El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
La tribuna
HAN transcurrido más de treinta años desde el día en que una generación de andaluces se manifestaba ilusionada en solicitud de autonomía. De entonces acá, aquel sentir ha ido decayendo en todos los sentidos: social, político, económico y cultural, hasta llegar a la debacle sufrida por el andalucismo político en las últimas elecciones, sólo comparable a la de aquel partido español de la Transición que se enfrentó a nuestros anhelos como para desaparecer de la escena política.
Hemos podido ver cómo las Cortes Españolas aprobaban un Estatuto para Andalucía sobre el que dieron su opinión políticos nacionalistas catalanes, gallegos, canarios, aragoneses, vascos, etc., pero ninguno andaluz. Ahora, comprobamos cómo las leyes del Parlamento andaluz se aprueban con el único concurso de organizaciones políticas cuya inspiración, dirección e intereses se encuentran fuera de nuestra tierra. Es más, sufrimos una desactivación sistemática e intencionada, dirigida desde el poder, contra todo lo que signifique sentimiento andaluz. Situación de la que -unos por acción, otros por omisión- todos los que nos consideramos andaluces debemos sentirnos responsables.
Ello nos lleva a que Andalucía continúe en el mismo lugar desde hace décadas, con los peores índices económicos, sociales y educativos de Europa. Muchos andaluces nos preguntamos qué podemos hacer y únicamente encontramos dos caminos: mantenernos en nuestras casas -y cosas- con estoica sumisión o levantar nuestras frentes con dignidad. Sin embargo, para nada nos interesa resignarnos: es necesaria nuestra pervivencia como pueblo en un mundo globalizado. Lo cual nos exige conocer nuestro pasado, sentir nuestro presente y ser dueños de nuestro futuro.
Sin embargo, vivimos una realidad muy diferente. Podemos comprobar cómo nos niegan nuestra identidad, somos meros espectadores del presente y el futuro, cada vez más difícil de nuestros hijos, está diseñado por intereses extraños y ajenos.
Tenemos que reaccionar. Y, para ello, es preciso revivir una aspiración colectiva, nueva y distinta, aprendiendo de errores pretéritos. No podemos fundar una institución que mimetice y copie los vicios y distancias de las organizaciones y entidades tradicionales. Si, para resurgir, Andalucía necesita un esfuerzo especial, ha de ser un proyecto que beba del sentir, la idiosincrasia, la cultura y el ser de Andalucía. Y nunca, nunca, puede tratarse de una acción exclusivamente política.
Por todo ello, entendemos como imprescindible renunciar al pasado y unir los esfuerzos de cada uno de nosotros en una voluntad común, trabajando por la identidad, el progreso y el desarrollo de Andalucía. Un movimiento alternativo donde podamos debatir proyectos, aportar ideas y buscar soluciones que puedan transmitirse luego a la sociedad andaluza. Un esfuerzo compartido que actúe, dinamice y promueva la puesta en marcha de un sentir en el pueblo andaluz, que cambie la atonía actual por la ilusión en la lucha por un futuro diferente.
Un proyecto que signifique, al fin, esa organización, digna, coherente, generosa, seria y honrada que el pueblo andaluz se merece y lleva demandando desde hace muchos años por encima de siglas.
Como ya nos advirtiera Blas Infante, "sabemos que el camino es largo, lleno de incomprensión y dificultades", pero también sabemos que "a cada hombre que le hagamos llegar a conocer la historia de Andalucía, la personalidad de sus gentes, la manera de ser y de entender la vida y la forma, sobre todo, de expresarla y desarrollarla, será una piedra firme de ese edificio que entre todos los andaluces, sin política falsa, sino con actuación legítima del querer hacia el pueblo, tenemos que levantar limpiamente".
Una generación ha pasado sin que el andalucismo político tradicional haya sabido mostrarse ante el pueblo andaluz como el garante de sus anhelos e intereses. Ha llegado la hora del relevo, pero sin que nadie dé un paso atrás. Este pueblo necesita ahora más que nunca una fuerza propia que le represente y defienda.
Si queremos ser un pueblo, si aspiramos a tener futuro, no podemos quedarnos sin voz. Porque si el nacionalismo andaluz no avanza, el autogobierno del pueblo andaluz retrocede. Ha muerto el andalucismo profesional, es la hora del andalucismo de conciencia. Porque el ideal andaluz, o se fundamenta en el humanismo ancestral de los andaluces o nunca será nada.
Mienten quienes dicen que este pueblo no confía en sí mismo y es incapaz de autogobernarse. Sólo cuando de verdad se le muestre un proyecto político nacionalista serio para Andalucía, sólo entonces, podremos saber si el pueblo andaluz sabrá responder.
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