Salvador Gutiérrez Solís

Toca bailar

La tribuna

05 de octubre 2015 - 07:21

YA han pasado las elecciones catalanas, ¿y ahora qué? Pues ahora toca bailar, sí, eso que no se ha hecho hasta el momento. Rajoy y Mas, nada más pisar la pista de baile, ese tapiz con forma de piel de toro, se situaron en los rincones más alejados. Jamás se miraron a los ojos, siempre de reojo, desconfiados el uno del otro, y el otro del uno. No me gusta la muñeira, esbozó Mas, pues la sardana me aburre una barbaridad, dicen que resopló Rajoy; ¡una de Raphael, ni en broma!, bramó Mas, a mí no me gusta Sergio Dalma, renegó Rajoy; me gusta la letra, pero la musiquilla no tanto, justificó Mas, una rosa es una rosa es, pues esa me gusta, propuso Rajoy. Y así, el presidente español y el presidente catalán dejaron pasar las canciones, más de mil, una tras otra, sin coincidir en una sola de ellas y sin abandonar sus respectivos y alejados rincones. Para bailar agarrados, tienen que querer las dos personas que componen la pareja, y dos no se pelean si uno no quiere, escoja el axioma que más le guste. Ninguno de los dos ha cedido un ápice en sus planteamientos o ha ofrecido medio gramo más de entendimiento o proximidad. Como dos inmensas rocas, que ruedan desde lo alto de la montaña, han recorrido sus caminos sin tratar de variar la dirección, sin predecir las consecuencias, sin asumir riesgos. Mas encontró la banda sonora perfecta con la que encubrir el mayor descalabro social, en forma de recortes y mermas de derechos, que han padecido los catalanes en las últimas décadas. Rajoy trató de proclamarse como el gran defensor de España y ha terminado convirtiéndose, al igual que buena parte de la cúpula de su partido, en una factoría de independentistas. Patriotismo no es lo mismo que confrontación.

¿Y ahora qué? Toca bailar, me repito. Bailar durante horas, hasta encallecer las plantas de los pies. Bailar mientras el cuerpo aguante. El resultado de las pasadas elecciones en Cataluña cuenta con un aspecto positivo, tras la maraña de ramas y hojas que nos impiden contemplar la fotografía verdadera, que todos los actores principales deberían tener en cuenta: hay tiempo. Vuelve a haber tiempo. La división de la sociedad catalana así lo exige, ya que en número de votos hubiera ganado el "no" a la supuesta independencia. Al que habrá de ser nuevo presidente del Gobierno de España y al que habrá de ser el President de la Generalitat les ha llegado, sin quererlo o no, deseado o maldecido, un bonus extra de tiempo. Pero la pareja de baile que hemos tenido hasta el momento no sirve, no, demasiadas canciones repudiadas, demasiado tiempo en los rincones de la ignorancia. Necesitamos una nueva pareja de baile, pero una formada por dos personas que estén dispuestas a bailar. Y claro, necesitamos una canción en la que se sientan identificados, en gran medida, los futuros bailarines. ¿Existe esa canción? Claro que existe, siempre que se pretenda que exista y que no se parta del "no" como respuesta predeterminada, sin haber escuchado la pertinente pregunta. Hay que, sobre todo, aprovechar el tiempo, este tiempo extra que deben convertir en "agua de mayo", en ocasión, en oportunidad. Porque, tal vez, sea lo que no haya en el futuro: tiempo. Tampoco ocasiones.

¿Eran unas elecciones o se trató de un plebiscito? ¿Muchos ganadores o muchos derrotados? ¿Cómo se cuantifica un deseo? Demasiadas preguntas sin respuesta, me temo. Demasiadas respuestas a preguntas que nadie ha formulado. La pasada campaña de las elecciones catalanes se ha caracterizado por la confusión, la cantidad de exabruptos, las amenazas veladas y los bailes de Miquel Iceta, que ha terminando siendo el único momento amable, natural, de todo el proceso. Tal vez en los bailes de Iceta, en la metáfora que esconden, se encuentre la solución a un problema que ya lleva demasiado tiempo enquistado. Necesitamos personas con amplitud de miras, dispuestas a escapar de la presión de los corsés en los que se han parapetado -o por lo menos a reducirla-. Necesitamos que la palabra vuelva a ser la gran protagonista y necesitamos que la música suene de nuevo, con fuerza. Y toca bailar. Necesitamos bailarines.

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