Salvador Gutiérrez Solís

Say Cervantes yay yay

La tribuna

07 de febrero 2016 - 01:00

QUIERO luchar, no lo solucionaré corriendo, ven y alza tu grito de guerra, porque eres el que nunca muere, canta hurra, lalalala, sigue cantándolo, no dejes en ningún momento de seguir escalando la montaña, y si sigues persiguiéndolo, di ¡yay, yay, yay!, hurra, di ¡yay, yay, yay!, hurra, di ¡yay, yay, yay! Más o menos, es lo que dice Barei en la canción con la que va a representar a España en el próximo festival de Eurovisión. Más o menos, que yo soy al bilingüismo lo que Rajoy a las preguntas de la prensa: incompatibles. Sí, he tenido que tirar de traducción, porque este año, después de 47, nuestra representante en Eurovisión canta en inglés, así, tal cual. Un tema electromachacón, bailongo, con estribillo facilón, a las pruebas me remito, muy al estilo del festival, si es que Eurovisión ya cuenta con su propio estilo. Es probable. En realidad, Barei se llama Bárbara, que es un nombre muy español, yo creo que más en intencionalidad que en sonoridad, y según cuentan el apodo le viene de Barbie, por lo que tengo entendido. Barei lleva intentando abrirse paso en el siempre complicado mundo de la música más de quince años y ahora se enfrenta a su gran reto. A pesar de ser de buena familia, cuentan que de los propietarios del célebre Windsor, ese rascacielos que ardió como una tea hace unos años, antes de colarse en una canción de Pereza, así como de cines y demás negocios, la chica se lo ha currado, o eso cuentan o nos cuentan. Confía en el tiempo, que suele dar salida a muchas amargas dificultades. Con estas apreciaciones trato de explicitar que no tengo nada en contra de Barei y que hasta reconozco la coplilla como una más que digna apuesta para competir en Eurovisión -sobre todo si recordamos a El sueño de Morfeo y su gallinero-. Yo, para detectar una canción idónea para este festival, siempre hago el mismo ejercicio mental: trato de imaginarme que estoy en la calle del infierno, en la Feria, y que suena el tema de marras. Si no desentona, si va bien con el griterío de la tómbola y con la sirena de los coches de tope, la cosa promete. Ya no sé yo si eso es un piropo u otra cosa, según se mire, claro.

No soy de españolismos exacerbados, sobre todo porque suelen desembocar en playas que no estoy dispuesto a pisar y de las que recelo como si se trataran de una alergia mortal, pero me cuesta entender, asumir, comprender, asimilar, qué sé yo, que en el año Cervantes, o en el supuesto año Cervantes, o en el año fantasma de Cervantes, enviemos como representante de nuestro país, que la distingamos como Marca España, a una canción cantada en ingles. Shakespeare nos saluda desde su tumba, y le guiña un ojo a su amigo Miguel. Cuando no estamos en la una, estamos en la otra. Con lo bien que habría quedado Bisbal, que algún día tendrá que asumir el reto, o hasta Bustamante, incluso María del Monte, que unas sevillanas bien cantadas también son de un españolismo superior. Pero no, mandamos una canción cantada en inglés, el remate del tomate. En defensa de Barei también hacer constar que si no hubiera sido ella la seleccionada, cabe la posibilidad que Electric Nana, Xuxo Jones o Maverick hubieran acudido a la "prestigiosa" cita representando a nuestro país. Ahí queda eso. Donde una puerta se cierra, otra se abre.

Un instante de seriedad en la recta final, mientras en Reino Unido se están tomando muy en serio, apostando de verdad, fuerte, en su año Shakespeare, aquí en España nos mantenemos mudos, en blanco, ausentes, en lo que debería ser el gran año Cervantes. Una excusa no solo para reivindicar a uno de los más grandes autores de la historia de la Literatura, creador de la novela como concepto y definición, también para publicitar, dar lustre, a nuestro idioma, el español, más allá de nuestras fronteras. Me temo que este inicio de año marcará la tendencia de la ausencia, del mutismo, y que en 2017, a toro pasado, nos reprocharemos lo que pudimos haber hecho y no hicimos. Dad crédito a las obras y no a las palabras. Aunque después de la política cultural, o mejor: la no política cultural, del actual gobierno -en funciones-, tampoco nos deberíamos extrañar de esto. Porque como avisó el propio Don Quijote: el ver mucho y leer mucho aviva el ingenio de los hombres, yay, yay, yay.

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