vida a espuertas, melancolía y mucha, mucha, realidad. Estos títulos u otros, tampoco se olvide de mi escalador -momento ego y publicidad-, se pueden colar en su maleta. En cualquier caso, no deje de soñar, de viajar, durante estas vacaciones. No deje de lee.
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