
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Ritual
Desde la ribera
CÓRDOBA tiene una enorme capacidad para generar debates eternos y absurdos. La histórica tendencia de esta ciudad de generar opinión en conciliábulos alrededor de una mesa camilla ha convertido en habitual algo que no debería serlo: la tendencia a buscar complicaciones allí donde no las hay. Da igual que sea uno de izquierdas o derechas, musulmán, judío o católico, del Barça o del Madrid, monárquico o republicano. La cosa reside en sentarse alrededor de una mesa y decidir qué ser humano está haciendo algo que nos molesta para, a continuación, trazar un plan para desmontar sus actos. Del enlosado del Puente Romano al puente oxidado pasando por el Ojo del Califa no ha habido proyecto, idea o pensamiento que no se haya encontrado de frente con un grupo organizado para tumbarlo todo. Ahora le toca a la Mezquita.
Antes de seguir hemos de aclarar que gran parte de la polémica que envuelve al histórico edificio se la ha ganado a pulso la propia Iglesia a través del obispo Demetrio Fernández, quien nada más tomar posesión de la silla de Osio se apresuró a decir que por aquellos lares no había pasado nadie con turbante más que para echar abajo la basílica visigoda de San Vicente Mártir. Flaco favor le hizo el prelado al Cabildo al decir semejantes palabras, tan flaco como todas sus declaraciones posteriores diciendo que aquí lo que hay es una Catedral y punto.
Pero, aclarado esto, no hay más donde rascar. Ahora surge una plataforma para pedir que la Mezquita sea de titularidad pública bajo la peregrina argumentación de que la Iglesia la inmatriculó a su nombre con nocturnidad y alevosía en 2006 por 30 euros. Vaya coincidencia, treinta monedas dan mucho de sí en la historia de la Iglesia. Ahora hay una plataforma que recaba firmas en internet para que las administraciones se hagan cargo del edificio y una de esas administraciones, la Junta, les hace caso y anuncia a bombo y platillo que va a estudiar la cosa por si puede hacer algo. Lo que nos faltaba, la Mezquita metida en campaña electoral. Si Abderramán levantara la cabeza.
Dicen quienes propugnan el uso público del edificio que permitir a la Iglesia que siga en él es lo más parecido a un sacrilegio e incluso, haciéndole un favor a la ciudad, se van a la Unesco a tocar la moral por si de camino somos capaces de quedarnos sin declaración de patrimonio. No estoy con la plataforma. Lo digo aquí alto y claro para quien me quiera oír, pero seguiré contando todo aquello que haga porque en eso consiste la libertad de expresión. Libertad que no se respeta en todas partes y que a mi me permite decir que después de ocho siglos me parece una memez que la Iglesia tenga que sacar las escrituras notariales del templo para demostrar que durante estos ochocientos años ha sido la encargada de mantenerlo limpia y aseadito. Me declaro sorprendido con el tema, lo reconozco. No doy crédito a esa inesperada revelación que ha hecho que ahora nos demos cuenta de que hay curas en la Mezquita y debemos salvarla del imperio del alzacuellos. Qué culpa tendrá la Mezquita. Con lo bien que estaba ella con sus siglos de historia sin que viniera nadie a salvarla o negarle su pasado musulmán.
También te puede interesar
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Ritual
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Luz antigua
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Milagros de plástico
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Mr. Darcy al habla
Lo último