Carlos Colón
Sobre nuestra entrevista a González
La tribuna
QUE las modas forman parte de nuestras vidas, que nos influyen en mayor o menor medida, que nos condicionan de un modo u otro, eso ya no hay quien lo niegue, así, con sonido de tango. Basta con mirarnos al espejo para comprobar que esas hombreras, colorines y hasta greñas del pasado han desaparecido, dejando paso a un aspecto más estricto, más mínimo, más ceñido, más corto en todo. Las modas que influyen en nuestro aspecto exterior siempre me han divertido, ya que ese refrán que proclama aquello de esa agua que nunca has de beber siempre acaba admitiendo una o varias excepciones, y el agua vuelve, aunque haya movido trescientos molinos a su paso, la volvemos a beber, y de un solo trago, todo para dentro. Haga memoria. A este paso, necesitaremos un descomunal armario en donde guardar toda la ropa que utilizamos, porque en algún momento de nuestras vidas, más tarde o más temprano, volverá a estar de moda. Ahora lo llaman vintage, que suena mejor, y vintage, por ejemplo, es esa máquina de coser Singer a la que ya le hemos dado setecientos usos o ese cenicero de latón de una conocida marca de vermú. Mazinger Z también es vintage, y Heidi, que la han vuelto a reponer y en 3D, eso es poderío. Como se ponga de moda el tener la piel virginal, sin ningún tatuaje en ella, o sin ningún tipo de orificio, no quiero imaginar el negocio que van a hacer los especialistas en injertos y en restauración de agujeros, se van a poner las botas, forrados. No se ría, que es una posibilidad cierta que esa moda vuelva, y en cualquier momento. Después de esa tendencia de llevar pañuelo en cualquier época del año, incluido el peor de los agostos, yo ya me creo cualquier cosa. Esperemos que Pablo Alborán se cure pronto del resfriado, porque vaya tela el dañito que está haciendo, y no solo estético, me temo.
¿Hablamos de peinados, de anchuras en los pantalones, de modelos de gafas? Mejor mantenemos escondidas esas fotografías del pasado. Como los vinos, mejoramos con los años, mantra para mantener a salvo la autoestima. Aunque las modas me suelen divertir, las siga o no, la última de la que he tenido conocimiento no me ha gustado nada, pero nada, ni chispa de gracia, y eso que debería estar contento, ya que la práctico sin necesidad de esfuerzo. Hace unos días leí que la última tendencia masculina es ser un fofisano, vaya palabreja. ¿Qué es un fofisano? Muy simple, es un hombre, porque solo es de hombres, con aspecto saludable, que exhibe sin pudor su tripita, ya sea cervecera, jamonera o bocadillera, según las economías y las preferencias. ¿Hay mujeres fofisanas? No, prohibido, las mujeres tienen que seguir machacándose para ser tablas de planchar en su abdomen, atléticas en su complexión, sin un gramo de más en su anatomía. Como leía, alucinado y anodadado, en el reportaje de marras, el fofisano es el compañero ideal de una modelo. De nuevo, las mujeres sometidas al dictatorial imperio de la imagen preconcebida y estandarizada de los cuerpos dibujados en el photoshop, mientras que a nosotros, como de costumbre, licencia del todo vale, porque encima está de moda, y amén.
Pero qué antiguo y viejo me suena ya todo esto, y no es vintage, es retrógrado, arcaico, añejo, medieval, escoja, que sobran los adjetivos. La tecnología nos ha traído en los últimos años un sinfín de modas en forma de juegos, cacharros, tabletas, velocidades, gigas y redes sociales. Porque también las redes sociales forman parte de las modas, y así contemplamos como los más jóvenes han abandonado Facebook y hasta Twitter, para instalarse en Instagram, que ahora consideran como el paraíso de la interacción digital. Bonitas fotos, a veces. Mañana, ya veremos, que la veleta siempre está a expensas del viento, y el viento, queramos o no, siempre vuelve. Huracán o brisa. Tal vez comprobemos, con el paso del tiempo, que como se suele decir pone a todos y todo en su sitio, que la moda también llegó a la política, y que esas nuevas formaciones que crecieron a la sombra del cabreo y la decepción solo fueron una tendencia pasajera. De ser así, que la moda pase lo antes posible, que luego hay tatuajes que no puedes hacer desaparecer, por muchos injertos que te practiquen. Aunque también puede ser que algunos partidos se hayan quedado, definitivamente, pasados de moda. Ni en lo de vintage entran, qué cosas.
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