Salvador Gutiérrez Solís

Cuatro millones de golpes

Tribuna

He llegado a pensar que Eric se ha pasado de sincero, que cuenta demasiado, que es más que transparente, como si hubiera colocado su propia vida en una urna de cristal

Eric, batería de Los Planetas
Eric, batería de Los Planetas

04 de diciembre 2017 - 02:00

Eric, batería de Los Planetas
Eric, batería de Los Planetas

Hace dos años justamente, Eric Jiménez, batería de Los Planetas, Lagartija Nick, el Omega de Morente y una larga lista de bandas, míticas en su mayoría, presentó en su bar, que os recomiendo muy encarecidamente, El bar de Eric, por carta y decoración, mi novela Biografía Autorizada. Una novela en la que narro la trayectoria, la vida, de una supuesta estrella del rock nacional, que comienza su andadura en los ochenta, y que continúa en la actualidad, en solitario. Una novela que escribí como tributo a la música, pero también por leer esa obra que la literatura rock aún no me ha ofrecido. Una literatura repleta de biografías que repiten estándares muy comunes, infancias desoladas, todos nacieron en el seno de una familia muy humilde, de escasos recursos, pobres a más no poder, de las afueras de Manchester, Londres, Dublín o Nueva Jersey, siempre hay un poquito de trapos sucios, para alimentar el morbo y demás, y sin embargo hay muy poca música, se quedan en la estratosfera, nunca descienden, nunca cuentan cómo se produjo el milagro, cómo llego, que chispa originó el incendio, la creación, ni cómo lo llevaron a cabo; en definitiva, se guardan y se callan su fórmula de la Coca Cola. La mantienen a salvo, no quieren compartirla, como si hacerlo los convirtiera en mortales. Escribí Biografía Autorizada porque quería leer la historia de un músico hablando de música, y no de chismes, adicciones y familias desestructuradas. Quería retratar al músico en la intimidad, lejos de los focos. Si Eric ya hubiera publicado Cuatro millones de golpes con anterioridad tal vez no habría escrito mi novela: habría encontrado lo que andaba buscando.

Eric Jiménez es el máximo común divisor del rock español, también lo podemos considerar como una especie de Forrest Gump musical, siempre está ahí, en el momento propicio de la historia más reciente, en el lugar adecuado. Batería del grupo español más importante de las últimas décadas, Los Planetas, participante, además de una manera muy decisiva, del disco con mayor repercusión internacional del rock español: Omega y para rematar lo que sería la Pagana Trinidad Roquera, Eric coprotagoniza, junto a J y Gaizka Mendieta, el himno más coreado en los festivales españoles: Un buen día, que hasta la reina Letizia, eso cuentan, baila en la intimidad. No me cabe duda de que Eric es uno de los nombres imprescindibles de la escena musical española, y por tanto la información que aporta en esta biografía es esencial, fundamental, para conocer la historia más reciente de la música española, desde los ochenta hasta la actualidad. Una historia narrada con una sinceridad pasmosa, tanto que se podría haber titulado Honestidad brutal, apropiándonos del maravilloso trabajo de Andrés Calamaro. Una infancia, la de Eric, en unas condiciones durísimas, pero que él recuerda con cariño, incluso desde la felicidad. Infancia que nos habla de ese otro tiempo, no tan lejano, aunque pudiera parecerlo, y que nos ayuda a comprender los grandes cambios sociales, políticos o culturales que se han producido en este país, hasta el punto que determinadas situaciones que podíamos asimilar como normales hoy ya las catalogamos de aberrantes o marginales.

Es apasionante leer sus comienzos en Lagartija Nick o Los Planetas, y muy especialmente como se forjó Omega, su relación con el genio, con Enrique Morente y el flamenco. En Omega, Eric recupera el sonido de esos tambores que descubrió en su infancia, en la puerta de la pensión familiar, mientras contemplaba el tránsito de las procesiones de Semana Santa, en su amada Granada. Siempre he tenido claro que las percusiones de Eric "cosen" las guitarras afiladas de Lagartija con el flamenco hondo de Morente, dando sentido y plenitud a una obra incomparable. Le agradezco muchísimo a Eric que hable mucho de la música, de cómo se construyen las canciones, de cómo se crean, que incluso desvele algunos de sus trucos, o que describa cómo se siente en el escenario o lo que le supone ser un músico. He llegado a pensar que Eric se ha pasado de sincero, que cuenta demasiado, que es más que transparente, como si hubiera colocado su propia vida en el interior de una urna de cristal, sin ningún tipo de cortina o parapeto. Tal vez sea consecuencia de la vida que ha llevado o le ha tocado, de frente, siempre dando la cara, algunas veces sin freno, esquivando las curvas, pero siempre en la misma dirección. En cualquier caso, una buena vida con más de cuatro millones de golpes.

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