Marcados por la piel de toro

Día de la hispanidad

No hace falta haber nacido en España para ser español. RdA ha hablado con una rumana casada con un onubense, un cubano retornado con madre española y un inmigrante ecuatoriano que logró la nacionalidad

T. Monago

06 de octubre 2008 - 00:00

Tres historias y tres formas distintas de ser español. La rumana Manuela Vasile se casó con un onubense y está ahora a punto de obtener la nacionalidad. Sólo falta la respuesta definitiva, que con toda seguridad será positiva. El ecuatoriano Milton Castillo se convirtió en un nacional más, como otros muchos, tras permanecer en España con permiso de residencia y trabajo más de dos años. Y el cubano Héctor Ruiz tiene el aval de ser hijo de española. Toda su vida ha vivido en la isla, pero desde hace un año reside en El Ejido (Almería) en calidad de retornado.

La de Manuela es una historia que se repite con frecuencia en la provincia de Huelva. Nacida y criada en Craiova (Rumanía), regentó una tienda textil en esta ciudad, con no demasiado éxito. Un día, su padre se informó por la televisión de que se hacían contratos para trabajar en la fresa. “Tenía 33 años y nunca había trabajado en el campo, soy una mujer de ciudad. Por eso fue duro, muy duro, pero me tuve que adaptar rápido”. En tres meses aprendió español y tuvo tiempo de hacer vida social. En la celebración de un cumpleaños, en Huelva, le presentaron a un chico, Miguel, con el que comenzó a salir. Volvió a Rumanía para regresar otra vez. Y, tras un año de noviazgo, se casó y tuvo dos mellizos, Eduardo y Carmen. “Son nombres españoles, aunque Carmen es también rumano”, afirma Manuela. Ella prefirió quedarse embarazada y tener los niños antes de entrar en el papeleo de pedir la nacionalidad. Llegó hace cinco años a España y hace dos que espera para ser española. “Mi marido es de aquí y los niños también. Me siento del lugar y no hay nada que me haga pensar en volver”.

Milton Castillo, residente en Granada, llegó en 2000 a España, como turista. No tenía pensado quedarse, pero le salió una oferta de trabajo para cuidar a un anciano enfermo de Parkinson. Le arreglaron los papeles y volvió a su país para traerse el visado. Dejó de ser agente comercial en su país para pasar a ejercer la labor asistencial y después trabajar en la construcción. Desde hace dos años es español. No siente un especial sentimiento por serlo. Su visión es más instrumental: “Ahora no, por la crisis, pero en el futuro quiero formar una empresa y me viene muy bien ir y venir de España a Ecuador, ya que tengo la doble nacionalidad. Además, el estatus es distinto. No es lo mismo ir a Inglaterra o Estados Unidos siendo español que ecuatoriano. No debería ser así, pero...” Mientras se decide a crear su negocio, Milton, que terminó de trabajar en la construcción en julio, realiza un curso de guardia jurado con compromiso de contratación y otro de informática e instalación de redes.

El cubano Héctor Ruiz es descendiente de españoles. Su abuelo, vallisoletano, y su abuela, asturiana, llegaron a Cuba en 1930, atraídos por las ayudas del Estado para los que cultivaran tierras allí. “En España había mucha pobreza y se decía que enCuba se comía con cubertería de plata”. Les fue bien, gracias a la ayuda de un tío suyo que se dedicaba al negocio de la caña de azúcar. Su padre se casó con una española de origen, y se estableció en Juanelo, en la provincia de La Habana, como carnicero. Héctor Ruiz se formó como técnico de aire acondicionado, pero tuvo un accidente de coche que le impidió seguir ejerciendo. Tenía una prima en ElEjido y, aprovechando que es español, decidió entonces instalarse allí. “La forma de andar de la gente, las costumbres, son muy parecidas. La música española me recuerda mucho a la de aquí, y también hay mucha fe y muchas procesiones, como allí. Echo de menos el paisaje verde de la isla, aquí es muy árido. No me siento extraño, me siento español, porque tengo la sangre de mis abuelos”.

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