Desolación tras la catástrofe

Subbética

Un millar de afectados por la tormenta del domingo sigue limpiando las decenas de casas anegadas en Llanos de Don Juan y el Nacimiento de Zambra · Tres personas estuvieron apunto de morir ahogadas

Desolación tras la catástrofe
Desolación tras la catástrofe

Un hombre de 88 años está sentado en la puerta de la casa en la que ha vivido desde que nació. Inclina la cabeza y con la voz entrecortada sólo acierta a decir: "una catástrofe, esto ha sido una catástrofe". Otro vecino tiene los puños vendados de romper cristales y puertas para que el agua no derribara su casa. Se acerca al presidente de la Diputación y le pide que le ponga un piso, que él no vuelve a entrar a su casa. Sigue muerto de miedo, después de haber aguantado con el agua al cuello más de media hora de espantosa riada en El Nacimiento de Zambra.

La madrugada del domingo fue terrible en la Sierra de Gaena, un complejo montañoso que rodea a Lucena y a dos aldeas de Rute: Zambra y los Llanos de Don Juan. En esta sierra nacen una infinidad de arroyos y dos ríos, el Anzur y el Lucena, que en menos de media hora arrastraban una avalancha de lodo, troncos, basura, animales y escombros que ha sembrado la desolación entre más de un millar de vecinos y los trabajadores y propietarios de unas 200 instalaciones industriales.

La radiografía de esta catástrofe provocada por las lluvias torrenciales y agravada por la mano del hombre es compleja. Todo comenzó en la Sierra de Gaena, donde algunos agricultores llegaron a medir lluvias de hasta 100 litros por metro cuadrado en media hora. "La riada llegó en silencio, cuando ya ni llovía", explica Antonio Rodríguez, presidente de la asociación de vecinos de El Nacimiento de Zambra.

El primer municipio en ser tocado por la catástrofe fue Llanos de Don Juan. A las 22:45, los vecinos recuerdan como el agua "en segundos" reventaba puertas y ventanas. El arroyo La Solana -muy sucio, muy alterado por la mano del hombre y muy descuidado desde hacía años- se desbordaba y en minutos anegaba medio centenar de casas. La situación más grave se vivió en la calle de El Carmen. En una vivienda, la fuerza del agua arrancó de cuajo una cochera y un cuarto de baño. En la casa de enfrente, una mujer de 72 años -Antonia Pérez Henares- luchaba por salvar la vida. Veía la televisión en el salón mientras su marido dormía en la planta de arriba. El agua la arrastró, pero se pudo agarrar a un cuadro gigante. Cuando el fango superaba ya los 1,80 metros, su nivel comenzó a bajar. A oscuras porque se había ido la luz y una hora después de ser arrastrada por una avalancha de muebles y fango, conseguía llegar a la escalera y salvar su vida.

Pocas casas más arriba, otra vecina, Juana Henares Carvajal, de 70 años, viuda y que vive sola, también veía la tele cuando "el agua me entró por todas partes. Me levanté, me agarré a la baranda y se fue la luz", explica mientras llora. Hoy, ninguna de las dos mujeres tiene muebles, ni comida "ni el poquillo dinero que guardaba, que también se lo ha llevado la riada". Pero se santiguan y dan gracias a Dios por seguir vivas.

Poco antes de las 00:00, la catástrofe se repetía en el Nacimiento de Zambra. Sin avisar y casi sin hacer ruido, el cauce del río Anzur alcanzó una anchura de 150 metros, cuando lo normal es que no mida más de cinco. En su torrente, se confundían árboles arrancados de cuajo, piedras de hasta 1.000 kilos, coches, muebles y restos de casas. La crecida asoló el restaurante Anzur, que ayer fue derribado por miedo a que provocara más tragedias, anegó una docena de casas, destrozó un histórico cortijo (La Muralla) de más de dos siglos y el incalculable patrimonio que acogía, derrumbó parte de la antigua fábrica de aguas de Zambra y arrancó de raíz dos naves agrícolas de unos 5.000 metros cuadrados. Sólo quedaron los cimientos. Pero pudo ser peor. Un hombre de mediana edad -que ayer se lamentaba ante el presidente de la Diputación- estuvo media hora con el agua al cuello, agarrando una puerta para que no se cerrara e inundara hasta el tejado su casa, donde se refugiaban sus tres hijos. Otro vecino arrancó su tractor y gracias a su pala pudo rescatar del tejado a toda la familia, que ayer se negaba a entrar a una casa dónde no ha quedado nada salvable. Una hora después, toda este agua desembocaba en el río Lucena y anegaba unas 200 naves industriales, 20 de ellas que ya han sido declaradas como siniestro total, y varias viviendas en el camino de Los Poleares, cuyos vecinos también tuvieron que ser rescatados horas después de los tejados.

Ayer, este millar de personas afectadas por la catástrofe seguían manchadas de barro, limpiando todo lo que podían y preguntándose cómo había podido ocurrir una cosa así en una zona tan acostumbrada a las tormentas de septiembre. En Llanos de Don Juan, Joaquín, un vecino que ha perdido su casa, la de su madre, sus muebles estrenados hace un mes y una cochera, exhibía las firmas que presentaron el pasado 14 de abril ante el Ayuntamiento de Rute y la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) para que se encauzara el arroyo que se ha desbordado. "Estaba muy sucio, con mucha arboleda y encima se ha dejado que se construya sobre su cauce", explica. "Tendrían que haber hecho un canal y no estas tuberías" de unos 100 metros que ahora están cegadas. Joaquín, indignado, insiste en que la Confederación había mostrado su disposición a limpiar el cauce, pero que desde abril nadie ha hecho nada por impedir "una catástrofe que se veía venir".

En el Nacimiento de Zambra, los vecinos culpan a otra Administración: la Diputación. Los propietarios del cortijo La Muralla -en la que Jorge Villena, que fue secretario de José María Pemán, había creado un museo de incalculable valor que se ha tragado la riada- culpan a la construcción de una carretera provincial de la catástrofe. Las obras, que se acabaron en junio, ha elevado la calzada "varios metros ante la oposición de los vecinos, que veíamos cómo cercaba el arroyo y nos echaba a nuestras casas sus aguas. Estaban advertidos, se lo habíamos dicho muchas veces", denuncia el nieto de Villena, que reconoce que lleva "dos días sin dormir". El museo al que su abuelo dedicó toda una vida ha desaparecido. "Pero al menos yo esta noche tendré un techo donde dormir. Hay otra gente que no ha tenido tanta suerte".

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