La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
La tribuna
YA están las rebajas, establecimientos atestados de codazos y letreros, montones de camisas amontonadas del tiempo de María Castaña y jerseys con más pelotillas que un granero de escarabajos, pero rebajas a fin de cuentas. Dicen que nos gastaremos 60 euros por español. O sea, habrá uno que se gaste 3.000 y 50 que no gasten nada, porque no tienen nada o porque prefieren gastar sus 60 euros en otras cosas. Lo de siempre. Ya están los contenedores atascados y atragantados de tantos embalajes y tantos plásticos. Recicle, que solo es un paseíto de nada. Los fabricantes de juguetes y las hamburgueserías comparten fotógrafo: cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Sé que me repito, y eso que no desayuno ajo, pero lo de los contenedores los días posteriores a Reyes es un estudio pendiente, sociólogos al ataque. Nuestra basura, lo que nos sobra, nos retrata, con mayor fidelidad, con mayor precisión, que el fotógrafo de las hamburguesas y de los juguetes, infinitamente mejor. Faltaría más. Ya está Darth Vader campando a sus anchas por los rincones de mi casa, y la muñeca monstruito de turno grita de purito miedo, historias a ras de suelo. Ya están aquí las nominaciones a los Goya y mi apuesta se mantiene sólida como una piedra, porque es sólida como la piedra más piedra, récord histórico de La isla mínima, esa obra maestra que si estuviera firmada y filmada por un tipo de Kansas ya habríamos calificado como un nuevo clásico del cine. Cosas que pasan, cosas tan de nosotros, amén. Hablando de récords, hay quien los destroza en poco menos de una semana, y suma y sigue. Ya están los líos de vestuarios, que tal vez sean los líos de siempre, pero que los títulos camuflaron, como la tirita a esa rozadura que nos fastidia en el talón. No cojee más y plántele cara al problema o cambie de zapatos, soluciones en tres dimensiones.
Ya están los memes de las dietas de adelgazamiento, para recordarnos lo que nos hemos pasado las pasadas fiestas, lo mucho que nos hemos excedido, y recordándonos que algún día, cuando estos fríos y estos lodos y estos tragos mal tragados lo permitan, llegará el verano y tendremos que lucir carnes y curvas. Todo llega, dicen. La fotografía de una musculosa profesora de fittness, en un panfleto en el estómago de mi buzón, me intimida, me alerta, pero no hay mensaje subliminal, no. Ya están los rumores de elecciones, que las tendremos, cosas de la Democracia, no seré yo el que me queje de votar y votar. Votar para botar, que más de uno ha hecho merecimientos, muchos. Espero que le haya gustado el plasma que le han traído los Reyes y que en unos meses solo lo utilice en la intimidad, mientras el otro sigue recitando a Pla en su lengua de origen. Ya están estirándose los días, que se nota, poco a poco pero se nota, que vaya tela como ha sido ese noviembre, más largo y más negro, más feo, pero feo, y eso que no padecimos estos fríos de ahora, dolor de dientes, pies de cristal. Ya están traicionados los propósitos de enmiendas, por lo menos en mi caso. Sigo sin saber qué música se escucha en un gimnasio, a qué huele, y esas cosas, aunque tampoco relaciono sus olores con Gisele Bundchen o con Charlize Theron. Hablamos de perfumes, no se despiste. Y sí, también sigue sucio mi cenicero y contento el estanquero. Hacienda somos todos, pienso con sentido cívico cada vez que compro una cajetilla.
Ya están los de siempre transformando su odio, su intolerancia, en disparos, en sangre, en muerte. No nos callarán, nunca, la repetidora de nuestra mente, esa que dispara palabras, es más rápida y más precisa que todos sus ejércitos del medievo. Ya está 2015, sí, recién bautizado y no sé si bendecido, ya lo pateamos y tachamos sus días. Año nuevo, vida nueva, dice el refrán, y yo hago por creérmelo, pero sigo escuchando cada mañana el mismo sonido en el despertador y desde la azotea sigo contemplando el mismo cielo, las mismas antenas y los mismos tejados de siempre, los de todos los últimos años. Hagamos caso al refrán, que si lo repetimos será por algo. Sí, me convenzo y lo repito, una y mil veces, creamos que es verdad, que hay vida más allá de Marte, y nueva, con su agua y todo, para cuando tengamos sed o para refrescarnos cuando el calor apriete, porque apretará, que no van a durar cien años estos fríos y estos lodos. Ay, estos lodos, estos viejos nuevos lodos.
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