El balcón
Ignacio Martínez
Motos, se pica
La tribuna
PONTE el sayo con el agua de mayo o algo así dice ese refrán que nunca he llegado a memorizar. Y miras hacia el cielo y las únicas gotas que contemplas son las que caen desde tu frente hasta tu barbilla, tras salto olímpico en la nariz. Pues ya estamos en mayo, ese mes entre meses, en Córdoba sobre todo, que suspira todos los días de cada mes hasta que regresa su mayo de nuevo, como ese hijo que emigró al extranjero. Parece que, cuando se va, lo hace para no volver, pero siempre lo hace, sí, de verdad, y siempre nos parece nuevo, más bello y radiante, más mayo. Patios y Cruces, rejas y balcones, pinchitos y pimientos, toneladas de flamenquines, un río de salmorejo -la cama cerca y el agua lejos-, barras de aluminio, altavoces impertinentes e impenitentes, faralaes y albero, el tostón de los caballos, astas y pañuelos, ¡música!, vete a la discoteca, responde un anónimo al grito anónimo y repetido de cada mayo. Feria de la Salud, con lo malito que uno acaba, pues no vamos a recordar lo de Vistalegre, las Quemadas y los Olivos Borrachos. Corramos un tupido velo, eso. Este mes que rima con desmayo, y con rayo, y con callo, y con serrallo, Mozart compuso un rapto violento y enérgico, muy a su estilo; este mes, mayo, que rima con sayo, y que significa luz, diversión, madrugadas, juventud, cal y geranios, y todo eso que a usted le suscite el nombre del mes, que las emociones son libres como ese viento que pronto echaremos de menos, cuando el termómetro apriete y añoremos hasta la rebequita más fina del armario. Este mes, sí, especial siempre, y diferente, y trascendental en este año, así lo ha querido el calendario electoral, que no epistolar.
Cómo no está apretado el calendario, pues eso, cuarto y mitad más, que con suerte reventamos. Tampoco lo creo, que estamos acostumbrados a lo que nos echen encima, eso es así. Tocará desmayo. Lo prefiero a diana, pues también. Entramos de lleno en la campaña electoral, lo que ya no tengo tan claro es si la campaña electoral entra en nosotros o nos resbala soberanamente, como si estuviéramos cubiertos por una piel de parafina, a lo Pacquiao. Todavía no entiendo como no le ganó al Mourinho del boxeo, el otro. A mí no me resbalan las campañas electorales, no, soy uno de esos votantes que se leen los programas y que escuchan las propuestas. Y veo los debates, también, que una mirada, un gesto o un tono de voz desvelan muchas verdades y descubren muchas mentiras. Sí, me lo tomo en serio, y es que la cosa es muy seria. Porque se trata de elegir a los que van a administrar nuestros euros, que no es poca cosa. Y más en unas elecciones municipales, más. Esas bordillos mellados, esas aceras con varicela, jardines abandonados, proyectos eternamente maquetizados, a lo ciudad Lego, plazas lapidarias, fachadas sin cal ni lejía, autobuses con vocación fallera, palacios de congresos rebautizados y reciclados, el camión de la basura, el agua con su cloro, los museos que no vendrán, las bibliotecas ignoradas, los estadios por acabar, los naranjos sin podar, nuestra vida, cada día de nuestra vida, más allá de la macroeconomía, los crecimientos porcentuales y los azotes de la Merkel.
En estas elecciones municipales tendremos que escoger entre esos nuevos partidos y los partidos de siempre. Comenzamos con un refrán este artículo, tal vez fueron varios, así que escoja usted ahora el que le parezca más adecuado para ilustrar esta cuestión. Solo espero, y deseo, que la fragmentación del voto, el tan reclamado fin del bipartidismo, no se convierta en caos e ingobernabilidad, en la nada, en definitiva. Me pongo serio, muy serio. Reclamo madurez política, no anteponer el bienestar de los ciudadanos a las estrategias personalistas, a los fines electoralistas, a la ambición desmedida por el poder. Sí, lo reclamo y exijo, porque mis euros, los pocos que poseo, están en juego, y también la educación y salud de mis hijos, y eso es innegociable. Y me atrevería a repetir el grito de Belén Esteban en su versión madre coraje de reality show, una y mil veces. Mayo rima con desmayo, pero también con otras palabras que me callo, intentemos que también lo haga con cordura, y con sentido común, que también lo merecemos.
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