La devoción a la Virgen de Luna logra vencer al frío
pozoblanco
Las malas previsiones meteorológicas no se cumplen y miles de personas participan en la tradicional romería desde la ermita de La Jara
A medida que todo un pueblo iba a acostarse en la noche del sábado con la mirada puesta en el cielo, los hermanos de la Cofradía de Nuestra Señora de Luna comenzaban un ritual centenario. Y es que, entrada ya la fría madrugada de febrero, comienza a escucharse ese tradicional saludo que les hace prepararse para vivir uno de los días más grandes del año: "¡Hermano, Ave María Purísima!" Comienzan así todos los protocolos ancestrales previos al inicio de la romería de la Virgen de Luna, marcada por el intenso frío de la jornada.
A esa hora, los hermanos de la Virgen de Luna se reúnen en la casa de hermandad y visitan la parroquia de Santa Catalina. Tras pedir permiso al párroco, José María González, comienzan su peregrinar hasta el santuario de la Jara. Un poquito más tarde, a eso de las nueve de la mañana, da comienzo otra peregrinación: la de los autobuses que acercan a miles de romeros a disfrutar de un día que finaliza con el traslado de la patrona hasta Pozoblanco.
Y en La Jara espera ella, la Virgen de Luna, con un manto de flores a estreno y una sonrisa perenne mientras aguarda a que comience el movimiento a su alrededor. No se hace esperar. Poco antes de las once de la mañana, tras la llegada de la cofradía, comienza el ceremonial religioso con la tradicional procesión alrededor del santuario. Al ritmo del tambor, mezclado con las salvas al cielo y los cantos de los feligreses, la imagen de la Virgen es porteada a hombros mientras los asistentes la observan con total fervor. Entonces, el alférez abanderado, Manuel Marín, despliega la inmensa bandera ante la expectación de los asistentes, los disparos de sus hermanos y la intensa descarga final que indica que otros de los actos centrales del día, la eucaristía, está a punto de comenzar.
Entre salvas, cánticos y oraciones, transcurre la eucaristía oficiada por el capellán de la cofradía, José María González. Una celebración en la que los pozoalbenses no están solos, ya que cuentan con la compañía de una delegación de la Cofradía de la Virgen de Luna de Escena del Campo (Huelva). Durante una misa muy emotiva, son tres los nuevos hermanos que juran bajo la bandera de la Virgen de Luna, mientras que se entregan medallas por sus años de servicio a otros cuatro cofrades. Además, hay una sorpresa, ya que los hermanos reconocen los 25 años en la capitanía de Juan García y, también, de Manuel Marín como alférez abanderado. Al finalizar la eucaristía, los romeros comienzan a seguir sus rituales, mientras no para de sonar la campana de la ermita. Unos acuden al lugar que tenían reservado con sus familias para compartir risas, recuerdos y fiambreras. Otros, por su parte, se quedan en la zona de las tascas, junto a la explanada de la ermita, para disfrutar de los amigos mientras tapean alguno de los productos típicos de la tierra.
También hay quien vive la romería a caballo y, además, este año se ha habilitado una zona para que los animales puedan refrescarse para el largo día. Otra de las zonas que cada año tiene más auge es la de las carrozas y este año acuden al santuario más de una treintena para dar colorido, música y buen ambiente a lo largo de toda la jornada; después acompañan a la Virgen de camino a Pozoblanco.
También viven un especial momento de convivencia los hermanos de la Virgen de Luna. La casa de hermandad es su refugio durante las horas previas al momento más esperado: el de comenzar el camino de vuelta que les llevará a acompañar a la alcaldesa perpetua de Pozoblanco hasta Santa Catalina. Allí está emocionado el capitán de la cofradía, Juan García, que cumple sus bodas de plata al frente de los hermanos de la Virgen de Luna. García reconoce "haber pedido a nuestra Madre que no lloviera hoy -por ayer-, y que lo haga mañana por la tarde, tras la procesión, porque nuestra tierra lo necesita mucho".
El alcalde de Pozoblanco, Santiago Cabello (PP), que vive su primera romería como primer edil del municipio, también muestra una enorme satisfacción por "el buen ambiente que hay en el santuario de la Jara pese a la preocupación que había por el mal tiempo". Además, Cabello considera que "vivir la Romería de la Virgen de Luna como alcalde de Pozoblanco es una experiencia muy emocionante".
Cerca de las tres todo está dispuesto para emprender el camino. Los portadores de las andas, pertrechados con un chaleco preparado para la ocasión, salen de la ermita y paran, para regocijo de los romeros, cerca de la cruz que corona la gran explanada del recinto. Allí, los hermanos se despiden con una gran descarga del santuario de la Jara hasta que, dentro de unos meses, emprendan el camino de vuelta hasta el mismo lugar. Pero eso será otra historia.
Ahora comienza un recorrido de poco más de catorce kilómetros hasta Pozoblanco. Todos con la vista puesta en el cielo y con algo más de prisa que en otras ocasiones, la imagen de la Virgen de Luna se adentra en la dehesa de Los Pedroches a hombros de sus fieles. Muchos romeros la siguen y otros, algo más rezagados, apuran la aparcería en las tascas antes de emprender el camino para estar en otro de los momentos más esperados: la llegada al Arroyo Hondo. El momento llega en torno a las seis de la tarde, cuando la silueta de las andas de la Virgen de Luna se empieza a divisar desde Pozoblanco. Cientos de personas la esperan a ambos lados del camino para acompañarla hasta Santa Catalina. Comienzan entonces otra serie de tradiciones que, como tantas otras cosas, se repiten año a año. Primero, los más pequeños, después, ya en el Arroyo Hondo, la patrona de los pozoalbenses recibe las llaves de los sagrarios de Pozoblanco y Villanueva de Córdoba. Después, acompañados por los feligreses, que permanecían junto a la Virgen pese a una persistente aguanieve, la comitiva se dirige hasta la puerta del Ayuntamiento, lugar en el que el alcalde, hace entrega a la Virgen el bastón de alcaldesa perpetua de la ciudad. Quedan entonces los últimos metros de un largo día: los que separaban el Consistorio de la parroquia de Santa Catalina, lugar en el que la imagen entra cuando ya es de noche mientras los fuegos artificiales anuncian a todos los pozoalbenses que la Virgen de Luna ya está en casa.
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