
Crónica personal
Pilar Cernuda
Público y privado
La tribuna
VENGO siguiendo el asunto de nuestra Mezquita-Catedral (oxímoron donde los haya) y, cada día, mi capacidad de asombro ante algunas sandeces que se vierten en los medios de comunicación y las terribles redes sociales (reducto, en algunos casos, para expeler la ignorancia, la envidia y la vileza del ser humano) se magnifica, llegando a un estado de lamentable regocijo, no exento de repulsa, provocado por los fautores de las tesis laicistas e islamistas sobre nuestro insigne monumento.
Alguien dijo que quien olvida su Historia está condenado a repetirla, lo que, al día de hoy, se puede "reciclar" afirmando que quien quiere reescribir la Historia, acaba por envilecerla y prostituirla, provocando de nuevo el encontronazo de civilizaciones y de la propia condición humana. Me explico.
Nuestra Mezquita-Catedral (el obispo de la diócesis, teniendo razón en llamarla catedral, porque lo es, se ha metido en un turbio charco al hacerlo, pues en esta tierra de displicente y negativo sosiego todos hemos asumido que es también la mezquita de Córdoba) fue iglesia visigoda (Basílica de San Vicente), reconvertida en mezquita, tras arrasarla, y en catedral, tras conservarla e impedir que los moros la incendiaran y acabaran con ella. Sigo intentando explicarme: cuando Fernando III asedió Córdoba en la Reconquista (ojo al término, que no dice conquista, sino "reconquista", ergo, recuperación de algo que antes era propio, aunque perdido como botín de guerra), en las múltiples negociaciones que se hacían en estas hazañas bélicas, en la que su superioridad era manifiesta, planteó el abandono de la ciudad por parte de sus habitantes, para no hacer sangre inútil, obteniendo por respuesta de los moros (el término no es despectivo, sino el propio de la época, derivado de su origen de la Mauritania) que, si no los dejaba salir con sus riquezas, incendiarían la mezquita, destruyéndola, es decir, estaban dispuestos a hacer ascuas con su mezquita. El rey católico, en esta tesitura, optó por mantener el monumento negociando incluso con los que abjuraban de su preciada posesión: permitió que salieran de Córdoba con las riquezas que pudieran llevar en sus manos, desistiendo de quedarse con el botín de guerra que le pertenecía por Derecho, con lo que se puede hablar en toda regla de un pacto a través de cual asumía la propiedad de la misma, sin necesidad de invocar el botín de guerra. En suma, los moros vendieron al rey católico su mezquita para salvar su pellejo y riquezas.
Ítem más, cuando se tomó posesión de la abandonada mezquita, dispuso que entraran en ella, antes que el pendón real (que no era ninguna persona digna de oprobio, sino el símbolo de su poder, dicho sea para los ignorantes "portacoces" de algunas instituciones), la cruz, portada por el Maestre Fitero, posterior obispo de la diócesis, significando la donación a la Iglesia de esta mezquita, tomando posesión pacífica de la misma y consagrándose como catedral el 29 de junio de 1236, entrando en la misma el rey, en condición de creyente que no de propietario, al día siguiente. Esta posesión pacífica y reconocida como propiedad de la Iglesia en múltiples documentos desde antiguo (incluso por los sucesivos Reyes de España y por compraventas al Cabildo de parte de su habitáculo para hacer capillas, como la del Inca Garcilaso de la Vega), se ha mantenido hasta nuestros días, lo que, advera que no se pueda discutir en Derecho el pleno dominio de la Iglesia sobre este monumento.
Por otra parte, el hecho de su declaración en 1984 como Patrimonio Mundial de la Humanidad no la convierte en un bien de dominio público: "los que, siendo de titularidad pública, se encuentren afectados al uso general o al servicio público, así como aquellos a los que una ley otorgue expresamente el carácter de demaniales", según el artículo 5 de la Ley de Patrimonio de las Administraciones Públicas, sino por alguna de las formas previstas en el artículo 15 de esta Ley (por atribución de la ley, a título oneroso, con ejercicio o no de la potestad de expropiación, por herencia, legado o donación, por prescripción y por ocupación), incluso con presunción de su carácter patrimonial en principio.
Ni la Junta de Andalucía, desde su ignorancia y brindis al sol (aún a título personal), ni el Estado, ni el sursuncorda pueden ignorar la legítima propiedad de la Iglesia sobre la Mezquita-Catedral, ni entrar a saco a adquirirla. Cualquier acción en este sentido, por otra parte, contando con la actual "movida", lo que plantea es ¿qué intereses, incluso geoestratégicos, religiosos e ideológicos, hay detrás de la misma?
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