El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
La tribuna
PERMÍTAME que le narre en este artículo un hecho real, así a lo film a la hora de la siesta. Pero no va de psicópatas, niñeras bipolares o secuestros familiares, o sí, si uno se detiene un instante a pensarlo. Real, muy real. Y, desde este momento, le prometo que no voy a exagerar en nada, que todo es tal y como le cuento. Arranquemos. Hace unos meses, en una de esas mañanas frías y feas que hemos tenido este invierno, un amigo tuvo un aparatoso accidente de "circulación" cuando se dirigía al trabajo: se resbaló cruzando un paso de peatones. Él solo, ni dio ni le dieron, como se suele decir en el argot automovilístico. Resultado: una rodilla fastidiada, inmovilizado unos días, reposo absoluto, un par de semanas de rehabilitación. Esas cosas que pasan, y le pueden pasar a cualquiera, a mí y a usted, por ejemplo. Mi amigo trabaja para una ETT (empresa de trabajo temporal, y habitualmente de baja calidad, seamos sinceros), una multinacional extranjera con varias sedes en nuestro país. No es el suyo un sueldo espectacular, ¿los hay todavía?, roza el mileurismo, que va camino de convertirse en el sueño del mundo laboral, a pesar de las horas que entrega a cambio. Como es la cosa hoy, para entendernos. Pero centrémonos, si analizo todos esos detalles, que nos están amargando la vida, es la dura realidad, no avanzo. Sigo. Mi amigo se resbaló cuando se dirigía al trabajo, es lo que técnicamente se denomina: In itinere. Si te desvías dos calles, si te paras en el banco a sacar dinero o no se produce en el tiempo establecido, una hora como máximo, el percance que sufras puede dejar de ser considerado In itinere, con las supuestas consecuencias que eso acarrea -me han contado-. Pero no, mi amigo ni se desvió dos calles ni se paró en el banco ni se saltó el horario, un In itinere en toda regla: un accidente laboral, tal cual.
No es la situación económica de mi amigo boyante, tampoco es de extrañar. Una de esas economías de tortuoso día veinte y de cruzar los dedos para que no se estropee el coche, la lavadora, la plancha o lo que sea, que descuadre el siempre complicado y frágil equilibrio contable familiar, ya sabe de lo que le hablo, me temo. Yo, el primero, lo reconozco, y otros amigos y familiares le dijimos que no se preocupase, que en los accidentes laborales no "te tocan el sueldo". Con esa tranquilidad, que debería ser normalidad, lógica, justicia, sí, citemos a la justicia, regresó mi amigo al trabajo tras veinticinco días de baja, una vez que recibió el alta médica. Unos días después, nada más que le ingresaron la nómina en su cuenta, mi amigo me llamó muy ofuscado, visiblemente afectado, alterado. Le habían descontado algo más de 300 euros de su sueldo. Sí, más de un 25% de lo que debería recibir. Según le explicaron los responsables de la ETT, no se trataba de un error, y el hecho de que fuera una baja por accidente laboral no impedía que se efectuara el descuento realizado. ¿Y si hubiera estado enfermo dos meses?, me contó mi amigo que preguntó, pues habríamos efectuado una rebaja gradual hasta llegar al 50% de la nómina, le respondieron. Reforma laboral. O sea, si estás enfermo, sea por el motivo que sea, que es cuando más podrías necesitarlo, incluyendo el accidente laboral, como en este caso concreto, es cuando menos dinero recibes. Conclusión, no podemos enfermar. Ándase con ojo y no resbale, o esté pendiente de lo que pueda caer desde los balcones, nada de bicicleta o practicar deporte, mejor quédese en su casa, a salvo, que el horno no está para bollos.
No es el guión de una peli mala de sobremesa, no, desgraciadamente; es el guión de este tiempo que nos ha tocado. Como soy uno de esos que piensan que no todas las opciones políticas son iguales, creo profundamente en las ideologías, no he faltado nunca a mi cita con las urnas. Y voto, porque creo en la sanidad y educación públicas de calidad, universales, y voto porque deseo tener un futuro en las mejores condiciones, cuando las fuerzas me flaqueen; y voto, sobre todo, porque quiero que mis hijos cuenten con las mismas posibilidades que cualquiera para desarrollar sus proyectos de vida. Que ellos escojan su meta, pero que el punto de partida sea el mismo del hijo del millonario, así como del que vive en riesgo de exclusión, el mismo, idéntico. Voto y les animo a que voten el próximo domingo, porque cualquiera, usted, yo, todos, podemos resbalarnos una mala mañana.
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