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Rafael Padilla
La paradoja de la privacidad
EN TRÁNSITO
VEO a la rapera Mala Rodríguez en una entrevista con Joaquín Petit en Canal Sur 2. Una vez usé una canción de La Mala en un instituto de un barrio problemático, y todos los alumnos sintonizaron de inmediato con la letra, así que me interesa oír lo que dice. La Mala me parece una chica inteligente que sabe lo que quiere, aunque la veo mucho más tímida de lo que imaginaba, cosa que contradice su imagen de chica mala y atrevida. "¿Fuiste una buena estudiante?", le pregunta Joaquín Petit. "No, no lo fui", contesta La Mala sin apenas pensárselo. Y en ese momento me pregunto una vez más qué pasa con nuestro sistema educativo, para que una chica inteligente y aficionada al uso creativo de las palabras haya sido un caso más de nuestro calamitoso fracaso escolar.
Las causas son múltiples, pero habría que recapacitar sobre una serie de problemas que se repiten. Hace poco estuve repasando comentarios escritos por alumnos de una Facultad de Derecho y me sorprendió la alarmante pobreza expresiva de casi todos ellos. Los alumnos sabían lo que querían decir, pero eran incapaces de expresarlo. Les faltaba vocabulario, les faltaba sintaxis y les faltaba capacidad de síntesis. O sea que los jueces y los abogados y los legisladores del día de mañana tienen problemas serios para construir una frase con un mínimo de lógica y de precisión conceptual. Y si muchas leyes actuales ya parecen redactadas por un imitador involuntario de Chiquito de la Calzada, uno se pregunta qué pasará cuando las redacten esos alumnos que no saben puntuar una frase, ni razonar un punto de vista, ni usar con propiedad los conceptos.
Pero la culpa no es de los alumnos. Nuestro sistema educativo ha olvidado que la herramienta esencial del aprendizaje es la lengua, y que si un alumno no entiende lo que lee, ni sabe expresarse con claridad de forma oral y escrita, ni ha adquirido un vocabulario amplio que sea capaz de usar con facilidad, ese alumno está condenado a no entender el enunciado de un problema matemático ni el contenido de un tema cualquiera, así que tarde o temprano será un caso más de fracaso escolar. Por supuesto que hay muchas más causas del fracaso educativo, desde la irresponsabilidad de los padres a la permisividad suicida del "buenismo pedagógico" que permite entrar en clase a los alumnos con el móvil conectado, y eso sin hablar de unas cadenas de televisión a las que habría que aplicar con urgencia una Legislación Antiterrorista Educativa para que dejaran de fomentar la estupidez y la desvergüenza. Pero vuelvo a lo más importante, que es la lectura y el buen uso del lenguaje, algo que no debe estar reservado a la Primaria sino que debe llegar hasta la Universidad. De lo contrario, seguiremos condenados al fracaso.
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