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REDUCIR la historia a conquistas, siglos y personajes es un error tan grande que quienes caen en él suelen vestir la máscara de la intolerancia. El debate sobre el nombre, la titularidad y la gestión de la Mezquita, en adelante Mezquita-Catedral, se polariza de tal manera que se centra en las conquistas, en los siglos y en los personajes. En esa visión sanchezalbornocesca que nos llevan contando 75 años sin ninguna fisura y que olvida la intrahistoria de los pueblos y de lo que hoy son nuestros límites políticos, hay mucha carga ideológica y ello motiva nuestras opiniones olvidando el término medio que debería presidir cualquier entendimiento democrático.
La Mezquita-Catedral es del pueblo de Córdoba, es patrimonio, nunca mejor dicho, de la Humanidad. Quien piense que es de la Iglesia por derechos de conquista o porque el Rey Fernando III el Santo echó a unos tipos que llevaban en la ciudad tantos años como los que ahora se intitulan el monumento, se equivoca de medio a medio. La Mezquita-Catedral se inscribe en el marco de la Iglesia porque la ha conservado, porque la ha mantenido y porque ha asentado allí sus reales desde hace ocho siglos, pero nunca por derechos de conquista ni todos esos cuentos de torneo medieval que nos cuentan. Es por ello que cuando el Obispo obligó a que figurara siempre el término Catedral, metió la pata hasta el fondo, pues ello ha generado, en una parte muy importante, todo este debate. Debate que por otra parte es una reacción lícita a un atropello semejante, porque ese monumento, por mucho que figure en los papeles no es de la Iglesia, sino de la humanidad que la alumbró y que la ha conservado. En este contexto, decir que la Mezquita-Catedral es de la Iglesia es tanto como decir que Medina-Azahara es de la Junta.
Sin embargo, quienes defienden las tesis contrarias a la Iglesia, no deben radicalizarse y negar el pan y la sal al Cabildo -conservador del monumento durante siglos-. Tampoco pueden caer en el oportunismo, porque la Junta encarga ahora estudios pero el PSOE y sus administraciones han dado mucho a la Iglesia.
¿Por qué todos estos estudios y campañas no se hicieron cuando el monumento se intituló por 30 euros? Es necesario por tanto un término medio en el que se incida, más que en la propiedad, en la gestión del monumento, para que sea transparente, útil a la sociedad y en la que todos sepamos en qué se invierte el dinero de los ciudadanos.
Luego la Iglesia que siga como desde hace ocho siglos, pero que no manipulen ni toquen la esencia de lo que es de todos.
La Mezquita es tan grande que no cabe en el término Catedral.
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