
David Fernández
León XIV frente a los caminos del pecado
En posición legal
No creo en los profetas. No pienso que el futuro sea predecible. De hecho, entiendo que los que tratan de jugar a adivinos pecan de un componente de subjetividad más o menos evidente que les hace ser injustos. Como sostiene Jodorowsky en su Psicomagia, "toda predicción es una toma de poder". En Córdoba, por idiosincrasia, por senequismo o por lo que sea somos muy dados a jugar a dioses. Creemos que llevamos tanta razón en nuestras ideas, en nuestros ideales, que muchas veces aderezamos los acontecimientos hasta dejarlos a nuestro gusto. Al gusto del destino que, sabiamente por supuesto, habíamos preconizado. Por eso decir, después del infame encuentro del domingo en El Arcángel, que el Córdoba va a descender es muy barato e injusto. Tanto como basar las esperanzas de permanencia en una hipotética victoria en el Rico Pérez en la siguiente cita. El Córdoba bajará si sigue jugando así de mal. Eso lo sé yo, lo sabe Paco y lo sabe hasta el que asó la manteca. El Córdoba se salvará si, por el contrario, pone esa nota de casta y calidad que, en otros partidos, ha exhibido y que es argumento y asidero para optimistas. Inclúyanme en este segundo conjunto. Yo no veo a este grupo de futbolistas jugándose una agónica permanencia en San Sebastián. Tengo tantos argumentos para sostener mi forma de entender las cosas como los tienen los catastrofistas para entender justo lo contrario. Pero no profetizo. Porque no me gusta. Porque me llevaría a manipular la verdad hasta convertirla en pasto de mis propias pretensiones. Y, por último, porque colocaría un paño en los ojos ante la realidad. Eso sí, jamás desearé lo contrario. Aunque lo pensara firmemente. Ya lo he dicho. No pienso que se puedan describir acontecimientos en un tiempo más allá del presente. Ni que la suerte de un equipo esté marcada de antemano. Porque, entonces, lo mejor sería que dejásemos nuestro trabajo. Que nos dedicásemos a hablar de algo menos predecible. Y eso que la magia del fútbol radica, en gran medida, en lo imprevisible. Porque, y ahora viene lo grande, ¿quién me dice que el Córdoba no es capaz de ganar el domingo? Apuesten.
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