De aceituneras y manijeros

Un espectáculo revive la vida en los cortijos olivareros de Sierra Morena

Los vareadores bailan con las aceituneras en el teatro El Silo en el transcurso del espectáculo.
Los vareadores bailan con las aceituneras en el teatro El Silo en el transcurso del espectáculo.
Francisco Javier Domínguez

28 de diciembre 2007 - 05:01

Pozoblanco revivió ayer de nuevo los tiempos de la recogida de la aceituna tal y como se hacía mucho antes de que se hablara de convenios del campo, de vibradoras mecánicas o de tractores de cadenas. Quienes acudieron a esta representación, titulada Madre, yo quiero ser de una faneguería y compuesta por diez números de teatro, danza y música que tuvo lugar en el Teatro El Silo, recordaron cómo se vivía en la sierra entre fríos, recuas de mulas y portes de aceituna.

Y es que a mediados del siglo XIX, tras los procesos desamortizadores, miles de fanegas de tierra de las sierras del sur de Los Pedroches se desmontaron y fueron sembradas de olivos. El ingente trabajo que supuso la retirada del fragoso matorral mediterráneo dio paso a la recogida de la aceituna, una labor tan ardua como la del desbroce del monte que generó toda una cultura a su alrededor. Este reducto olivarero de Sierra Morena, enclavado en los actuales términos de Pozoblanco, Obejo, Alcaracejos, Añora, Villanueva de Córdoba y Adamuz, albergaba cada invierno a cientos de personas que ingresaban en las faneguerías, las cuadrillas de trabajadores y trabajadoras de la época que trabajaban de sol a sol en dura pugna con la escarcha, la nieve, la lluvia y las pronunciadas pendientes.

Los números en los participan cerca de 50 personas tienen música de Luis Lepe, coreografías dirigidas por María Luisa Sánchez y representaciones teatrales ideadas y puestas en escena por Miguel Ángel Cabrera. Juan Bosco Castilla es el autor del libreto y entre los participantes se encuentran los componentes de Aliara y del grupo Jara. También participa el cantaor flamenco Antonio García, que interpreta varias jotas de la tierra, que ofrecen una curiosa mezcla del folclore andaluz con el extremeño y el manchego. Porque la sierra se convertía en punto de referencia para muchos y algunos traían sus coplas desde Ciudad Real o Badajoz y las bajaban hasta Córdoba, de ahí que la mezcla entre influencias haya conformado unos cantes y unos bailes únicos, que merece la pena conservar. Tampoco faltan en la representación juegos, ni alusión a las fatigas que se pasaban cada mañana al salir al tajo -"Manijero, manijero, no nos saque tan temprano, que está la escarcha en el suelo y la nieve en el tejado"- y se refleja el cortijo de los zolejas, como se denomina en la zona a los pequeños propietarios de fincas, la tradicional molina, a la vez que se recuerda a los arrieros y sus cantes por las veredas. Tampoco faltan alusiones a la Navidad. Se muestra una cultura que ha resurgido en El Silo con gentes del siglo XXI.

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