Salvador Gutiérrez Solís

Palabras más, palabras menos

La tribuna

26 de octubre 2014 - 01:00

TOME aire. Repita conmigo, alto y fuerte, sin pudor: serendipia. ¿A qué se siente mucho mejor? Más relajado, más libre, más yo qué sé. Desde que me he levantado esta mañana he pronunciado 42 veces la palabra serendipia, 42 veces contadas y no exagero. Me he encontrado en el frigorífico la marca de leche que me gusta y no he dudado en gritar: ¡serendipia! (y qué manía del corrector por subrayarla en rojo). Qué alegría más grande, recrearme al fin en su pronunciación, gozar con su sonido, con su significado. Teníamos "casualidad", pero claro, es que suena muy vulgar, y además es tan triste, tan simplona, tan poquita cosa. O coincidencia, pero tampoco, le faltan tacones, escote y horas de pilates (que también ya es nuestra, según la Rae, en su nuevo diccionario). Yo creo que ninguna de las dos se puede comparar a serendipia, faltaría más, puro glamour. Ya sabe, si le toca la Primitiva o el Cuponazo, pues eso, serendipia. Pero más, sigamos. Estoy deseando que llegue el mediodía para solicitar a grito pelado: quiero una birra, es que esta palabra me pirra, que hasta su rima es electrizante y chispeante. Y no me cabe duda de que la aparición/eclosión de Kim Kardashian ha impulsado la inclusión de culamen (ni subrayada ni en cursiva, faltaría más), que es un culo culazo, pero en sentido positivo, que no seré yo el que levante la voz contra los culamen en estos tiempos de yogures con fibra, pavo 0% en grasa, sacarina en vena, liposucciones y dietas Dukan.

Con pechamen, sin embargo, ya no estoy tan a favor de que la hayan incluido en el diccionario, para qué nos vamos a engañar, que fina, fina, lo que se dice fina, como que no es mucho la palabra, y eso que el difunto Fellini la habría agradecido. Que bótox haya sido admitida como una palabra más de nuestro idioma, oficialmente, así hasta con su acento, la mar de mona ella, se lo debemos a muchos, y no señalemos a un género en concreto, que ambos y ambas gustamos de los retoquitos. Aunque dicen que Argentina ha ejercido una gran influencia; rumores. Hablando de ambos y ambas, esas relaciones tan de ahora, esas parejas con pisos separados y cajones sin compartir, bragas y calzoncillos alejados, también han sido definidas: amigovios y amigovias, que son los amigos "con derecho a roce" de toda la vida, pero en versión simplificada, mejor en una palabra, aunque suene un pelín atropellada. Vistos los antecedentes, qué palabra le podríamos proponer a los de la RAE para definir el programa ese de los concursantes desnudos que acaban de estrenar -¡y no es en Telecinco!-. A mí se me ocurre entevelotas, no sé, creo que suena muy actual, y después de lo de amigovios cualquier cosa puede colar, digo yo. Y hablando de tele, cámaras e imágenes, que sepa que cameo, backstage y precuela ya también han sido nacionalizadas españolas, y hasta las dejaremos votar en las elecciones si se portan bien.

Dicen que somos como hablamos, entre otros muchos aspectos de nuestro comportamiento vital, y que nuestra forma de hablar cambia, varía, ya no sé si evoluciona, según pasa el tiempo. Ateniéndonos a esto, los cordobeses deberíamos ser más corporativistas y promocionar nuestras palabras más gloriosas y ancestrales, que si han sido capaces de colar bíper, papichulo, chupi o cagaprisas, porqué no nos van a admitir a nosotros pego, perol, perolete, fúrbol o cuchará. Y de igual manera, pediría nuevas acepciones para hacer, marear, nene, pinchito y artista. Aunque para "artista" deberíamos pedir, por lo menos, media docena de acepciones, que aquí tenemos a muchos artistas y englobarlos a todos en un solo significado nos costaría demasiado, o sencillamente nos sería imposible, me temo. Palabras más o palabras menos, como cantaban Los Rodríguez con ese Calamaro enfebrecido, que algunas nuevas se podían haber quedado ya en desuso o no haber existido jamás: sunami, mileurista, teletrabajo, burka, anisakis, antipersona o feminicidio. Y eso que mileurista ha pasado de tragedia a sueño en unos pocos años, pero seamos optimistas. Acabo, se me acaban las palabras, o puede que necesite acostumbrarme a las nuevas o tunear las de siempre, que también hacen su apaño.

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