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Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
CÓRDOBA estrenó un nuevo mes de mayo. El mes festivo por antonomasia. La ciudad se muestra radiante y bella. Sus calles son un espectáculo visual para nativos y foráneos. Una ciudad que comienza el mes con las Cruces y termina con la feria de la Salud en una explosión de luz y color. La ciudad está de fiesta, incluso a pesar de las adversidades meteorológicas, y las gentes han tomado sus calles.
La fiesta siempre está aparejada a los toros. La feria de la Salud de Córdoba cuenta, por fin, con carteles taurinos. Presentados recientemente, ha llamado la atención la pobreza de los mismos, cuando los gestores de la plaza aseguraron en su día que venían a reflotarla. Se apostó fuerte a caballo ganador, pero al final las cosas no salieron como se esperaba. El salvador de la fiesta declinó aparecer por los Califas. Un torero que se está presentando como un revulsivo, pero que visto lo visto, y para no ser menos que los demás, solo mira por sus intereses económicos. Hay que ceder ante él, a sus pretensiones y a sus caprichos, que no son pocos. Pudo ser la tabla de salvación para la FIT en 2016 en Córdoba. Finalmente su ausencia está haciendo que se justifique la triste realidad que esta pasando Córdoba, que no es otra que la desidia y la dejadez. José Tomás solo hubiese sido una gruesa capa de maquillaje para el toreo en Córdoba. Una vez pasase la feria, todo continuaría igual. Aquí no hacen falta mesías, solo trabajo y un poco de dedicación.
En esta época donde el marketing es vital, no se ven carteles pegados con engrudo como antaño. Tampoco un furgón con megafonía anunciando los carteles al compás de pasodobles. Se echan en falta por las tabernas programas de mano y facilidades de los gerentes de la plaza para con la afición. Todo se deja a su suerte. Un poco de actividad en redes sociales anunciando precios y horario de taquillas parece bastar. Pero, claro, aquí nadie dice esta boca es mía. La afición calla. Se echa en falta un comunicado de las peñas y asociaciones, de los abonados, de aficionados anónimos que pasan por taquilla y de todos aquellos cordobeses que ven en la fiesta de los toros un patrimonio inmaterial de la ciudad. Ahora si callamos nuestro silencio se convierte en cómplice de nuestros males. Será cada vez más complicado exigir en consonancia a nuestra verdadera categoría.
Córdoba siempre tuvo su peso en el mundo del toreo. Incluso en épocas donde el trono califal estuvo vacante, Córdoba contó con carteles de auténtica categoría, la que tiene y la que debe tener. No es necesario organizar en feria una semana ininterrumpida de festejos taurinos. Eso, visto lo visto, no es la solución. Solo organizar festejos rematados. Eso bastaría y sería suficiente para Córdoba.
Hace un siglo, en 1916, en la feria de la Salud de Córdoba se programaron tres festejos mayores. Tres carteles redondos para la época. El día 25, ante toros de Saltillo actuaron mano a mano nada más y nada menos que Joselito y Belmonte. La prensa local de la época fue crítica con los colosos. Es más, denunció que el público se quejó de las crónicas partidistas que habían hecho los corresponsales de la prensa de Sevilla y Madrid, defendiendo su imparcialidad a la hora de informar. El día 26, ante toros de Miura, volvieron a actuar Joselito y Belmonte, esta vez en terna y acompañados por Manolete padre, quien fue cogido y no pudo actuar en la última corrida, celebrada el día 27, siendo sustituido por Martín Vázquez II, en un festejo de ocho toros del hierro de Pérez de la Concha, de nuevo con los espadas del momento, Joselito y Belmonte, y Matías Lara Larita. En esta última tarde, en la que los ánimos continuaban encrespados con la prensa de Sevilla y Madrid, se vio al gran Joselito, quien cuajó una tarde redonda sobre el albero del recordado coso de Los Tejares. Ni que decir tiene que los tendidos registraron tres grandes entradas de público, que disfrutó de lo lindo con el juego de los toros y las faenas de los toreros.
Hoy, 100 años después, se darán solo dos festejos mayores. No habrá pleitos con la prensa especializada nacional, ocupada con ese invento de Livinio Stuyck llamado San Isidro. Los toros de Saltillo estarán pastando en La Vega de Palma del Río esperando su destino en otras plazas, igual que los de Miura en las praderas de Zahariche. Lo más triste es que de seguro Los Califas no tendrán grandes entradas de público. El color rojo almagra de los asientos será tonalidad predominante. El plato ofrecido está ya más que saboreado por los comensales. Y para mayor colmo de males, la pelota en Milán también hará estragos. A perro flaco todo se vuelven pulgas.
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