Hablemos de cine

HABLEMOS de cine, sí, aunque al ministro Montoro no le haga gracia, él se lo pierde. Sus declaraciones de los últimos días aún siguen coleando. ¿Cuáles? Con este señor es necesario especificar, el trabajo se acumula. Con lo de los sueldos, y su "subida moderada", nos tocó el alma a la mayoría, y con lo del "problema de calidad" del cine español se la tocó a los del gremio, pero también a tantos otros que hemos crecido y formado frente a la pantalla. Luego, el buen hombre, cuando vio la que había organizado, rectificó mediante un escueto comunicado de prensa. Rectificó sobre lo del cine, en los de sueldos sigue plenamente convencido, estoy por pedirle que me diga dónde se compró esas gafas que le muestran esa maravillosa realidad que solo él contempla. El otro ministro mediático, Wert, Mr. TT, en cambio, dice que el cine español es muy bueno, de gran calidad, yo creo que le tiene tanta estima, lo contempla tan poderoso y brillante, que no necesita de ayuda alguna, que se apañen solos, pensará. Pedro Almodóvar firmaba el otro día una dura carta contra la política del Gobierno de Rajoy con respecto al cine. Según el cineasta manchego, los populares se la tienen "jurada" a la gente del cine desde aquella gala de los Goya en la que el No a la Guerra se coló en el escenario. Yo, sin embargo, no tengo esa percepción, me parecería la supuesta operación actual como sacada de una intrigante obra de Shakespeare, meditada, sibilina, fría, a lo Juego de Tronos pero con Wert y Montoro de protagonistas (como los productores de la serie lean esto me denuncian, yo lo haría).

Creo que ya lo he contado, pero es que me viene como anillo al dedo -lo siento-, aún sigo impresionado. Una vez conocí un hombre que me dijo con orgullo, y no es ironía, tampoco estoy bromeando, que nunca había leído un libro, de la misma manera que nunca había visto una película en su vida. Yo me dedico a trabajar, sentenció. Esto me lo espetó después de que me presentaran como escritor, no es difícil deducir lo que pensaba de mí en ese momento -todo, menos bonito-. Ese hombre exhibía su inapetencia cultural con orgullo, sintiéndose un privilegiado, un ser entregado a la verdadera y más noble de las causas: el trabajo (que puede llegar a serlo, pero todo en su justa medida). Ese hombre que conocí, hagamos un ejercicio de imaginación, tampoco es tan difícil, que peores los hemos visto, con responsabilidades de gobierno, ¿ayudaría al cine español, o a los editores, o a los museos o impulsaría becas o programas de creación artística? La respuesta es bien sencilla: no. Pero su negativa no llegaría por rencor, por ajustar cuentas o tras un plan premeditado, no, llegaría por propia inercia, plenamente convencido del acierto y de la bondad de su negativa. Basaría su negativa en su desconocimiento, siendo un ejemplo perfecto de aquello que dice: sólo se puede amar lo que se conoce. Por tanto, lo que no se conoce, o se odia, o se ignora o se teme. De ahí que no esté de acuerdo con Almodóvar en esta ocasión. Tengo la impresión de que no hay guión escrito, que no hay venganza planificada, que todo es mucho más sencillo. Más sencillo y primario.

Despreciar el cine, despreciar la cultura, es el mayor síntoma de miopía que un gobernante puede exhibir. No es sólo privar a la población de uno de sus derechos esenciales, el acceso a la cultura en igualdad de condiciones, también es despreciar un importantísimo sector económico y laboral, sobre todo en un país como España. Renunciar y despreciar la cultura sólo puede desembocar en un empobrecimiento generalizado de la sociedad, en todos los aspectos. La cultura propicia otra clase de ricos, ricos en emociones, en inquietudes, en creatividad, ricos en sabiduría, en curiosidad. Ricos gracias a posesiones que no aparecen en el Ibex35, pero que generan mayores dividendos, que siempre cotizan al alza. Hablemos de cine, hablemos de cultura, reivindiquemos nuestra cuota de emociones, de evasión y de, también, sobre todo, conocimiento. No coincido con Almodóvar, o sólo coincido en parte. No es que quieran exterminar al cine español, quieren exterminar todo lo que suponga cultura, educación, inquietud, curiosidad, conocimiento. Siempre será más fácil de gobernar, no, dirigir y dominar, una sociedad adormecida que una con los ojos abiertos. La cultura es la ventana.