La escritora injustamente olvidada

Elena Soriano Jara. Vinculada durante muchos años a Bujalance, esta autora destacó por su amplia creación literaria, pese a sufrir la censura por sus ideas y su condición de mujer

La escritora injustamente olvidada
La escritora injustamente olvidada
Pilar Bartolomé

04 de febrero 2018 - 02:30

Elena Soriano nació el 4 de febrero de 1917 en Fuentidueña del Tajo (Madrid). Hija de padres cordobeses, su padre era maestro nacional, lo que significaba cambios de destino, por lo que vivió su infancia entre Andalucía y Castilla. Aún así, estuvo íntimamente ligada a Bujalance. Antes de los cinco años empezó a leer y comenzó su "manía de escribir". Su facilidad ya se mostró cuando tenía diez años y escribía pequeñas novelas. A los 14 publicó algunos artículos en revistas de provincias y también en la revista bujalanceña El Faro en 1926. Tras finalizar la carrera de Magisterio en 1935, comenzó a estudiar Filosofía y Letras, pero no pudo terminar debido a su ideología de izquierdas. La familia pasó el periodo bélico en Valencia.

Al término de la guerra se casó con Juan José Arnedo Sánchez. Vetada en el concurso público de oposición del año 1942 -fue expulsada con la mayor calificación de las oposiciones de auxiliar de biblioteca-, dentro de las medidas de represión franquista, vivió su exilio interior en la vida familiar y dio a luz tres hijos: Juanjo, Elena y otra niña que murió con veinte meses. Elena Soriano Jara inició su vida literaria en 1951 publicando la novela Caza menor, trama que en 1976 se proyectó en TVE como serie en 20 episodios. Carlos Saura dirigió en 1972 Ana y los lobos, película que plagia partes enormes de su obra. La SGAE le dio la razón a Elena Soriano, pero no fue posible emprender ninguna acción contra el director. En los años cincuenta y primeros sesenta, colaboró activamente en diversas revistas.

Entabló contacto con Cantabria gracias a sus veraneos en Suances e inspirándose en este pueblo marinero, en 1955 publica la primera novela de su trilogía Mujer y hombre, La playa de los locos. La censura la prohibió por considerarse inmoral su temática, por tabúes existentes en aquella época y por ser mujer. Otros escritores masculinos con temas similares no fueron censurados, como Darío Fernández Flores, con su Lola, espejo oscuros, un estudio de la vida de una prostituta.

Este texto no se distribuyó, aunque unas cuantas copias llegaron a algunos críticos, hasta que en 1984 se publicó y en 1986 vio la luz la trilogía completa (La playa de los locos, Espejismos, Medea). El leit motif es el miedo al paso del tiempo. Se declaró anti-poética, educada por la gran escuela clásica y realista, Stendhal, Dostoyevski, Galdós. Entre sus obras destacan Cuentos de antes y de ahora (1989), un libro de relatos -La vida pequeña (1990)- y sus inquietudes filosóficas quedaron plasmadas en los tres tomos que formaron Literatura y vida, 1992-1994 y Tres sueños y otros cuentos (1996), además del ensayo titulado Cuanto yo sé de Cela.

Considerada una intelectual progresista y en gran medida autodidacta, en 1969 (junto al que sería su yerno, Miguel Boyer, Manuel Andújar y Eduardo Naval), creó, financió y dirigió la revista El Urogallo. Nació como una revista literaria bimestral, en la que estuvo al frente hasta 1976, con la colaboración de grandes plumas de la literatura española e internacional, aunque no exenta de censura. Fue gran amiga de Dámaso Alonso, Cela, Gerardo Diego y otros escritores españoles y latinoamericanos. Frecuentaba mucho al Café Gijón, tenía relaciones cordiales con Carmen Martín Gaite en la época cuando tenían una tertulia en el Comercial y llevaba una relación de confianza con Carmen Laforet.

En 1986 publicó Testimonio materno, obra autobiográfica, relato en el que expone las confesiones de una madre (ella)) enfrentada al lento suicidio de su hijo drogadicto de 25 años, obra que alcanzó un enorme éxito. Fue reeditado repetidas veces, casi contraviniendo el deseo de su autora y cuyos derechos de edición cedió a Cruz Roja, lo que dio lugar a la creación de la fundación Crefat de la que Elena era vicepresidenta. Aquella muerte iba a marcar no sólo su vida posterior, sino también su carrera literaria.

Aunque no se presentó a ningún concurso literario, fue por el contrario miembro del jurado de varios de ellos, como los de Pablo Iglesias, Plaza y Janés o Nacional de las Letras. En 1991 recibió el premio Rosa Manzano por su labor de escritora progresista y en 1993 se le concedió la Medalla de Oro Individual de la Comunidad de Madrid por su creación literaria en pro de la libertad de pensamiento y de los derechos humanos. Continuó viviendo en Madrid en sus últimos años, trabajando en el libro Defensa de la literatura. Apuntes para un ensayo interminable, sin poder terminar el ensayo El donjuanismo femenino, que tras su muerte en 1996 fue concluido en el 2000 por su hija, la ginecóloga y política socialista Elena Arnedo.

Para el estudio de su obra y como ejemplo de su exilio interior, el Ateneo de Madrid ha creado un aula con el nombre de este insigne miembro del Patronato de la Biblioteca Nacional.

Ya a título póstumo, en Fuentidueña, su pueblo natal, se le puso su nombre a una calle y en Suances se le erigió una estela de piedra frente al mar en 1997. En el décimo aniversario de su muerte se creó en esa localidad un concurso internacional de relato corto con su nombre, que también se le dio a la biblioteca municipal y a una calle de su casco antiguo. Escritora, injustamente olvidada a la que la pasión por la literatura marcó su vida entera.

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