Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Conspiración?
Tribuna
COMISIONES de investigación que se cierran en la Asamblea de Madrid a golpe de rodillo parlamentario, nuevas detenciones de alcaldes y alcaldesas por casos corrupción urbanística y delitos contra la ordenación del territorio, tibiezas de responsables políticos confundiendo la responsabilidad política con la responsabilidad que se pueda determinar por una sentencia judicial, y así hasta una larga lista de asuntos que tienen a los ciudadanos españoles atónitos con la "pasarela" política patria.
Parece que en la política nacional se ha instalado una peligrosa tendencia de la teoría política del Estado que propugnó Nicolás Maquiavelo en el Renacimiento. En su clásico libro El Príncipe (que todos los alumnos de derecho estudiamos en teoría del Estado) propugnaba el estadista italiano del XVI que "la obtención y la retención del poder eran el fin último y que todo lo que fuera necesario para ello estaba justificado". Este principio está en contradicción absoluta con el concepto actual de democracia, en el que tan importante es el fondo como la forma. No todo vale en política. Atrás quedaron en la historia la metodología maquiavélica de entender la gestión de la cosa pública.
Ante todo lo que está sucediendo, tengo que reconocer que como ciudadano estoy decepcionado con el funcionamiento de la actividad política institucional. Hace algún tiempo que ya no milito formalmente en fuerza política alguna. Abandoné a la que pertenecía cuando comprobé en las últimas elecciones municipales la forma personalista y caprichosa de conformar una candidatura electoral, al margen de criterios de capacidad o compromiso político, siendo la mera afinidad personal a quien encabezaba la formación el único "mérito" decisivo y determinante. Ahora estoy más convencido todavía de lo acertado de mi decisión de abandonar esa fuerza política.
Pero esa experiencia no quiere decir que no me interese la política (con letras grandes), actividad que considero muy necesaria para profundizar en los valores democráticos, para ayudar a que en la gestión de los asuntos públicos se trabaje con el objetivo de conseguir la igualdad real y efectiva entre los ciudadanos, y para que se desarrollen acciones de solidaridad con las personas que sufren el desempleo y/o la pobreza, consecuencias de un sistema económico, en su versión neoliberal del siglo XXI, que sólo tiene en cuenta el beneficio y la "rentabilidad económica", y que parte del nefasto presupuesto ideológico de considerar las políticas sociales como un gasto, y no como una obligación de todo Estado Social, como es el Español desde 1978.
La sensación que tengo es que muchas de las personas que se dedican de manera profesionalizada a la política (muchos de ellos con más de 20 años de cargo público) tienen como actividad diaria la generación de crispación y el debate estéril. E incluso, llegan a poner en cuestión el trabajo de los jueces cuando no le es favorable. Así no se fomenta la democracia, sino el hastío del ciudadano. Los políticos y políticas deberían abandonar actitudes de bronca permanente, ser más educados y equilibrados en el uso del lenguaje, y explicar a los ciudadanos de manera divulgativa las soluciones a sus problemas.
En definitiva, la política es una actividad muy noble y necesaria. La representación de la ciudadanía en las instituciones es pieza esencial de la actual democracia representativa. Pero la forma actual de hacer política está caduca, es decimonónica en sus formas de ejecución. En el siglo XXI, hay que avanzar hacia nuevas formas de participación, a nuevos espacios políticos más creativos y menos rígidos, más transparentes y democráticos, en los que las nuevas tecnologías de la información y comunicación se utilicen para garantizar la verdadera y efectiva conexión entre el ciudadano y los responsables políticos. Así, cada vez hay más políticos y responsables institucionales o empresariales que utilizan las redes sociales virtuales (blog, etc.) como instrumento de comunicación con el ciudadano. Este debe ser el camino a desarrollar para hacer más profunda la participación democrática real y constante, y no sólo cada cuatro años.
También te puede interesar
Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Conspiración?
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
El ocaso de Pedro Sánchez
La ciudad y los días
Carlos Colón
Madriguera, homenaje y recuerdo
La Rayuela
Lola Quero
De copas en Armilla
Lo último
Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Los inventarios de diciembre (1)
El parqué
Jaime Sicilia
Quinta sesión en verde
La tribuna
¿España fallida?
Editorial
El comodín de la vivienda