Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
El fuste
LA reunión del jueves del alcalde, Andrés Ocaña, con los vecinos del Parque Cruz Conde, con los medios de comunicación de testigo, no tiene nada de nuevo, puesto que es una práctica que se suele utilizar cuando al regidor se le presenta un problema y se siente fuerte. Rosa Aguilar lo usó cuando una asociación la acusaba de frenarle una ayuda y resulta que en ese encuentro con luz y taquígrafos se desveló que el presidente del colectivo -dedicado a un determinado problema de salud- pagaba con la subvención las copas de balón con que se relajaba en sus ratos libres. Lo de esta semana ha sido parecido, aunque con un matiz distinto, porque las formas de las partes hicieron que naufragara cualquier posibilidad de acuerdo. Que hay representantes de colectivos que son exaltados, que no respetan al interlocutor y que se resisten al acercamiento de posturas no es nada nuevo, pero que un alcalde se salga de sus casillas si llama, y mucho, la atención. Ocaña no es nuevo en esta plaza y ha lidiado carteles peores y en territorio comanche, como fue el caso de aquella asamblea en Fontanar de Quintos de agosto de 2007 en la que los parcelistas estaban de todo menos calmados. Y salió airoso del trance. Es inexplicable, por tanto, la reacción que tuvo el jueves cuando por dos veces dijo a los usuarios del circuito del Parque Cruz Conde: ésta es "mi casa". Si esto hubiera ocurrido hace 60 años todavía se contaría la anécdota como ejemplo de unas formas de ejercer el poder que ya son historia.
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