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Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
EL rumor, se dice y afirma, es la antesala de la noticia. Se venía hablando, tras afirmarse por activa y pasiva, que finalmente José Tomas no actuará en Córdoba. La ausencia del llamado mito de Galapagar ha dejado al desnudo la incapacidad de la empresa que rige el Coso de Los Califas. Todo había sido centrado en la comparecencia del torero supramediático, del que algún día quedaran también desnudas sus vergüenzas, y ante su negativa final no quedó tiempo nada más que para la improvisación y a la chapuza. Esto ha sido el motivo de la presentación de unos carteles de feria que no se corresponden ni a una plaza de primera categoría, ni al peso y tradición de Córdoba en la historia del toreo.
Una feria pobre, sin ideas, acorde con el sistema imperante que maneja el mundo de los toros, y lo que es peor, un ciclo que no motiva ni al aficionado ni al gran público a desplazarse los días feriados al Coso de Ciudad Jardín, que de seguir este camino en barrena quedará como marco para conciertos, cabarets, cine de verano y otras celebraciones varias, alejadas todas ellas del fin para el que fue construido hace más de medio siglo, que no es otro que la celebración de festejos taurinos .
La feria de mayo cordobesa siempre fue, hasta la década de los ochenta, un ciclo sustentado en tres corridas de toros, lo más, más alguna novillada con picadores, festejo de rejones y los hoy desaparecidos espectáculos cómico-taurino-musical. Durante el resto de la temporada se celebraban más festejos, como corridas en septiembre, en la desaparecida feria, y las tradicionales novilladas sin picadores o becerradas nocturnas. Luego empresas foráneas centraron en la semana de feria los espectáculos que antaño se celebraban durante toda la temporada, y de ahí viene en gran problema que posiblemente ha dado la puntilla, nunca mejor dicho, a una plaza como la de Córdoba.
Está claro que Córdoba no puede mantener una feria de mayo con diez espectáculos, pero tampoco es de recibo que se celebren los mismos festejos, o menos, que en plazas de inferior categoría y tradición como lo que se viene programando en los tres últimos años. Como tampoco es lógico que se inicie con una novillada sin picadores, vendida como oportunidad para toreros de la tierra, cuando alguno de los actuantes lleve años apuntando sin haber disparado todavía. Precisamente el único que apuntó, disparó y acertó durante los dos últimos años, abriendo la Puerta Califal, este año se va a quedar sentado en su casa, caso de Javier Moreno 'Lagartijo', y todo porque la empresa argumenta que las perdidas el año pasado en la novillada picada fueron cuantiosas y este año es inviable su inclusión en el abono, si a esto se le puede llamar abono de feria.
Los festejos mayores tienen todos los pecados del momento actual de la fiesta. Este año con la actuación de Finito como único espada, solo cuatro matadores de toros actuaran en Los Califas. Para colmo dos de ellos son apoderados por la empresa. Figuras del toreo, sí, pero con años de alternativa suficientes para haber sido vistos en varias ocasiones en Los Califas, sin que en la mayoría de las veces, salvo Morante, hayan escrito páginas históricas en el albero califal. ¿Dónde están los llamados toreros emergentes? ¿Dónde están los Roca Rey, José Garrido, López Simón, Manuel Escribano y si me apuran hasta Ginés Marín? ¿Está la afición cordobesa condenada a no ver la regeneración del escalafón?
La encerrona de Finito de Córdoba para conmemorar sus bodas de plata como matador de toros es un gesto que honra a su protagonista. ¿Pero es el momento? En las tres ocasiones anteriores, cuando estaba en todas las ferias y gozaba del beneplácito de la afición, fue incapaz de llenar Los Califas. Veinticinco años después del doctorado y sin estar en el circuito de grandes ciclos y carteles, el conseguir una buena entrada se antoja utópico, por lo que a no ser que se consiga un notable éxito artístico, esta encerrona puede ser un punto de inflexión en su larga carrera para bien o para mal.
Y de ganaderías mejor no hablar. Todas las reses a lidiar, salvo las del festejo de rejones, provienen del mismo origen común de la rama Parladé-Domecq. Toros que tendrán similar comportamiento y a saber que presentación traerán los escogidos por los veedores de las figuras, que posiblemente acarreen mañanas de movimiento de corrales y alguna disputa entre autoridad, mentores de toreros y empresa.
La excusa es que nadie acude a los toros, cuando en realidad es que la afición cordobesa está harta de que año tras año siempre se le ofrezca el mismo producto, que, visto lo visto, no funciona en absoluto. Córdoba no necesita millones venidos del otro lado del océano, ni tampoco empresas con denominaciones ostentosas y rimbombantes. Los Califas lo que necesita es trabajo, cercanía con el público, ya sea aficionado o no, y mucha dedicación. La Córdoba taurina necesita imaginación, innovación y mostrar unos espectáculos alejados de lo que ha causado este hartazgo y ha llevado a que la clientela se haya alejado de los tendidos. Este modelo no es válido por ahora. El futuro se ve cada vez más negro para una ciudad que lo fue todo en el toreo y a la que ahora habría que preguntar: "¿Dónde vas triste de ti?".
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