Salvador Gutiérrez Solís

Sólo una historia de amor

Tribuna

Creo que hay un señor de una aldea de Burgos, aunque sin confirmar oficialmente, que no sabe que la mujer de Macron es más de 20 años mayor que él

Brigitte Trogneux
Brigitte Trogneux

15 de mayo 2017 - 08:38

Brigitte Trogneux
Brigitte Trogneux

Hemos creído ver el primer beso, cándido, sobre el escenario, tras la representación teatral estudiantil. Una primicia que la fotografía nos regala, el orden de la memoria. Cuentan que él era un alumno aventajado, el talento en estado puro, y ella la sensibilidad, la elegancia, el amor por la cultura. Ella recitaba poemas de Baudelaire, o tal vez fueran fragmentos de Balzac, quizá de Proust, puede que de Stendhal, y él la escuchaba hipnotizado, alucinado, embriagado de amor, admiración y belleza. Hay quien señala que fue un amor a primera vista, que Cupido lanzó sus flechas y acertó en ambos corazones al mismo tiempo; el irrefrenable poder de la química del amor, o algo así, buscaré una definición más apropiada y elocuente en la extensa obra de Margaret Atwood. Los cronistas, y hasta casi los historiadores, todos los tertulianos, algunos directos testigos de los acontecimientos narrados, indican que los comienzos de la pareja fueron muy duros, poco esperanzadores, por todas las circunstancias que les rodeaban: ella, una respetable y casada profesora, madre de tres hijos, madre ejemplar, creí escuchar; él, un adolescente, brillante estudiante, pero adolescente, presos de un amor imposible. Ella, 24 años mayor, ya una vida hecha, esa expresión tan desoladora: una vida hecha, él un jovenzuelo, que apenas había comenzado a vivirla, se toparon frente a la dura realidad. Frente a la oposición de sus padres, en el caso de él, o eso dicen, frente al qué dirán, en el caso de ella, una mujer casada y con hijos, una mujer, sobre todo, nos es lo apropiado, dicen que decían. Pero como en la película más cándida y menos cancerígena de la sobremesa de cualquier domingo, basada en los hechos reales más dulces, triunfó el amor, y la diferencia de edad, el proceder de una ciudad de provincias, el qué dirán y demás circunstancias adversas no pudieron impedir el irremediable triunfo del amor. Tachán.

No me cabe duda de que rodarán una película, o una teleserie, según lo que pretendan estirar el chicle, con la historia de amor entre el recién elegido Presidente de Francia, Emmanuel Macron y su esposa, Brigitte Trogneux. Y es que en apenas una semana, nos han contado obra y vida de la pareja, sus primeros momentos y hasta detalles solo al alcance de familiares o amigos muy íntimos. Por ejemplo, si usted teclea en la ventanita de Google la palabra edad, automáticamente aparece: edad mujer macron, y si teclea solo esp, a continuación aparece esposa de macron, y así todo. O sea, millones de personas se han interesado por Brigitte antes que usted, y antes que yo, aunque me temo que se han interesado especialmente por su edad, que puede ser que también haya sido lo que nos ha llamado la atención a nosotros. Una más de las expresiones, matices, de ese machismo inoculado que convive con todos nosotros en esta sociedad que a ratos queremos reconocer como evolutiva, pero que sigue arrastrando unas pesadas taras de las que no consigue desprenderse. Si ocurriera al contrario, si el de sesenta años fuera él y ella no hubiera cumplido los cuarenta no habría tanto runrún, todos y todo lo veríamos como más "normal", con esa maldita normalidad que tan poco bien nos hace. Curiosamente, la diferencia de edad entre el matrimonio francés es la misma que la existente entre Donald Trump y su esposa Melania. Nada más que decir, evitemos recuperar comentarios al respecto.

Creo que hay un señor de una aldea de Burgos, aunque está sin confirmar oficialmente este dato, que no sabe que la mujer de Macron es más de veinte años mayor que él. Me cuesta creerlo, pero parece que es cierto. Para mí, sin embargo, la gran noticia de las elecciones francesas fue la derrota de Le Pen, ya que la victoria de Macron la entiendo como un mal menor ante la llegada de lo terrible. Todo lo demás, pienso para la carroña, dimes y diretes, no querer asumir, tampoco entender, que el amor es más simple, cuenta con bastantes menos andamiajes de lo que muchos piensan, encorsetados en esa normalidad que los asfixia con tanta frecuencia. En estos tiempos tan envenenados, tan desconfiados en todos los sentidos, somos capaces de reinterpretarla o deformar a nuestro antojo ésta y cualquier relación, porque nos cuesta creer, o no queremos creer, que tal vez solo se trate de una historia de amor. Solo amor, ni más ni menos.

stats