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LES pregunto a ustedes. En frío. Sin más preámbulos. ¿Es delito pegar a un menor? Respondan mientras leen. Apuesto a que piensan que sí. Ustedes ven a un chico de 15 años jugando al fútbol y se van para él y le dan dos galletas en la cara sin mediar palabra. Luego, si pinta, lo amenazan de muerte. ¿Es delito? Todo ello en un país inmerso en un gigantesco debate mediático porque dos grupos de radicales a los que no les importa el fútbol sino la gresca se pegaron de forma premeditada y con el resultado de una muerte. Horas y horas de telediarios han hecho enmudecer a estadios enteros por la presión informativa con el tema de los insultos, las banderas y los comportamientos. Lo pude comprobar el otro día en el partido Córdoba-Levante. El respeto al linier rayaba lo caballeresco, algo que nunca había visto antes. Y mientras tanto, un tipo se va para un árbitro de 15 años, lo agrede y el juicio termina en faltas, sin consideración de delito. En el acta del partido, el niño pone que le han dicho de todo, hasta que tenía que acabar en el río "como el del Deportivo". Supongo que habrá testigos, creo sinceramente que el tema es merecedor de algo más que una consideración de juicio de faltas. Tanto por la agresión como por las "amenazas y vejaciones".
Ahora que se habla tanto de conductas y de sanciones ejemplarizantes, veo en este caso un motivo más que sobrado para aplicar lo que se debate. Los campos de fútbol base no sólo son la cantera de los que quieren ser figuras del balón en un futuro como aspiración máxima en esta vida. A la aspiración de los niños se suma la de los padres. Y ahí es donde radica el problema. Que los mayores se toman como algo personal las victorias y los fracasos de los niños y se mezclan los valores del deporte con compartimientos deleznables que suelen estar adobados en demasiadas ocasiones por el gintonic fresquito del sábado por la tarde. He asistido a algunos partidos de este tipo y no son para nada un ejemplo de lo que debería ser el fútbol y la convivencia.
Conozco a amigos que tienen hijos en edad alevín y cadete que no se atreven a pisar determinados campos. Por eso, creo que en el debate de los ultras se debe meter de lleno el fútbol base. Por eso, creo que lo ocurrido con este árbitro de 15 años, sin entrar en más profundidades que la de la agresión a un menor sobre el césped, se soporta sobre un agravio comparativo brutal. Sólo corriendo estas actitudes dejaremos de lamentar lo que luego pasa en el fútbol profesional.
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