La Gloria de San Agustín
Rafalete ·
El frío de fuera
LA noticia, aunque esperada, causó cierta sorpresa. Un breve comunicado anunciaba que la sociedad propietaria de la plaza de toros de Córdoba, y su último gestor, Ramguertauro, rescindían de mutuo acuerdo el contrato que les unía. El desenlace era el esperado. Los últimos acontecimientos aceleraron el final. Los incumplimientos, pérdidas económicas alegadas, los juzgados, los pobres carteles, así como los tristes resultados, forman ya parte de la historia. Ramguertauro pasará a la misma como una empresa exótica, venida del otro lado del océano, que lo intentó, pero que al final fue fagocitada por la complejidad de la gestión exigida por el coliseo cordobés.
Ahora se abre una nueva etapa. La sociedad propietaria de Los Califas deberá hilar fino. Debe buscar a alguien que gestione el coso en el futuro con éxito. La plaza de Córdoba vive un momento muy complicado y difícil. Se ha dicho en muchas ocasiones que se ha tocado fondo, pero cada vez está más hundida. El objetivo es complicado, muy complicado. La crisis económica, el momento por el que atraviesa la fiesta en general y la diversidad de espectáculos de ocio, hacen que reflotar esta plaza sea una empresa casi imposible.
Lo primero que se debe de hacer es buscar la personalidad de la misma, que la ha perdido con el paso de los años. Palpar a la afición a través de sus peñas, y aquí sería vital la participación de la Federación Provincial de Peñas Taurinas, así como del público en general. Sería un trabajo a pie de calle. Conocer de primerísima mano los gustos, si es que los hay, de la afición cordobesa. Una afición que en los últimos años ha mostrado un comportamiento extraño. Una afición que ha acudido en masa a la plaza con un cartel de figuras, caso de Finito, Morante y Manzanares, y luego ha dado la espalda a otro, de igual categoría, conformado por Miguel Ángel Perera, David Mora y Alejandro Talavante. Afición bipolar que lo mismo puso el cartel de "No hay billetes" hace años con una corrida de Victorino Martín que años después, y con la misma ganadería, no ocupó nada más que un tercio de plaza. Hay que buscar una identidad propia, por historia y por tradición. Córdoba la tiene, olvidada con el paso de los años, eso sí, y ahora toca volverla a encontrar.
No basta con encuadrar a la afición, o la plaza, como torista o torerista. Esa división por sí es artificiosa, rebuscada y falsa. La fiesta de los toros no tiene nada más que un camino. El de la integridad y la verdad. Con eso bastará. Caer en el modelo impuesto por el actual sistema es caer en un modelo fallido. A la vista está. Córdoba ha organizado sus últimos ciclos a modo y gusto del sistema imperante, y todo ha sido un fracaso. La mediatización no sirve a largo plazo. Es pan para hoy y hambre para mañana. ¿De qué sirvieron los llenos con José Tomás, si luego el rojo almagra de los nuevos asientos fue predominante tarde tras tarde?
También se necesita una empresa dispuesta a trabajar por la plaza. Visto lo visto durante los últimos años, no vale alguien que venga en abril, presente unos carteles y una campaña de abonos, vuelva en mayo y una vez celebrada la feria se marche y no regrese hasta el año siguiente. Ese fue el error de Miranda, Dorado, Caldas y Chopera. Una vez pasado el boom del 'finitismo', del que en cierto modo se aprovecharon, Córdoba precisa dedicación plena si se quieren conseguir objetivos favorables. Las empresas que funcionaron siempre tuvieron personal de la tierra y plena dedicación. Los hermanos Valencia, ambos con residencia en Córdoba; Manolo y Pepe Camará, con su cuñado Antonio Pérez-Barquero en la gerencia; Martín Gálvez con el recordado Paco de la Haba, e incluso no podemos olvidar que los brotes verdes del primer año de Ramguertauro fueron gracias al trabajo del equipo que encabezó Antonio Tejero. Esto apunta a que el trabajo a llevar a cabo debe de ser desde la misma Córdoba y de manera exclusiva. Hacerlo de otra manera es fracaso asegurado, así lo demuestra la gestión de los últimos años.
Y por último Córdoba debe de ser baluarte en la regeneración del principal pilar de la fiesta: el toro. En la provincia han pastado ganaderías, y aún pastan, que pueden ser reclamo. De hecho algunas, por ejemplo la de Moreno Silva, son plato fuerte en plazas francesas o del norte, donde año tras año son requeridas, señal de que nunca dejan a nadie indiferente. Regenerar el toro en nuestra ciudad equivaldría a potenciar la biodiversidad del campo bravo, pudiendo atraer con ello aficionados de otras latitudes, lo que sería beneficioso para el resurgimiento de la fiesta en Córdoba. También potenciar la figura del toro terminaría para siempre con los problemas en los reconocimientos previos, evitando para siempre los tan temidos problemas de corrales.
Y por último la nueva empresa debe cuidar el futuro. Córdoba, cuna de toreros, no puede mirar hacia otro lado con el problema actual de los novilleros. La Escuela Taurina del Círculo Taurino de Córdoba no deja de ser vivero de jóvenes que quieren ser toreros. Hay que potenciar los festejos menores. Son el futuro de nuestra fiesta. El ejemplo de Sevilla está ahí. Lleno en la final de un ciclo de novilladas sin picadores. Envidiable, ¿verdad?
La recuperación pasa por la búsqueda de nuestra personalidad, dedicación plena, trabajo, no dejarse embaucar por el actual sistema, la regeneración del toro de lidia y potenciar el futuro a través de novilladas. Solo queda buscar a alguien capaz de llevarlo a cabo.
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