El balcón
Ignacio Martínez
Motos, se pica
La tribuna
VAYA por delante, declaración de principios, que a mí me gustan las mujeres insumisas. Mucho. Es más, no me gustan nada, pero nada, las sumisas, ya sean casadas o solteras. Qué aburrido debe ser tener una pareja sumisa o sumiso. Una pareja que te reciba en la puerta de casa, como ese anuncio franquista del brandy, con la batita de cuadros y las zapatillas de paño. Una pareja que dependa de ti en todos los aspectos, incluso en el económico, porque el ideal de la mujer sumisa es aquella que no trabaja fuera, que es una perfecta ama de casa, una madre abnegada y entregada, y una esposa fiel y esclava. Qué tostón tener así una mujer, una pareja, a tu lado, sin pretensiones ni ambiciones, sin inquietudes. Aburrido y mentiroso, no contar con una pareja con la que intercambiar opiniones, reflexiones, discutir, trazar alianzas, desencuentros, encuentros, y todo eso que se da en una relación de pareja entre iguales. Quien desea sumisión a su alrededor es porque no cuenta con la suficiente entidad y personalidad para mostrarlas a las claras y teme que salga a la luz su enanismo mental, su incapacidad para establecer relaciones y para expresar su posición, su opinión, sobre lo humano y sobre lo divino. Qué aburrido y enano mental debe ser todo aquel que busca en esta vida una pareja sumisa o sumiso. No quiero hablar del ya célebre libro de marras, no quiero incitar a nadie a acercarse, aunque sea por sano o morbo insano, a ese mendrugo cavernario impulsado por ese especialista en provocaciones varias que tan bien conocimos en nuestra ciudad.
Ha coincidido la aparición de este libro, de título infame, con el XXIV Feminario que, como cada año, por estas fechas, se celebra en Córdoba. 24 años ya, quién lo diría. 24 años de reflexión feminista, de debate, de hurgar en los rasgos más representativos y dañinos de la sociedad patriarcal. Y siempre, en estos 24 años, Rafaela Pastor al frente, referente de la Plataforma Andaluza de Apoyo al Lobby Europeo de Mujeres. En estos 24 años, Rafaela ha tenido que soportar todo tipo de insultos, descalificaciones y exabruptos. Ladran, cabalgamos. La llaman feminazi, sobre todo aquellos que consideran que feminismo, en un alarde de ignorancia, es justamente lo contrario que machismo. El machismo proclama la desigualdad de género, el situar a la mujer en un escalón inferior, mientras que el feminismo pretende una sociedad igualitaria, y que las mujeres cuenten con los mismos derechos y oportunidades que los hombres. O sea, el machismo va contra las mujeres y el feminismo no va contra los hombres, y todo aquel que lo entienda así es que teme no estar a la altura. Rafaela Pastor, así como las integrantes del Lobby, es un ejemplo de mujer insumisa. Mujeres que no admiten la desigualdad entre los géneros, que denuncian el maltrato y violencia que padecen, que se preocupan por no permanecer invisibles en el lenguaje, en los puestos de dirección o en la Historia. Mujeres que demandan su lugar en el mundo, a la misma altura, en las mismas condiciones que los hombres. Mujeres que luchan por recuperar el tiempo perdido y avanzar hacia la construcción de una sociedad entre iguales. Así son las mujeres insumisas. Me gustan las mujeres insumisas, definitivamente.
No quería hablar del libro, pero no puedo dejar de hacerlo, me ha salido un ramalazo a lo Umbral. Esclava, criada, sumisión, servil, obediente, son algunos de los términos que se repiten en el texto, y siempre aplicados a las mujeres, obviamente. Con esos términos, parece que se trata de una historia de la Inquisición, aunque cualquiera sabe. Un libro en el que se recomienda que olviden todos esos derechos conquistados en los últimos años, y en el que se obvia el gran mal que padecen las mujeres, la mayor expresión de la desigualdad, la violencia de género. No deja de ser una cruel ironía, macabra, que la Iglesia auspicie la publicación de semejante engendro y que, por ejemplo, nunca haya condenado con firmeza y sin tapujos la violencia de género. Parece que es la tónica de estos tiempos, la dualidad, cuando no la bipolaridad. Mientras hay quien proclama la sumisión como gran virtud de las mujeres, afortunadamente también hay quien denuncia las desigualdades existentes y reclama una sociedad más justa e igualitaria. Definitivamente, sin dudar, mujeres insumisas.
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