Alfonso Guerra, reivindicación del patriota
PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE ALFONSO GUERRA EN CÁDIZ
La histórica figura del socialismo y la Transición presenta en Cádiz su libro “La España en la que creo”, en el que advierte de los peligros a los que se enfrenta la democracia. “Hay que alertar”, dijo citando a Machado
Confesión de Alfonso Guerra, un hombre clave en la Transición española, un hombre clave en la construcción de la democracia en la clandestinidad, en la oposición, como vicepresidente del Gobierno durante diez años, como parlamentario durante casi cuatro décadas: “No soy experto en constitucionalismo, no soy experto en casi nada”.
Dicho esto: “La Transición supuso un pacto de la sociedad española consigo misma, un armisticio de dos siglos de dos Españas. Ahora empieza ser puesta en causa por demasiados. Siento una inquietud ante quienes quieren derribar esta obra. Y tengo que reaccionar. Cuando no se atiende a los ataques al sistema se puede caer en querer atajarlos cuando es demasiado tarde. El concepto de España está en crisis. Defender la Constitución no es defender su texto, sino sus valores, el principal el de la convivencia pacífica. Y entonces hay que advertir”.
Porque Alfonso Guerra, con toda su experiencia acumulada, se ve en la obligación de advertir. “Hay que estar alerta, diría Machado”. No podía faltar Antonio Machado en boca de Alfonso Guerra. Y hay ejemplos: “No se atendieron las advertencias en el brexit, no se atendieron cuando un excéntrico millonario quiso ser presidente, no dijeron los republicanos cuidado, mejor votemos a la candidata demócrata, y ahora tienen a Donald Trump. El error de entregar llaves a autócratas en ciernes ya tiene suficientes ejemplos: Hungría, Brasil, Polonia, Italia...”.
Señales de advertencia. Puede ser una advertencia numérica. “En 1978 el 92% del Congreso aprobó la Constitución, el 90% de los españoles en referéndum. Ahora, según mis cuentas, en el Congreso hay 90 diputados que no aceptan la Constitución. Es un 25%. Los demócratas debemos advertir de que la democracia está en peligro. Si este libro lo consigue, habrá conseguido su objetivo”. Ahora dicho de otro modo, Guerra citando a Fernando de Rojas: “Es propio de los hombres cerrar los ojos cuando se acerca la desgracia”. El libro de Guerra procura que los hombres y mujeres en España hagan lo que no les es propio.
El libro es La España en la que creo y lo presentó el autor en la sede de la Fundación Unicaja de Cádiz, en un acto organizado por esta misma Fundación y el Grupo Joly. En el salón no cabía ni un alfiler y los libros volaron de la mesa. Curiosamente, o quizá no, un histórico del socialismo, del socialismo con mayúscula, apenas atrajo a rostros conocidos del socialismo andaluz. Entre el público apenas había. Y en sí, el discurso de Alfonso Guerra, su objetivo, su advertencia, no habla de socialismo, sino de sostener aquel pacto social del 78. Y para ello reivindicó la palabra que “a la izquierda aún le cuesta decir y que cierta derecha se quiere apropiar: España”. Fue la charla de Guerra una reivindicación del patriotismo sin ideología. Para ello se basó en dos figuras históricas, dos perdedores de la contienda civil del 36, Indalecio Prieto y Manuel Azaña. De Prieto: “A medida que la vida va pasando por mí, sintiéndome internacionalista, llevo a España en el tuétano”. De Azaña: “Cuando hablo de nación las seis letras de España estallan en mi misma alma”. Dos encendidos discursos patrióticos. “¿Quién hoy en la izquierda repetiría estas palabras? Se jalea el visca Cataluña y el gora Euskadi, pero no se puede decir viva España a riesgo de que te llamen facha. Amar a España tiene que dejar de ser una reserva de la derecha”.
Leído como es el hombre que ayer confesó no haber tenido “vocación política alguna” quiso citar a un alemán, Friedrich Schelling, que veía a España como “la lucha de lo real y lo ideal”, que es lo mismo que decir el Quijote, que es lo que hace que el mundo nos defina, nos etiquete e incluso “nos considere un asunto propio”, afirmó recordando cómo fue vista la guerra civil española por buena parte del planeta. “Es la nuestra una patria fundidora. Siempre estamos creando una nueva España, siempre pensando en un imposible”.
En esta España, que ha alternado momentos de nobleza e intolerancia, ha germinado “una España de la infamia”. Se escandaliza Guerra de que una pareja de novios esté tomando algo en un bar, sean salvajemente agredidos y haya una manifestación... “para apoyar a los matones”. Hablaba de Alsasua. “En institutos unos profesores humillan a los niños por ser hijos de guardias civiles y hay una manifestación... apoyando a los humilladores”. Hablaba de Cataluña. Frente a eso hay una España noble, líder en recaudación para ayuda humanitaria, con la máxima tasa de donación de órganos. España es muchas cosas, sí.
Pero la preocupación de Guerra no es la España noble, que evidentemente no es el peligro. El problema lo ve en dos polos, nacionalistas y populistas, que, según él, tienen como objetivo “la creación de inestabilidad en el sistema democrático, jugando con fuego, bien sea con la desconexión o con el ataque a la monarquía”. Como contrapunto, la nueva élite política “es joven, como debe corresponder a la nueva generación, pero su pecado es el adanismo, como si todo hubiera empezado con ellos, como si antes no hubiera existido nada”. Más citas. Ahora una versión de Stefan Zweig: “En el tiempo en que el futuro se ha ido y vemos sólo presente, todo se tilda de pasado”.
Y en ese pasado, el pasado que ve Alfonso Guerra es el de los años 30 en la dialéctica entre la democracia representativa y la plebiscitaria. La plebiscitaria era abanderada por el politólogo y profeta de los nazis (sin serlo) Carl Smichtt, que hoy sería oráculo de algunos populismos. Para Schmitt es el líder el que se debe comunicar directamente con el pueblo, sin intermediarios. ¿le suena de algo? ¿Les suena, recordó Guerra, a la democracia de internet? Para Guerra, “corremos el riesgo de estar renunciando a la razón por la fe ciega al líder”.
“El malestar social de la crisis económica y su errónea gestión facilita que los más perjudicados sean atraídos por propuestas simplistas creyendo que esa será la solución a sus problemas. Y la solución no está ahí, sino en la concreción de los principios constitucionales”. Para evitar lo que sería una “destrucción por centrifugación”, Guerra propone más España y que España descubra lo que quiere ser , “si somos 17 entidades o una entidad en sí misma. Es más necesaria que nunca la afirmación de España”. En definitiva, la España en la que cree.
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