Salvador Gutiérrez Solís

Más allá del ruido

La tribuna

Más allá del ruido
Más allá del ruido

08 de octubre 2017 - 02:30

Esta semana han sido asesinadas tres mujeres a manos de sus parejas o de sus exparejas, así como un bebé de 11 meses. Sí, sólo 11 meses. Duele el corazón sólo de pensarlo, recordando a tu propio hijo con esa edad entre tus brazos. La mujer y el bebé fueron asesinados en Barcelona el 1 de octubre, mientras la ciudad se debatía entre poder introducir las papeletas impresas en casa en unas urnas colocadas a escondidas, para así poder esquivar la Ley, o impedir que así lo hicieran. El paro ha vuelto a subir, el peor mes de septiembre de los últimos años. ¿Se ha enterado de eso? ¿Es consciente de la temporalidad, de la baja calidad, de los caninos sueldos de los nuevos contratos? ¿Es consciente? Apenas hay contratos fijos, temporales la inmensa mayoría. Hablamos de horas, en infinidad de ocasiones. ¿Sabe que si trabaja una hora al mes, sólo una hora al mes, ya no aparece ese mes como desempleado en los censos oficiales? ¿No lo sabía? Pues imagínese cuál es el dato real del empleo, así como su calidad, en nuestro país. Vivimos inmersos en el ruido, casi en el fragor/fulgor de la batalla, silenciando otras noticias. Aquí, en Andalucía, los empleados públicos cobrarán íntegra su remuneración mientras cuidan de sus hijos que padecen cáncer o enfermedades graves. ¿Se ha enterado del nombre del nuevo ganador del Premio Nobel de Literatura, Kazuo Ishiguro, o se ha enterado de que no se lo han concedido a Murakami? Si Ishiguro, aunque británico, ocupa cuota oriental, pobre Murakami. Sé que el ruido puede provocar sordera, le aconsejo que se aparte, que cuide de sus oídos, que les preste la atención debida y que descubra que el paisaje se extiende, que hay otras voces, más allá. El silencio no es la antítesis al ruido, en este caso.

Con frecuencia decimos que vivimos en la sociedad de la información, que ha crecido de forma desmedida en los últimos años hasta convertirse en algo parecido a la jungla en la que Mowgli se crió entre gorilas. Sin embargo, más que de la información, creo que vivimos en la sociedad de la opinión -y esto es una opinión, fíjate tú la contradicción-. Todos opinamos, todos, y todas las opiniones son válidas mientras se ajusten a derecho, eso es así, pero no todas las opiniones son acertadas. Se puede ser muy respetable y meter la pata hasta el fondo, tal cual. Es más, son muy pocas, poquísimas, las opiniones acertadas. Contamos con un ejército de opinadores profesionales, que lo son porque alguien les paga por opinar, no lo olvidemos, y que nos ofrecen sus opiniones como un nuevo dogma que es imposible de rebatir y hasta de debatir.

Ahí tenemos a los opinadores cascarrabias que cada cierto tiempo tienen que decir una burrada para sentir que siguen vivos; los opinadores supuestamente juveniles que se aferran a la provocación intrascendente a través de un Iphone comprado a plazos; los opinadores con el bozal impuesto y marcado por el librillo de opinión que su medio o grupo gasta y hasta el opinador festivalero, muy de Twitter, siempre a la caza de una gracieta que le reporte 3.000 rt. Y son algunos más, pero no le quiero aburrir en la enumeración.

Creo que ya lo he dicho alguna vez, los opinadores que más respeto son los futbolísticos, porque el que más y el que menos hemos visto ya 2.000 partidos y nos hemos tragado otros 2.000 reportajes y nos hemos pasado más de 2.000 horas hablando del asunto, a lo largo de nuestra vida. A cualquiera con semejante bagaje, 2.000 libros, películas o discos, lo denominaríamos erudito. Salvo estos, no creo en los opinadores leonardosdavinci que saben absolutamente de todo, de economía, de climatología, de arte, de helarte, de centrales nucleares, de medicina y de cualquier otro asunto que acontezca, grave o leve. Lo curioso, lo paradójico y hasta lo blasfemo es que quien debería aportar luz, con una opinión coherente y acertada, como ese señor que habita en la Moncloa, cuando todo el mundo está pendiente de él, de que diga algo, lo que sea, se arrioliza (de Arriola, entiéndase), se mete bajo la manta de la ausencia y a esperar a que escampe. Tampoco Puigdemont tiene defensa alguna, entregado a una causa tan ilegal como no global, ¿todos los catalanes quieren la independencia? NO. ¿Y si no escampa? En esas estamos. En cualquier caso, no permita que el ruido no le deje escuchar el resto de sonidos, como tampoco crea que el silencio es la salvación. Busque la voz adecuada.

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