Salvador Gutiérrez Solís

Rendición

La tribuna

Rendición
Rendición

20 de junio 2017 - 02:37

Hay autores, creadores, que son importantes, esenciales, más allá de sus propias obras, aunque éstas también lo sean. Puertas que se abren, puntos cardinales, mapas que se extienden hacia nuevos confines. Primeras ruedas. Seguro que la primera era imperfecta por definición, incomparable con las ruedas de la actualidad, suaves, veloces, perfectas. Aerodinámicas. Pero sin la primera e imperfecta primera rueda no habríamos alcanzado la perfecta rueda actual. Aerodinámica. En el mundo de la cultura, en la Literatura, concretamente, son esenciales ese nombres, obras y personalidades que amplían el mapa, encienden nuevos focos, trazan otros caminos. Lo fueron, aquí en España, entre otros muchos, Valle y Juan Ramón, Cela y Goytisolo, Cernuda y Ferlosio, García Baena y García Casado, y Ray Loriga. También sucede que con frecuencia necesitamos que esas corrientes que nos atrapan desde el exterior cuenten con una referencia cercana, de aquí, que actúe como puente, como conexión. Hasta como interpretación. Leía a Carver, a Burroughs, a Kerouac, a Ballard, a Fante y no creía que pudiera haber "sucursales" de esos autores, de esas corrientes, en nuestro país. Pero las acabó habiendo, aliñadas con Cela, Valle, con Juan Rulfo, y con el mundo del cómic, y con las películas de Lynch o con esas canciones que solo podíamos escuchar en Radio 3, demostrando que el mestizaje es bello y necesario y enriquecedor, al mismo tiempo. No solo sucede en literatura, acudamos a la música, por ejemplo. Aceptamos, más allá de las minorías de siempre, el rock, el pop o el punk cuando los grupos e intérpretes españoles adoptaron estos estilos. Y eso que los Pistols y los Clash ya no existían cuando aquí comenzamos a saltar, como locos, mientras tocaba Siniestro Total, por ejemplo.

Niño adelantado de la Movida, rutilante rockstar literario de los noventa, héroe de la modernidad, tabaco y tatuajes, gafas de sol y canciones de madrugada, rodó películas y escribió guiones, los grupos indies compusieron canciones hipnotizados por sus libros, Ray Loriga apareció como una llamarada, entre desafiante y necesaria, en una España aún decimonónica, más allá de lo exclusivamente literario. Lo peor de todo, Héroes o Caídos del cielo se convirtieron en lecturas casi obligatorias de una juventud que quería escapar de todo lo que oliera a pasado. Lo erigieron en estandarte de la Generación X, lo veneraron y lo zarandearon, al mismo tiempo, lo etiquetaron hasta convertirlo en su propia marca. Y a pesar de eso, que es mucho, que la mayoría no habríamos podido resistir, y son muchos los ejemplos, Loriga sigue aquí, no forma parte del batallón de los zombies literarios y mantiene su apuesta por su propia evolución, así como su empeño por no repetir, una y otra vez, la misma novela. Demuestra Loriga su vigor en todas y cada una de las entrevistas que concede, y que le animo a leer. Encontrará a un tipo cabal y lúcido, que no busco un arrabalero titular fácil, sin renunciar a su pasado, tampoco a su presente. Y lo demuestra, también y especialmente, con su última obra, Rendición, Premio Alfaguara 2017. Una novela en la que se evidencia que Ray Loriga, en cierto modo, ha evolucionado o ha cumplido años del mismo modo que lo ha hecho su narrativa.

Guiados por un personaje sin identidad, característica marca de la casa, prácticamente carente del menor atractivo, mental o físico, a través de un tono que el propio autor reconoce que le ha llevado años encontrar y perfilar, Rendición es una fábula distópica, o una ficción ficción, como al propio Loriga le gusta calificar, sobre la sociedad que hemos creado, tan anónima a ratos, casi sin identidad, neutra hasta el hartazgo. Repleta de frases memorables, algunas de ellas imposibles de no subrayar o de no tuitear en el mismo instante, valiente en su concepción, inclasificable por mucho que se empeñen en asociarla a más de una docena de autores, todos ellos muy relevantes, también en cierto, insospechada en su humor, que a veces se cuela como una niebla de madrugada, Rendición es una fulminante reflexión de la vida, de las renuncias, de sus circunstancias, de nuestra incapacidad para no escribir todos y cada uno de los capítulos que han de conformar nuestra propia historia. Es una novela sobre la aceptación, que puede ser poco, pero también mucho, si uno sabe escoger el momento y la compañía adecuadas.

stats