La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
HABLANDO EN EL DESIERTO
ES de prever que el mundo musulmán no ceje en su empeño de doblegar a Occidente. Los quintacolumnistas le hacen un gran favor. No es cuestión de enumerar los grupos que estarían encantados de ver hundida a su civilización sin saber muy bien con qué otra la van a sustituir, porque las civilizaciones no desaparecen para dejar vacías las naciones, ni para empezar de cero ni para que las mentes y los países se entreguen al caos. Tras un imperio viene otro y tras una cultura viene otra o la mezcla de la vencedora y la vencida. En el entretanto alguien pone orden, generalmente para peor. Nadie se vaya a creer que en el caos va a aparecer un predicador de la alianza de civilizaciones y la hermandad universal, sino un condotiero restaurando las picotas en las plazas públicas, hasta que de nuevo vaya surgiendo otro imperio estable u otra civilización reconocible y respetada, que viene a ser lo mismo.
Los quintacolumnistas están divididos, muy divididos: desde los retroprogres, que no quieren reconsiderar su pensamiento para seguir pareciendo jóvenes, hasta los neoprogres, que no tienen pensamiento alguno sino una especie de inercia mental en la que ya están bien colocados el mal y el bien sin análisis de ninguna clase, hay tendencias de todos los pelajes, contradictorias y enfrentadas entre sí, con un punto en común: esta sociedad y este sistema son inservibles para hacer un mundo justo e igualitario y, por tanto, hay que cambiarla por otra. La idea no es mala, aunque buenista. El cascabel se lo tendrá que poner alguien al gato: ¿Qué otro modelo de sociedad podemos cambiar por la nuestra? Habrá que inventar uno nuevo porque los modelos que hay en el mundo nos parecen peores. Inventar una civilización mejor no es cosa de un día, ni el que sea aceptada con general aplauso tampoco.
El mundo islámico exaltado, con lenguaje revolucionario y reaccionario al mismo tiempo, que es donde ven los quintacolumnistas los imaginarios pies de barro occidentales, tampoco está unido sino más bien todo lo contrario. No era previsible, con lo listos que somos, que el apoyo de Estados Unidos, Europa e Israel a los grupos religiosos islámicos para luchar contra el comunismo ruso nos iba a estallar en la cara. Israel apoyó a Hamas contra Arafat; Francia, a los integristas argelinos contra la influencia rusa entre los países norteafricanos y Estados Unidos armó a los talibanes para luchar contra la invasión rusa de Afganistán. Y, ¿ahora qué? ¡Ah, infelices y torpes tiempos! Ahora toca volver a los griegos, a los romanos y al cristianismo. Estudiarlos bien. Negarle la existencia a los analfabetos funcionales y a la falsa izquierda redentora y volver los ojos a una alta civilización que no ha muerto por falta de rivales. Y dividir al enemigo, al de dentro y al de fuera: no tienen nada mejor que ofrecer.
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