Félix Ruiz / Cardador /

Un ejemplo en El Viso

La vida vista

LLEGAN los días grandes para la localidad norteña de El Viso, en la comarca de Los Pedroches, que desde hoy y hasta el lunes acogerá la representación del Auto de los Reyes Mago, quizá el símbolo más evidente de su cultura, su folclore y su historia. Varias centurias contemplan a este espectáculo teatral popular, un tradición arraigada en lo más hondo pero todavía hoy muy viva gracias a la participación de en torno a 200 voluntarios. En todo lo que rodea al Auto lo que se observa es mucho amor, pero muchísimo, de la gente por sus costumbres y por su pasado y un espíritu de trabajo colectivo que consigue que un pequeño pero laborioso municipio de menos de 3.000 habitantes se pueda permitir ofrecer cada cuatro años una de las propuestas navideñas más interesantes de cuantas se programan en el territorio español. Recuerdo haber asistido de niño y de no tan niño maravillado más de una vez a esta escenificación de la infancia de Jesucristo y también me viene a la cabeza ahora alguna retransmisión en directo de Televisión Española de hace varios lustros. Lo que apasiona en realidad es que se haya conservado durante al menos casi dos siglos -su origen sigue estar claro del todo- y todavía hoy tenga un carácter horizontal que la aleja de la cultura oficial y escasamente participada que tantísimo abunda, por desgracia, en nuestros días. Frente a las miles de propuestas verticales que nacen de la mente de un político más o menos iluminado y rara vez se instalan en el sentir de la ciudadanía, el Auto se alza como una especie de señal ejemplarizante de que la sociedad en sí también puede organizarse y sacar hacia adelante durante años y años una tradición con el apoyo de lo público pero sin pivotar por completo en lo público. De hecho, más debería darse el caso de propuestas nacidas de la horizontalidad, de la gente común o de los artistas, para evitar que la cultura, sea alta cultura o cultura popular, acabe mediatizada por unos poderes que demasiado a menudo tienden a la instrumentalización en busca de sus propios réditos. Si en El Viso demuestran que se puede, también se podría en muchos más lugares. Yo estoy convencido de ello. Cuánta falta nos hace que crezca ese espíritu de amor sencillo por algo colectivo y esa capacidad de ser al mismo tiempo eficaces y autónomos. Desde aquí, mi admiración.

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