Las cooperativas calibran su competitividad a través de la sostenibilidad
Sostenibilidad Integral
Una docena de entidades andaluzas evalúan el impacto de sus acciones en materia social, medioambiental y económica
La sostenibilidad es un indicador más de la competitividad empresarial, especialmente para las cooperativas. Así lo valoran los consumidores, quienes dan prioridad a aquellas empresas que velan por el desarrollo consciente de su entorno, desde el cultivo hasta la comercialización. Y así lo premian las políticas y las ayudas, especialmente las europeas, con un corte cada vez más verde, como bien demuestran las estrategias que complementarán la Política Agraria Común.
Con estas dos realidades sobre la mesa, Cooperativas Agro-alimentarias de Andalucía se ha preguntado cómo y cuánto son de sostenibles sus 659 entidades federadas. Una cuestión que trata de resolver a través del proyecto “Intermediación experta en los procesos de transformación de cooperativas mediante la mejora de su sostenibilidad integral”, dentro de la línea 3 para el Fomento del Emprendimiento Social del Programa de Apoyo a la Promoción y el Desarrollo de la Economía Social para el Empleo, que financia la Consejería de Empleo, Formación y Trabajo Autónomo de la Junta de Andalucía.
La federación ha analizado el grado de sostenibilidad integral de una docena de cooperativas andaluzas con la herramienta de autoevaluación eSIAB. Tras responder un cuestionario de 100 preguntas sobre materia social, medioambiental y económica, los técnicos de la organización han obtenido una radiografía del estado de sostenibilidad de cada cooperativa y una vez analizados los resultados han remitido a cada una un informe con recomendaciones para implementar en su estrategia de negocio.
Las cooperativas San Isidro Labrador y San Marcos, de Canena (Jaén), han sido dos de las doce participantes en el proyecto. A lo largo de su historia, han incorporado a su filosofía y a su estrategia empresarial medidas que han mejorado su grado de sostenibilidad. Una de las más importantes en ambos casos fue la apuesta por el modelo de producción integrada, que restringe el uso de fitosanitarios y fomenta la protección y mejora del entorno.
San Marcos empezó a trabajar bajo este sistema en 2015 y le ofrece “la tranquilidad de mantener un seguimiento pormenorizado de las parcelas, las plagas y los abonados, así como del uso de fitosanitarios”, comenta su gerente, Manuel García.
Un año después obtenía la certificación San Isidro Labrador. Tras una fuerte inversión para adaptar sus instalaciones, la cooperativa no sólo produce un aceite de calidad y libre de pesticidas, sino que ha conseguido “ahorrar en torno a un 20% de su gasto energético gracias a maquinaria más eficiente”, explica María Regina Valverde, responsable de Administración de la entidad.
Ambas cooperativas han hecho otras inversiones para conservar su entorno. Entre las de mayor impacto destaca la implantación de un sistema de fertirrigación en la comunidad de regantes que, bajo un estricto control técnico, les permite reutilizar las aguas residuales como fertilizantes.
A ésta se suman la instalación de plantas potabilizadoras para reutilizar el 100% del agua o el uso de subproductos como el hueso de la aceituna molturada o de la hoja del olivo para biomasa y cubierta vegetal. En cuanto a futuros proyectos, en San Isidro Labrador tienen claro que las inversiones pasan por instalar placas fotovoltaicas y buscar una solución para un subproducto como el orujo.
Las dos contribuyen además a la sostenibilidad social de su entorno con el apoyo a asociaciones locales y deportivas. Y, en términos económicos, el gerente de San Marcos explica que han fortalecido los contratos de venta a granel y han ampliado la cuota de aceite envasado, entre otras medidas. Acciones como estas hacen de entidades como San Marcos y San Isidro Labrador ejemplos a seguir en cuanto al compromiso de las cooperativas agroalimentarias “con su entorno y su desarrollo”, concluye José Manuel Pacheco, técnico de Cooperativas Agro-alimentarias en Jaén.
Compromiso público
Uno de los objetivos finales de este proyecto es conseguir la adhesión de cooperativas agroalimentarias al Decálogo de Sostenibilidad Integral de la Industria Alimentaria. Biosabor, Trops o industrias como Heineken o Calidad Pascual ya rezan en la lista de las empresas comprometidas con estos diez principios.
Al dar este paso han asumido ejercer buenas prácticas comerciales con la cadena de suministro, así como favorecer la participación, la formación y las condiciones laborales de sus trabajadores, además de tener una comunicación proactiva con los agentes de interés y los consumidores.
En materia ambiental, se han comprometido a conocer el impacto de su actividad y velar por la eficiencia energética en sus procesos productivos.
Criterio que también aplicarán a la hora de diseñar un producto o envase para minimizar las consecuencias en el medio ambiente.
En esta línea promoverán además la reducción de residuos y el freno al desperdicio alimentario.
Las empresas adheridas fomentarán la conducta ética empresarial y apostarán por la introducción de nuevas tecnologías y productos innovadores siempre que sean compatibles con una economía más sostenible.
Pero, sin duda, el mayor compromiso es impulsar una agricultura, una ganadería y una industria agroalimentaria sostenibles, que conserven los recursos naturales y el medio ambiente y mantengan la biodiversidad del entorno.
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