La Gloria de San Agustín
Rafalete ·
El frío de fuera
AUNQUE Valdemorillo, a primero de febrero y festejando a San Blas, es la localidad que supone el punto de partida de la temporada taurina española, no es hasta un mes más tarde cuando tradicionalmente se ha dado por comenzada la misma. Es obvio que no se puede comparar la población madrileña con las ciudades del Levante español, pues estas últimas pesan en el calendario taurino por tradición y muchos años ininterrumpidos celebrando ciclos de festejos en ferias completamente afianzadas.
Valdemorillo siempre ha ofrecido combinaciones interesantes para el aficionado, donde curiosamente las figuras, haciendo las Américas, han estado ausentes en la mayoría de los casos. Eso, y la gana de toros, hizo de Valdemorillo un ciclo que con los años se ha consolidado en el calendario taurino.
Curiosamente entre las ferias de Levante y la antes nombrada también se ha consolidado la de Olivenza que poco a poco se ha convertido en un referente en la campaña española, merced a un buen trabajo realizado por el empresario José Cutiño, quien curiosamente desde el año pasado rige los destinos del Coso de Los Califas y que está integrado en la denominada FIT.
Olivenza, población extremeña con pasado portugués, se ha convertido gracias a la fiesta de toros en un punto conocido en todo el orbe de la fiesta. Tanto es así, que la afición se desplaza en masa pasando la localidad a duplicar durante el fin de semana que se celebran los festejos su población con el consiguiente beneficio económico para la ciudad. Durante un fin de semana, en jornadas matinales y vespertinas, el coso registra buenas entradas en los festejos celebrados, que en número compiten con plazas de superior categoría. En esta edición tres corridas de toros y dos novilladas con picadores son las combinaciones ofrecidas al espectador.
Olivenza, a pesar de su tirón mediático, no deja de ser una feria de provincias amable y donde, a pesar de todo, los pecados de la fiesta actual se reflejan de forma absoluta por mucho envoltorio que se le ponga. Las figuras y los grandes grupos empresariales campan a sus anchas ofreciendo una fiesta carente de valores y teniendo como protagonista a un toro que adolece de todas las características que debe de reunir un animal para la lidia ortodoxa. Olivenza no deja de ser un reflejo del momento que vive la tauromaquia. Por lo pronto en Castellón no se está viendo nada más que una continuación de lo acontecido años atrás. Valencia no andará a la zaga. La fiesta está demasiado viciada en la comodidad. Todos buscan lo mejor para sus intereses. Es el modelo de fiesta impuesto por el sistema en todo el planeta toro, desde Olivenza a Jaén, salvo en contadas ocasiones y plazas que resisten a duras penas los caprichos del taurinismo andante y por ahora no se dejan seducir por el mismo.
Precisamente para estos días de marzo se ha convocado una magna manifestación en Valencia para la defensa de la fiesta. El día 13 se espera que el toreo en pleno, tanto profesionales como afición, diga: hasta aquí, basta a los ataques sectarios de los lobbys animalistas apoyados por políticos que sólo buscan votos y que azotan a la tauromaquia de forma cruel y despiadada. Matadores de toros, ganaderos, asociaciones, todos han manifestado su propósito de acudir. El aficionado de a pie, el que pasa por taquilla, aquel que de verdad sustenta la fiesta está obligado a acudir para defender su libertad para ir a un espectáculo legal y de gran tradición.
Pero cabe hacer una pregunta a la afición: ¿Qué fiesta defendemos?, ¿la misma que vemos tarde tras tarde?, ¿aquella que está echando a la gente de las plazas?, ¿la que presta el mínimo interés a la integridad y pujanza del toro de lidia?, ¿la fiesta incompleta que prescinde del tercio de varas?, ¿aquella que vela mucho por los intereses del sistema y poco por los de los aficionados?
Es hora de que los aficionados a los toros se sacudan de complejos y digan: "Basta, hasta aquí hemos llegado". Pero también tenemos que tener claro que la mejor defensa de la fiesta de los toros es su integridad y verdad. Sin ellas no caminamos hacía ningún sitio. La unión sí hace la fuerza, pero caminando todos en la misma dirección.
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