Esto es indefendible
FC BARCELONA B | córdoba cf
El Córdoba naufraga en el Mini Estadi con su versión más horripilante en el juego sin balón, lo que facilitó la goleada del filial azulgrana
No es problema de nombres, sino de algo más

Sólo cuatro jornadas han bastado para que las luces de alarma se enciendan en El Arcángel. Con el inicio del campeonato, todos los pasos hacia adelante dados durante la fase de preparación se han convertido en agigantadas zancadas hacia atrás... lamentablemente, apenas de forma metafórica. Porque el principal problema de este Córdoba, más allá de la dificultad para reconducir situaciones adversas -y ahí entra en escena el juego con balón-, está en su dificultad para frenar las transiciones enemigas. En estos momentos es un equipo sin defensa, incapaz de replegar con la celeridad que requiere el rival, blando hasta decir basta cuando tiene que taponar fuera de sitio, sin concentración para dar respuesta a los movimientos que se salen del guión, frágil al más mínimo golpe recibido... Le ha pasado en todos los partidos, incluidos los dos a domicilio que ganó en Albacete y Lorca (Copa) en los que el marcador maquilló estos males, por lo que queda claro que no es un problema de nombres ni de rivales, quizás sí de conceptos, de que el plan trazado por Luis Carrión no acaba de funcionar.
En Barcelona, en la tercera salida del curso, ni siquiera hubo opción a la chapa y pintura que disfrazó las visitas a dos de los otros recién ascendidos. El naufragio fue tal que el filial azulgrana se dio un festín, endosando un doloroso 4-0 a un equipo que salió medianamente bien, contuvo al rival 20 minutos en los que incluso anotó un gol legal que el árbitro le birló... y se esfumó con el primer regalo tras una acción de saque de banda de las que se enseñan en los patios de los colegios. A partir de ahí, fue un juguete en manos del equipo de Gerard López, que primero tuvo la posesión y luego se la regaló a los blanquiverdes para que minimizaran el daño y al menos tuvieran algo que llevarse a la boca de una derrota de las que son tremendamente difíciles de digerir.
El Córdoba encaró el partido con dos cambios cantados: Caro por Joao Afonso y Aguza por Carlos Caballero; y con una modificación táctica para tratar frenar el juego combinativo del filial, con el ex del Alcorcón formando la parte superior del triángulo de mediocentros. La idea, a priori, no parecía mala, y el arranque del choque así lo confirmó. Pese a la puesta en escena fogosa de los locales, el cuadro cordobesista se asentó pronto, robando poco a poco el esférico con más rapidez, y manejándolo con soltura en campo rival tras segundas jugadas, pues la presión elevada azulgrana obligaba muy a menudo al envío directo. ¿Ocasiones? Las justas: un remate a la media vuelta de Jona, un tiro lejano de Edu Ramos tras robo y una internada de Aguza a la que le faltó la guinda del pase definitivo. Estaba todo bajo control, incluso Jona anotó un gol que el asistente anuló por un fuera de juego inexistente.
Pero de la nada empezó el naufragio. Un saque de banda cerca de la esquina provocó un caos difícil de imaginar y el balón acabó en Aleñá, tras un eslalon del lateral Cucurella al que sólo le faltaron los aplausos. Gol y el principio del fin. Este CCF ya ha quedado mostrado que sufre muchísimo cuando se ve por detrás en el marcador, y no iba a ser una excepción. Eso sí, la imagen nadie esperaba que fuera tan lamentable. Porque el equipo blanquiverde quedó tocado y terminó por hundirse cuando en la siguiente aparición ofensiva azulgrana José Arnáiz hizo el segundo aprovechando el regalo de Stefanovic y el progresivo hundimiento de los zagueros. En apenas cinco minutos, todo lo bueno ofrecido en el primer cuarto de encuentro ya había quedado soterrado por una repetición de los fallos que costaron el partido ante el Zaragoza.
Estaba por ver ahora si este Córdoba tenía capacidad para reaccionar, algo que se le venía echando en falta en citas anteriores. La respuesta fue un no rotundo. Con ventaja, el filial pasó a jugar unos metros más atrás sin importarle lo más mínimo, como sabiendo que con espacios podía terminar de matar a su rival. Y así lo hizo. Los blanquiverdes se creyeron con el control del partido por pasar a colgar balones que nunca encontraban rematador, por acumular algún saque de esquina que otro. Y lo que hallaron fue un tercer gol en una contra de libro que volvió a sacar las vergüenzas a todo el sistema defensivo. Mala reacción tras la pérdida, mal repliegue y peor resolución en el balcón del área para permitir un doloroso 3-0.
¿En qué había quedado el cambio de cromos en la retaguardia que era petición popular? En nada. Porque como ya mostró en Lorca en la Copa del Rey, ante un rival que entonces atinó ya sin tiempo, Caro no mejoró la intensidad de Joao Afonso, y si a eso se suma que esta vez el lateral acompañó poco o nada, pues el desenlace fue un coladero imposible de defender, un regalo de esos que un punta con hambre de gol es incapaz de desaprovechar.
Con el partido decidido al descanso, el segundo tiempo sobró por completo. Carrión se la jugó con Guardiola a la derecha, como en muchas de las pruebas estivales, pero para hacer daño lo primero y fundamental es tener el dominio de la situación y, sobre todo, el balón. Y ni una cosa ni la otra se dieron, por lo que fueron apenas fuego de artificio. Es más, los primeros minutos de la reanudación volvieron a demostrar los problemas de tensión defensiva de un equipo que permitió un primer remate de Aleñá desde la frontal o un mano a mano de José Arnáiz tras pérdida de Josema y mal achique que salvó Stefanovic antes de que una nueva concatenación de errores tras un córner a favor acabara en el definitivo 4-0. Era el minuto 66 y Choco Lozano se metía en la portería cordobesista como el que entra al salón de su casa. Con la goleada ya fabricada, el daño que se imaginaba era terrible, cruel.
Pero el Barcelona B se relajó. Se tiró más atrás aún, buscando la contra de manera descarada y dejó al CCF que disfrutara con algo de posesión. Un regalo al que ya ves muerto. Guardiola por dos veces, Alfaro otras tantas, Javi Lara y hasta Markovic lo intentaron desde cerca y desde lejos, casi siempre en acciones aisladas, encontrando siempre la respuesta de Varo. Mientras, en el arco contrario, Stefanovic salvaba un uno para uno con Alfaro. Cuatro o cinco, a esas alturas, era lo de menos. Los problemas son otros, y más graves de lo que parece. Cierto es que sólo es la jornada 4, pero este Córdoba que enamoró en las pruebas de sonido, ahora que ya suena la música en el concierto es un solterón al que nadie se acerca. Seguro que el presidente, Alejandro González, que estuvo viendo el partido en directo, ya ha tomado buena nota. Porque lo visto ayer en el Mini Estadi es indefendible y no puede volver a repetirse si el objetivo es bailar juntos hasta el final.
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